En el cuarto día del novenario de la Virgen de Caacupé, monseñor Lucio Alfert, obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, insistió en defender la vida en el seno de la familia y lamentó que existan tantos casos de feminicidio.

“Se debe defender la vida en el seno de la familia”, ratificó. Al mismo tiempo de recordar que cada semana en el país se dan 2 muertes de mujeres en los hogares. “No se puede aceptar esta situación”, sentenció.

También insistió a no discriminar a los indígenas. “Muchas veces, clasificamos a las personas, como incapaces o seres inferiores y no solo lo pensamos, sino lo expresamos en forma de chistes o insultos. En Paraguay, los indígenas son los que más sufren discriminaciones; soportan burlas, indiferencias, incomprensión, son expulsados de sus propias tierras ancestrales, también son cuestionados al llegar a las ciudades, cuando antes también era su territorio, además, las instituciones del Estado a menudo se niegan a defender eficazmente sus derechos o simplemente cumplir la constitución nacional”, expresó monseñor Lucio Alfert, obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo, durante la homilía por el cuarto día del novenario de la misa de ayer en la Basílica Menor de Caacupé.

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Miles de fieles asistieron al cuarto día del novenario de la Virgencita de Caacupé. Desde tempranas horas de la mañana se vislumbraba entre la espesa niebla a peregrinos y ciclistas arribando el cerro de Caacupé con el fin de cumplir sus promesas por los favores recibidos de la santa madre.

Esta vez, el motivo del encuentro fue “La palabra de Dios se hizo carne y puso morada entre nosotros” y en este sentido, el obispo a cargo explicó que Dios se despojó de su rango de Dios para servir a todos y su trono de Rey fue la cruz.

“A diario nos sentimos superiores a otros, por saber más, por tener más poder o más dinero o por ser de tal o cual casta familiar, despreciamos a otros por sus rasgos físicos o por hablar otras lenguas o por el simple hecho de ser diferentes, cuando Jesús pide que aceptemos a todos para poder servirlos”, indicó.

Por otra parte, dijo que en medio de un mundo con tanto desprecio, luchas de clases sociales, rivalidades, “es hermoso que nos podamos encontrar aquí entre personas de muchas culturas que conforman nuestra patria y nuestra iglesia”.

En la oportunidades estuvieron presentes representantes del pueblo sanapaná, pueblo ava guaraní, pueblo mbya guaraní, pueblo ayoreo, pueblo aché, nivaclé y representantes de la Conapi, que realizaron ofrendas a la Virgencita Azul, además de cánticos y bailes para manifestar su profunda veneración, agradecimientos y perdón.

En otro momento, el obispo manifestó los anhelos más profundos de la iglesia para Paraguay, “soñamos con una patria con instituciones públicas eficaces y transparentes, poderes del Estado justos, representantes honorables que defiendan la vida y la casa común con toda su riqueza ecológica, con ciudadanos comprometidos, responsables, además un país donde los indígenas sean realmente parte de la sociedad y nos muevan para vivir una verdadera interculturalidad entre personas de diferentes lenguas, culturas y religiones, soñamos con cristianos auténticos, que vivan con coherencia”.

VIOLENCIA

Por otra parte, mencionó que no se puede instaurar la paz, a través de armas, poder policial o militar, y que sin Dios podríamos acabar con el mundo. “No debemos construir fronteras o muros entre seres humanos, sino puentes que nos unan a nosotros y a Dios, ser facilitadores de encuentros y de diálogos, además, debemos exigir la defensa general de la vida, no puede ser que cada semana se cometa homicidios contra mujeres en sus hogares, no se debe aceptar, la iglesia está comprometida con la convivencia armoniosa entre personas de diversas culturas”, concluyó.

La misa principal estuvo presidida por monseñor Lucio Alfert, obispo del Vicariato Apostólico del Pilcomayo.
Una gran cantidad de fieles participaron de la misa principal en Caacupé.

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