“Si Cuba está en la calle, nosotros también”, canta Briana Milagros en el centro de Miami. Como ella, cientos de personas en Estados Unidos se manifestaron recientemente tras las históricas protestas de este mes en la isla, despertando a una comunidad cubana desalentada por años de esperanzas frustradas.

Milagros, nacida en la ciudad floridana hace 28 años, ha respondido a unas de las convocatorias que se comparten en las redes sociales bajo el lema “SOS Cuba”. La manifestación ha reunido a una veintena de personas, lejos de otras mucho más multitudinarias en Miami (sureste de EEUU), pero ella no se desanima.

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Bajo un sol abrasador, ondea una bandera cubana y pide libertad para los habitantes de la isla caribeña, de la que emigró su abuelo tras el triunfo de la Revolución comunista en 1959. Ramón Saúl Sánchez, exiliado y activista cubano instalado en Miami desde 1967, está orgulloso de asistir a esas protestas en Estados Unidos. “Había mucha gente que decía: ‘el exilio desapareció, ya los jóvenes no se acuerdan de Cuba’. Eso quedó aplastado por completo”, dice con una sonrisa.

El exilio no había desaparecido, pero sí mostraba señales de cansancio, opina el analista político cubano Andy S. Gómez. “Para el exilio cubano, hay una pasión por lo que pasa en Cuba. Y lo que pasa en Cuba no lo habíamos visto desde antes de 1959”, asegura al referirse a las protestas que estallaron el 11 de julio contra el régimen comunista de la isla, inmersa en una profunda crisis económica.

“Pero mi generación, los que nacimos allí y salimos de niños, ya estamos agotados del tema de que se va a liberar a Cuba porque, después de las protestas, todos nos damos cuenta de que en Cuba poco cambian las cosas”, añade. Muchos de los que se manifiestan ahora son de otra generación, la de los exiliados que llegaron a Estados Unidos de niños después de 1990, explica Gómez. Una generación menos afectada por el desaliento, tal vez porque es menos consciente de que “nada va a cambiar en Cuba mientras sigan los mismos en el poder”.

Un asunto de política

La pasión de la que habla Gómez también es palpable a la hora de abordar las políticas de Washington hacia La Habana, ya sea el embargo, las sanciones o las remesas. En el estado de Florida, destino principal del exilio cubano desde 1959, cuando un ojo mira a Cuba, el otro observa a la Casa Blanca, una realidad de la que son conscientes los políticos locales y federales.

“Como siempre ocurre con la política cubana, esto se convirtió rápidamente en un asunto de política nacional estadounidense”, dice Michael J. Bustamante, académico experto en Cuba y en el exilio cubano. “Hemos visto como republicanos, funcionarios locales en Miami y legisladores a nivel nacional, se posicionaron para beneficiarse electoralmente de esto”, explica.

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Algunos de ellos, como el senador Marco Rubio, del Partido Republicano y de origen cubano, han abordado una y otra vez la situación en la isla, siempre para exigir al gobierno del demócrata Joe Biden una mayor firmeza hacia La Habana. El alcalde de Miami, Francis Suarez, pidió incluso que no se descartara una intervención militar, una propuesta que Bustamante califica de “temeraria y poco realista”.

La estrategia no sorprende si se tiene en cuenta que el expresidente Donald Trump se impuso en Florida en las elecciones del año pasado gracias, en parte, al apoyo de la comunidad cubana, a la que supo convencer con su retórica anticomunista y su inflexibilidad hacia Cuba.

Y, según Bustamante, ese mensaje ha calado especialmente entre la generación de exiliados que llegó a Estados Unidos desde los años 1990, tras los intentos de acercamiento a Cuba de la administración del demócrata Barack Obama (2009-2017).

“Desconexión”

El académico atribuye el éxito de ese tipo de mensajes a la “falsa creencia”, heredada de Trump, de que Washington podría deponer rápidamente al gobierno cubano, y a una suerte de “desconexión” entre lo que ocurre en Cuba y lo que interpreta parte del exilio. “Las protestas en Cuba trataban de mandar un mensaje al gobierno cubano, no pedían a Estados Unidos que interviniera”, dice.

“Pienso que le falta mucho conocimiento a mi pueblo aquí en el exilio”, abunda Gómez. “Cuba no era una nación democrática antes del 59. Y yo diría que, históricamente, la democracia, al igual que en muchos países latinoamericanos, estuvo ausente. Exportar una democracia a Cuba es absurdo y más todavía sostenerla. Eso toma tiempo”, explica. A la espera de que eso suceda, el exilio seguirá observando a Cuba, entre la pasión y el desaliento.

Fuente: AFP.

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