POR ESTRELLA FLORES-CARRETERO

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El miedo se contagia tanto como los virus. Llevamos semanas deseando volver a nuestra vida de antes, pero llegado el momento, mucha gente siente un profundo temor ante la llamada “nueva normalidad”.

Es lógico estar asustados: el virus sigue ahí y no es para tomárselo a broma. Puede afectar a cualquiera, y a cada uno con imprevisibles consecuencias. De momento, ha dejado cientos de miles de muertos en todo el mundo y la vacuna aún se percibe lejana. Sin embargo, su presencia no puede paralizarnos por más tiempo. En mi opinión, es obligación de todos y cada uno de nosotros el intentar curar también la profunda herida económica que nos ha causado. Hay que actuar sin temor, pero con responsabilidad.

Sentir miedo es una defensa lógica de nuestro cerebro ante el peligro, pero no podemos dejar que esa emoción se convierta en una reacción paralizante. No se trata de negar la realidad, sino de afrontarla sin correr riesgos. Hacer como si nada hubiera pasado ni pudiera volver a pasar es altamente peligroso para uno mismo y para los demás.

Las empresas tienen un papel protagonista en el liderazgo hacia la recuperación. Su labor debe ser garantizar, junto con la producción, la salud de sus empleados y de la sociedad a la sirven. Para ello es importante…

Anticiparse a las demandas. Hay que mantener una línea fluida, abierta y constante de comunicación con los trabajadores para conocer cuáles son sus inquietudes, en qué estado emocional se encuentran, qué les preocupa de cara a la vuelta, y tomar buena nota para adoptar las medidas de seguridad adecuadas.

Ofrecer confianza. Los líderes empresariales tienen que informar a sus empleados de las disposiciones adoptadas y cambiarlas a medida que surjan nuevas necesidades. Los empleados deben saber si tendrán compartimentos propios, cómo se utilizarán las zonas comunes… Es esencial implementar lo necesario, no solo para adaptarse a la legislación, sino para cuidar lo más importante: las personas.

Mantener la flexibilidad. Mientras que para algunos es un infierno teletrabajar, otros están encantados. La empresa debe primar la productividad, no el presentismo. Por eso hay que conocer las necesidades de cada colaborador, su situación familiar y personal. Y, si se pueden conjugar sus preferencias con las de la corporación, debe elegirse la flexibilidad. Igualmente ocurre con los puestos de trabajo: tal vez sea el momento de redistribuir funciones. El bienestar de los equipos resulta decisivo para su compromiso laboral y, por consiguiente, para el éxito empresarial.

Cuidar las emociones. Los líderes empresariales tienen que detectar las situaciones emocionales delicadas. Es primordial que se comuniquen con los equipos y conozcan sus sentimientos, que les brinden apoyo y que establezcan medidas para mantener la unidad y disipar los miedos.

Termino con una advertencia de Tito Livio: “El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son”. Por eso, ahora más que nunca, es fundamental trabajar en un clima honesto y sincero que evite bulos, rumores y falsedades que alimenten tan dañina emoción. Con responsabilidad y sin temor seguiremos adelante.

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