En esta edición del programa “Expresso”, emitido por GEN/Nación Media, Augusto dos Santos recibe a Marcelo Tolces, director, guionista y gerente general de contenidos de Nación Media. En este diálogo analizan los actuales formatos de contar historias y reflexionan sobre la actualidad del cine paraguayo. Tolces afirma que, a pesar de los avances, hay una deuda pendiente no solo con el cine paraguayo, sino en reconocer la importancia de fomentar todas las expresiones artísticas para el desarrollo cultural de una nación.

  • Fotos: Emilio Bazán

–Admiro mucho lo que hacés, “18 ciga­rrillos y medio”. Todo lo que estás haciendo en la tele con “Noche de furia”, “Papucho reporter”.

–”Papucho reporter” es uno de los contenidos que más orgullosos nos pone real­mente. Cuando encontrás la figura correcta para el contenido exacto.

–¿Por qué no escribís lite­ratura?

–De hecho que es mi área de entrenamiento, hacer una diplomatura de litera­tura creativa, supongo que una de mis áreas de conoci­miento o de influencia. Creo que en el día a día es impo­sible ahora mismo. Intenté hacer artículos en La Nación de cine más light, pero el tiempo no daba para escri­bir semana a semana. Creo que hay poco espacio en el mundo moderno, que está cambiando rápidamente. Creo que la novela como tal, que para mí fue el género narrativo más influyente en la historia de la huma­nidad, que fue gigantesco en el siglo XIX, de muchísima experimentación, cambio e influencias en el siglo XX, difícilmente encuentra un lugar en el siglo XXI, son otros tiempos, otra concen­tración, otra tensión de la que los tiempos cambiaron. Entonces creo que hay una realidad de por qué la novela nació en el momento que nació, acompañó todo este proceso de iluminismo, de democracia, intelectualidad y también como en 1980 la mayoría de los filólogos y los mismos novelistas decían que la novela estaba muerta y aquí ya no había un lugar para experimentar, a dónde llevarle después de todos los lugares a los que se les llevó en el siglo XX, flujo de con­ciencia, primera persona, segunda persona, etc.

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LIBERTAD DE CREACIÓN

–A mí no me jode que las cosas desaparezcan, lo que me jode es que las cosas no se reemplacen.

–Yo en muchas cosas soy más pesimista, en ese lado sí soy más optimista. Para mí la necesidad de compartir experiencias, conocimien­tos, relatos, historia, todo eso podía ser la novela, que para mí es el mayor género de la literatura, el más libre, el más experimental, podés hacer lo que quieras. Podés contar una historia, podés cortar un capítulo y hacer un ensayo. Tenés com­pleta libertad para crear lo que quieras. Yo creo que de alguna manera esa informa­ción se sigue distribuyendo que si buscás en redes socia­les hay creadores de conte­nido digital y especialmente la línea de los estandaperos y comediantes. Creo que el novelista moderno es el estandapero. O sea, el nove­lista te mostraba la ironía y la falta de sentido en cosas de la vida, desarrollaba ideas contándote una historia. Y yo creo que el estandapero sigue haciendo eso de una manera muy autobiográ­fica. Sí está reemplazado en el hábito, pero quizás la novela te dejaba algo más. Creo que el motivo real de por qué cualquier régimen totalitario quemaba libros es porque los libros tienen la capacidad de cambiar a la gente. No sé si ver un clip de cinco minutos se te queda de la misma manera.

–No veo otra literatura más allá de los géneros clásicos como la novela, el guion. Si va a ser del nicho, deja de ser cultura en tér­minos de cultura como un fenómeno...

