César Palacios, comunicador y estudiante de Antropología Social (@cespala).

El “yo no hablo guaraní” representó una carta de presentación que hacía referencia a un status superior durante muchos años. El expresidente y periodista argentino Bartolomé Mitre fue uno de los tantos que acusaron al guaraní de ser culpable de la ignorancia y el atraso de los paraguayos. Pero hoy nuestro idioma sigue más fuerte que nunca y el Paraguay en pleno desarrollo.

“Mientras los paraguayos hablasen el idioma salvaje, el Paraguay nunca podrá ser anexo a la Argentina”, decía el entonces presidente argentino en la posguerra de la Triple Alianza. En esa época apareció el término “guarango”, que se refería a una persona muy ignorante o garañona, calificativo de lo más bajo, vil y salvaje según una publicación de la Secretaría de Políticas Lingüísticas.

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Mitre, uno de los responsables de la devastación de Paraguay, es, sin embargo, visto como un héroe en su país y su nombre está en las placas de cientos de calles, avenidas, plazas y escuelas de cualquier ciudad argentina. Hoy, 140 años después de esa contienda que arrasó con nuestro país, dejándolo casi sin habitantes, aún existe una minoría que cree que el guaraní es un idioma de ignorantes o de “inferiores”.

En mi niñez, en los 80, la madre de una vecina en Cerro Memby, Concepción, me condicionó que para jugar con su hija solo podía hablar en castellano, para no “mudarle” mi falta de decencia porque yo hablaba guaraní. Entonces, ¿Por qué persiste este idioma y se fortalece con el tiempo? Es que el guaraní es un idioma de resistencia, que perdura pese a los intentos de eliminación que sufrió durante más de 500 años. Está en el ADN del paraguayo y permea todos los tiempos, sesgos y maltratos.

El guaraní nos permite mantener las tradiciones. Los paraguayos pensamos en guaraní. La publicidad descubrió en los años 90 que un “Ha upéi” o un “Ñanemba’e teete” venden más como slogan o jingle que un “y después” o “un auténticamente nuestra”, invitando a la antropología a que investigue y descubra que el guaraní está en nuestra sangre.

Pero los azotes al guaraní forman parte de todas las épocas del Paraguay. En la “gloriosa” era de don Carlos Antonio López, en el afán de volver “culto” al Paraguay, se prohibió a los habitantes hablar el guaraní en los lugares públicos y escuelas, y aquellos que eran descubiertos “in fraganti” recibían tremendos golpes en la plaza pública, y si se trataban de funcionarios públicos, podían perder el empleo. En el diario El país del 4 de marzo de 1939, se lee: “El Paraguay tiene un gran enemigo de su progreso, el idioma guaraní… el que hablan ciertas clases sociales inferiores como el indio primitivo y se inculca a quienes se preocupan del progreso de nuestro país… este idioma al parecer inofensivo, pero en realidad es el enemigo más poderoso de nuestra cultura”.

Con la Constitución de 1992 el guaraní se convirtió en idioma oficial y ganó la aceptación de la sociedad. Pero no desapareció el sesgo de aquellos que creen que hablar guaraní definitivamente nos hace ser menos que otros. Es por eso que esta semana celebramos que la agencia estatal IP Paraguay incorporó una pestaña de noticias en guaraní, cumpliendo así lo que antes era letra muerta en la normativa del bilingüismo.

La presencia del guaraní en pantallas como la de Paraguay TV hizo que ingresara el idioma a miles de hogares y se integrara en la vida cotidiana de la gente, sin distinción de clases sociales. “El medio es el mensaje”, sostenía el lingüista Marshal McLuhan en los años 70. Y una prueba del poder de la televisión es la reciente serie “Marilina”, que cuenta con escenas en guaraní pero sin subtitulados para lamento de quienes no hablan el idioma.

César Palacios

CON “7 CAJAS” SE GANÓ LA APROBACIÓN

En el 2012, el largometraje nacional “7 cajas” fue otro éxito a nivel local e internacional que se ganó la aprobación de la gente, que se sintió identificada al ver su cultura reflejada en la pantalla gigante y extensas escenas habladas solo en guaraní. De manera que, en la medida en que existan programas, noticieros o medios escritos digitales en guaraní, como el caso IP Paraguay, más gente lo hablará, leerá y se apropiará del idioma. A esta altura podemos ratificar que Mitre fracasó en su plan de borrar al guaraní y de convertir a Paraguay en una provincia de Argentina. Al contrario, el guaraní y el Paraguay gozan de muy buena salud.

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