POR MARCELO PEDROZA

COACH

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Es el amanecer un misterioso regalo. Su presencia es indescriptible, tiene tantas rostros como seres humanos. En él se produce un encuentro con los proyectos, manifestándose una fuerza sin igual que tiene la particularidad de ser universal, amplio, contenedor sin condiciones, impecable y sorprendente.

El suceso del despertar es una invitación a agradecer. Nace el aire de la esperanza, se produce la conexión de las fortalezas vitales, esas que entusiasman más allá de los contextos en que viven; es como si dijesen, estamos para darle una oportunidad y las que quiera, usted puede. Hágalo. Eso se encargan incansablemente de realizar, día a día, sol a sol.

Si hay una luz hay algo que se puede ver… es en el instante preciso que lo que ilumina se atreve a mostrar la belleza de vivir, por eso en donde hay un ser hay potencia, de manera que siempre yace la energía para continuar…

En el clarear los pájaros cantan, ¿por qué lo hacen?, ¿qué nos quieren decir?, ¿qué estrofas entonan?, quizá de esa forma comparten su alegría, expresan su generosidad, alientan a los que escuchan sus voces. Es un fantástico calmante natural el que producen sus heterogéneos conciertos, además son capaces de llegar a todo el público, lo que destaca la apertura original que los distingue.

Mientras unos destinan sus vuelos hacia lugares distantes, otros se reúnen en esos árboles que los cobijan. En las ciudades los caminos son diversos, y sus meticulosos recorridos están impregnados de prevención, aprenden a cuidarse, se protegen, son ejemplares compañeros, respetan el andar del próximo y se suelen reunir en esos breves lapsos de reconocimiento terrenal. Allí parece que el arte consiste en explorar lo que sienten, para luego emprender una marcha elevada por el entusiasmo alimentado.

En los nidos el tiempo es único. Es en el ocaso de las jornadas que el retorno adquiere un sentido trascendente, verlos descansar es una habilidad que debe ejercitarse, es que los abrazos en las alturas de sus hogares representan a la historia que han sabido conservar.

Es contundente el constante fluir de los amaneceres, la asistencia es una fija cotidiana, es absoluta y se apodera de lo celestial. El asombro reside en que nunca son iguales, sus vestuarios son lo más parecido a los ojos que los ven, a los que no dejan de admirar la grandeza que yace en ellos.

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