–Formador de mirada y opi­nión y de influir, correcto. Si pensás hoy quiénes son las superestrellas de la litera­tura porque en el siglo XX sí hubo y mucho de (Ernest) Hemingway, (William) Faulkner, (Milan) Kundera, (Jean-Paul) Sartre era una estrella pop, o sea en el nivel de celebridad estoy hablando, no quiero decir que sea superficial. A lo que me refiero con eso es que somos una especie de civili­zación exitista que siempre tuvo la necesidad de tener héroes y figuras. Si pensaba en los primeros 1.500-1.800 años siempre esas figuras fueron militares o casi siem­pre, un par de filósofos en Grecia, un par de matemá­ticos, etcétera. Y en el siglo XIX Víctor Hugo, Dumas, los rusos (León) Tolstói, (Fiódor) Dostoyevski eran estrellas, eran celebridades en la capaci­dad de atención que genera­ban en la gente y de influen­cia que tenían en la manera de ver el mundo específica­mente en esos momentos.

–¿Qué cosas contaban las historias de antes y qué cuentan las de hoy?

–Me acuerdo en una clase que decían que había cuatro historias nomás. Una ciu­dad sitiada, un amor impo­sible, una guerra, no me acuerdo cuál era la cuarta. Yo creo que el tipo de his­toria sigue siendo el mismo, pero el tono y la mirada con las que contamos esa his­toria cambió fundamen­talmente mucho más en el audiovisual, pero también en la literatura, que todo se volvió mucho más meta. Estaba estudiando cine en la época de las películas de Charlie Kaufman, de John Gavin Malkovich, “Adapta­tion”, como una de las voces más fuertes de esa línea. Lo que digo es que somos una cultura, una civilización tan influenciada por sus propias historias, especialmente en el arte pop, audiovisual, cine y televisión, especialmente influenciando en cine y tele­visión, que las historias de hoy ya no pueden obviar eso. Ya necesitan ser metas. Ya no hay una historia de amor moderno creíble en la que no vaya a haber referencias a películas o a series, o donde ya no estés asumiendo que ciertos personajes te influ­yan de alguna manera. Y eso sí creo que es muy poderoso, ¿verdad? Creo que nunca hubo una sociedad tan auto­conciente de eso como la de ahora, tan referencial, digo en la misma vida.

RELATOS

–¿Qué es lo que se res­guarda con las historias de hoy?, ¿cuál es la hos­tilidad del mundo al que se enfrenta la literatura o la construcción de his­torias de hoy?

–Yo quiero separar más cosas porque sí creo que nunca una época con las herramientas de control masivo, marketing, publi­cidad, narrativa periodís­tica, nunca el relato estuvo tan presente, nunca el relato estuvo tan intelectualizado, teorizado como una manera ya sea instalar una mirada, la guerra de relatos en la política.

–¿Cuáles son las cinco películas que llevarías a una isla?

–Películas que sean fáci­les de que puedes ver una y otra vez, que son pelícu­las que no necesariamente se sostienen en su historia, se sostienen en otros ele­mentos estéticos que hacen que puedas ver una y otra vez. Te diría número uno “Dazed and Confused” (1993) de Richard Linklater. Llevaría a “Annie Hall” (1977) de Woody Allen, “8 y medio” (1963) de (Federico) Fellini, algo de (Steven) Spielberg por lo especta­cular y que es fácil de ver una otra vez, creo que “Rescatando al soldado Ryan” (1998). Y la quinta tiene que ser algo que real­mente me haga reír una y otra vez, “This Is Spinal Tap” (1984, de Rob Reiner).

–¿La dirección de cine cambió en todo este derro­tero, su rol, su protago­nismo, su impronta?

–Una industria en el mundo que genera demasiado dinero siempre tiene mucha innova­ción. La revolución tecnoló­gica y técnica de los últimos 20 años fue impresionante. Y atrae mucho talento de gente que todo el tiempo está inno­vando, cambiando maneras de contar.

CINE PARAGUAYO

–¿Hay cine paraguayo?

–Hay cine paraguayo, hay grandes directores de cine paraguayo.

–Contame qué es lo pri­mero que viste con el sello de cine paraguayo.

–”Hamaca paraguaya”, que es un peliculón.

–¿Es lo primero que viste? ¿No viste “Cerro Corá”, por ejemplo?

–Vi “Cerro Corá” un 1 de marzo cuando transmiti­mos en GEN. Es muy rudi­mentario. No le pondré al mismo nivel que “Hamaca paraguaya” o “Las here­deras” o “7 cajas”. O gran­des documentales que se hicieron en los últimos 15, 20 años.

–La desventura del cine paraguayo es el problema del mercado, supongo, ¿no? A pesar de que hoy ese mercado se ensanchó.

–Es una industria muy cara, hacer una película requiere mucha inversión, aunque ahora hay una ley de cine.

–Probablemente ese sea el problema principal, de financiamiento.

–Obvio. Yo creo que hay cuatro o cinco países en el mundo, EE. UU., Nigeria, India, China que pueden sostener su industria con el dinero directo del mer­cado. Absolutamente en todos los otros países está subvencionado. Argentina, Brasil, Inglaterra, Francia, países grandes con mucha tradición y cultura de cine, igual necesitan esa subven­ción para mantener su cine vivo. Creo que una falta no en específico con el cine, sino en general de nues­tro país, es el poco enten­dimiento de la importan­cia de la cultura a la hora de construir tanto tejido social como una identidad propia.

–¿El amor sigue siendo un asunto importante para las historias?

–Sí, creo que es clave. Creo que es clave para la vida también.

–¿Cambió la forma de presentar una historia de amor desde “Lo que el viento se llevó”?

–Muchísimo, porque cam­bió el relacionamiento del mundo. Yo creo que si vas a los 90, la era que a mí me tocó crecer y formarme, creo que fue el punto máximo del amor romántico como reli­gión. Que si pensabas hacia el pasado o históricamente, en la Edad Media había una reli­gión muy clara que movía las acciones. Creo que el relato religioso que durante todo el proceso de la segunda mitad del siglo XX le fue reempla­zando la religión fue el relato del amor romántico. Pero creo que eso llegó a su punto máximo en los 90. Yo creo que por cada película que se hacía, cinco eran comedias románticas de alguien que esperaba a esa persona que iba a llegar, que iba a com­pletar tu vida, que iba a hacer que todo funcione, que todo sea excelente.

–Que te va a rescatar antes de tomar el vuelo...

–Era una metáfora exacta de lo que esperan todas las reli­giones, la vuelta del Mesías o la llegada de Jesús. Es como un pensamiento mágico de que esto va a hacer que todo funcione. Los templos eran las salas de cine que llama­ban a esa cantidad de gente, era todo ritualístico, era una experiencia compartida cuando te ibas a una sala.

ÉPOCA RADICALIZADA

–¿Cómo estamos aními­camente hoy? ¿Estamos pesimistas, somos realis­tas, somos serios?

–Yo creo que es cíclico y voy a aprovechar para meter de vuelta a mi novelista pre­ferido de todas las épocas y posiblemente la persona que no conozco que más influyó en mi mirada, que es Milan Kundera. Su pri­mera novela se llama “La broma”. Él habla del movi­miento de la revolución comunista en Checoslova­quia en los 60 y hace una broma y ese era un mundo muy serio como para tomar una broma en chiste, muy radical, muy radicalizado y termina siendo expulsado del partido, expulsado de su trabajo, todo a partir de un chiste, de hacer un chiste en un momento que el mundo perdió el sentido del humor. Yo reconozco esa época en la actualidad, reconozco una época en la que todo está muy radicalizado, ideolo­gizado, pero desde las emo­ciones, no de la razón.

–Ideologizado desde la desideologización, es muy raro. En otro libro habla de que perdimos el debate y nos sometimos a las creencias, que vivi­mos en una etapa de impo­sición de creencias. ¿Por qué tanta paradoja entre avanzar y volver?

–Yo creo que son más herra­mientas de control y cómo se está manejando el mundo. Yo creo que hoy en ningún lado se salva, que de hecho uno se siente sin lado si intenta ubicarse en algún lugar del espectro ideo­lógico. Lo político ya es secundario porque ya ven­dría como algo posterior, alguien que representa mis ideales o mi manera de ver el mundo. Creo que eso cam­bió demasiado rápido y creo que responde a otra cosa de la sociedad moderna. Vos más, yo menos, nacimos o crecimos en un mundo de Guerra Fría o de dos mira­das opositoras a la vida y hoy se puede ver el mundo como mucho más conectado y no tan segmentado de un lugar al otro, y a la vez está más segmentado que nunca. Y yo creo que eso responde a que una sociedad tan egoísta, pero no estoy siendo crítico, estoy siendo descriptivo. El sistema capitalista empuja eso como algo positivo a la hora de crecimiento, porque llegamos a un punto dema­siado extremo. Entonces, esto exige tomar medidas, decisiones o acciones que de alguna u otra manera van a ser nocivas para otra per­sona, no importa cuál sea. Entonces creo que todos necesitamos más que nunca creer que representamos el lado correcto, entonces no importa lo que hagamos porque estamos en el lado correcto. Entonces la gente se termina radicalizando en un lado para poder cometer acciones negativas y no sen­tir que es negativo sumado a que en las redes sociales la segmentación te llega solamente las lecturas de tu lado, demonizás el otro lado cualquiera sea.

–Hay una crisis de repre­sentación y hay un uni­verso muy grande de per­sonas que descreen de las formas de la democracia.

–Yo creo que es un momento crítico para todas las demo­cracias en el mundo. El acti­vista es el que más cae en el autoengaño. Hoy va a defen­der una bandera pensando que es parte de su identi­dad y que es lo único que está bien. Y después, inves­tigás un poco y sabés que si hoy la izquierda defiende a ultranza los derechos de todas las minorías, eso está relacionado a un estu­dio semiológico en los 90 en Estados Unidos, donde estaban cerrando las indus­trias y la izquierda se daba cuenta de que su votante, el sindicalista, dejaba de exis­tir porque dejaba de haber fábricas y tenían que gene­rar una nueva estrategia, hicieron estudios de mer­cado para saber a qué electo­rados podían atraer primero y les hicieron una estrategia de aglutinar minorías que les termina explotando en las propias diferencias que hay dentro de esas mino­rías o lo incoherente que termina siendo el defender un sistema que en su nece­sidad de no discriminar va discriminando de manera positiva.

–Este fenómeno antisistémico se basa en el des­creimiento de la fórmula y vale entenderlo tam­bién como una herramienta que sirvió para cambios en toda la historia del universo, que es la decepción.

–Yo creo que las decepcio­nes son gran parte de las que forman nuestra personali­dad y nuestra mirada. Cual­quier área de la experiencia humana que analices son las mismas emociones las que nos mueven, porque estás apuntando a algo político, ideológico. Me decepcionó tal líder, me cambió el par­tido, cambió mi mirada, ahora quiero ser más activo. Pero real­mente a la gran cantidad de per­sonas les mueven mucho menos esas guerras de poder que su día a día, en un espec­tro de edad sus relaciones amo­rosas, en otro espectro de edad sus relaciones pro­fesionales. Y la decepción forma una parte muy impor­tante a la hora de formar tu mirada, de aprender qué buscar, qué no buscar, de cerrarte a un tipo de expe­riencia porque te sentiste muy lastimado o decepcio­nado cuando tuviste ese tipo de experiencia.

LA TELEVISIÓN

–¿Qué describen los medios, las expresiones culturales de ahora? Ya no existe ver televisión en vivo, ¿no?

–Ya no existe ver en vivo. Yo creo que 18, 25 años para abajo no existe ver televi­sión luego y quizás sí hay algún tipo de vivo que sigue funcionando como el strea­ming, pero no a través del aparato televisivo. Yo creo que los cambios son gran­des que tienen que ver con demasiadas cosas. O sea, hasta el hecho de tener en tu mano la pantalla es dis­tinto a cómo te sentís con la pantalla. Yo creo que por cada espectador televisivo, hay 1.000 o 10.000 espec­tadores digitales que sola­mente consumen a través de las redes sociales.

–Es prodigioso el aprove­chamiento no percibido quizás por la propia pro­ducción que puede tener cada uno de los progra­mas. Para mí “Noche de furia” es un programa pedagógico al respecto de cómo están funcionando las nuevas generaciones.

–Un programa periodístico que te informa de la actua­lidad, un programa perio­dístico que tenemos mucho en GEN, que ironiza sobre la actualidad,o que busca una mirada más lúdica sobre las noticias. Son muy elevados en su búsqueda y en su capa­cidad de influencia, pero a la larga siento que algo como “Noche de furia”, un pro­grama que te muestra “Aquí estamos y esto somos”, “así vivimos”, “así nos enamora­mos”, “así nos relacionamos”, “así nos reímos en esta era específica”. Te gustaría más ver en un archivo, enterarte cuál fue la tormenta polí­tica de una semana o enten­der cómo era la gente en un momento específico en Para­guay donde todo empezaba a cambiar en el comienzo de la inteligencia artificial, en el mundo hiperconectado de los celulares, etc. Creo que tiene mucho valor más allá de si su búsqueda es periodística, investigativa, informativa o cultural.

–Históricamente las radios informaban, la tele confirmaba y el dia­rio generaba el inicio de un nuevo ciclo al día siguiente. ¿La tele es tu elemento de confirmación hasta hoy?

–Sigue siendo la fuente principal de muchos conte­nidos que se ven en redes y hay mucho contenido que se hace específico para redes.

–En estos días vi en una charla de Jorge (Lanata) y (Mario) Pergolini que hablaban de la berreti­zación de los contenidos periodísticos, de derro­car los informativos y poner paneles, o sea, derrocar la información y poner opinión.

–Muchos de esos programas son producibles con la rea­lidad de hoy en la que hay menos plata para invertir en la producción y en tener gente dedicada a armar un programa. Nosotros tene­mos un programa guionado, que es “Silvero”, donde hay a tiempo completo una per­sona creativa en eso, pero no podemos plantear muchos programas así. La mayoría de los conductores perio­distas en la economía actual hacen programas de televi­sión, radio a la tarde, otro programa y después tienen que grabar videos de influen­cer. Tampoco tenés ese tiempo para dedicar a la pre­paración. Entonces, es gene­rar programas con un con­ductor donde se traen temas y hay un panel de debate que te ayuda a cubrir esa falta de inversión en producción. Hace poco Freddy Villa­rreal contaba que en algún momento se fue a Mónaco a hacer Figureti en una carrera de Fórmula 1 y había plata en la televisión para poder auspiciar eso. Hoy no se puede ir al pueblo al lado de Buenos Aires. Está fuera de los cánones de produc­ción actual. La gente crece y se conecta de manera dis­tinta con el público amplio. El público amplio de televi­sión tenía históricamente entre 18 y 35 años. Creo que hoy el promedio de edad del espectador televisivo está arriba de los 50.

“Creo que el novelista moderno es el estandapero. O sea, el novelista te mostraba la ironía y la falta de sentido en cosas de la vida, desarrollaba ideas contándote una historia. Y yo creo que el estandapero sigue haciendo eso de una manera muy autobiográfica. Sí está reemplazado en el hábito, pero quizás la novela te dejaba algo más. Creo que el motivo real de por qué cualquier régimen totalitario quemaba libros es porque los libros tienen la capacidad de cambiar a la gente. No sé si ver un clip de cinco minutos se te queda de la misma manera” .

“Yo creo que hay cuatro o cinco países en el mundo, EE. UU., Nigeria, India, China que pueden sostener su industria con el dinero directo del mercado. Absolutamente en todos los otros países está subvencionado. Argentina, Brasil, Inglaterra, Francia, países grandes con mucha tradición y cultura de cine, igual necesitan esa subvención para mantener su cine vivo. Creo que una falta no en específico con el cine, sino en general de nuestro país, es el poco entendimiento de la importancia de la cultura a la hora de construir tanto tejido social como una identidad propia”.

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