POR PAOLO BERIZZI

Embajador de la Unión Europea en Paraguay

La pandemia del covid-19 nos obliga a pensar en lecciones aprendi­das para construir un futuro mejor. Aprendimos sobre la profunda interdependen­cia entre nuestros países y regiones. Que el multilatera­lismo y la solidaridad mun­dial funcionan mejor que el individualismo y el protec­cionismo: los desafíos globa­les se pueden enfrentar sólo con una acción global con­junta/coordinada. La ter­cera lección ha sido la nece­sidad de basarse en la ciencia para tomar decisiones. Voy a intentar aclarar cuál es la posición de la Unión Euro­pea sobre una recuperación pos-covid que sea compati­ble con el medio ambiente y el desarrollo sostenible.

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La ciencia nos dice que el covid-19, por gravísima que sea, es solo una advertencia en comparación con los ries­gos existenciales asociados con el calentamiento global. Analicemos unos ejemplos. La expansión de enfermeda­des está asociada al cambio climático. De hecho, algunas enfermedades se transmiten por vectores como mosqui­tos, y su supervivencia está plenamente vinculada al clima. Los ecosistemas natu­rales saludables son un requi­sito previo para la prosperi­dad continua.

Los incendios forestales y la deforestación son tam­bién fenómenos preocupan­tes. Los bosques en general y la Amazonía en particular son indispensables y vitales para los esfuerzos de lucha contra el cambio climático. La Unión Europea cree que se debe proteger la integri­dad de la Amazonía y que las altas tasas de deforesta­ción no son compatibles con el Acuerdo de París, al ser la deforestación una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero. Cuando se eliminan los bos­ques, estos dejan de ejercer ese papel fundamental de absorción del CO2, aumen­tando la concentración de este gas en la atmósfera. Lo que nos explica la ciencia, y no solo los ambientalistas, es que, si no se logran redu­cir las emisiones de gases de efecto invernadero y la defo­restación, la degradación ambiental podrá conducir a consecuencias calamitosas, incluida la inhabilitación de grandes partes de nues­tro planeta en las próximas décadas. El aumento de fenó­menos climáticos violentos podría continuar destru­yendo hogares, cultivos e infraestructuras, desenca­denando incendios fores­tales masivos e induciendo una migración masiva. Espe­remos que ese escenario apo­calíptico no se materialice, pero hay algo más útil que esperar: actuar.

Las decisiones que tomemos hoy definirán el futuro de mañana. Necesitamos uti­lizar el repunte económico de la pandemia para acelerar la transición hacia un futuro más seguro y resistente. Es por eso que los planes de recu­peración económica deberían basarse en patrones sosteni­bles, desarrollando sistemas productivos diversificados, resilientes, sostenibles y de bajas emisiones, invirtiendo en la economía circular y en energías renovables, apos­tando a soluciones basadas en la naturaleza y los servi­cios ecosistémicos.

Los motivos para cuidar el medioambiente no se limi­tan a preservar su belleza. Es fundamental considerar también el enfoque de dere­chos –por ejemplo, el dere­cho al agua–, el enfoque de estabilidad y el enfoque eco­nómico. Hay estudios clarí­simos que nos enseñan que descuidar al medioambiente hoy, nos traerá consecuen­cias económicas muy gra­ves mañana, muchas que ya estamos viviendo hoy. Por eso consideramos que los gastos “verdes” son una inversión necesaria, un seguro para el futuro. En Europa tene­mos varios ejemplos de que las inversiones privadas en el sector verde llegan a ser muy rentables.

La Unión Europea y sus Esta­dos miembros han reconfir­mado su compromiso con una recuperación verde, digi­tal y resiliente y eso ha sido incorporado en la propuesta para el plan de recuperación pos-covid. Se propuso que el 25% del presupuesto de la UE para los próximos siete años se gaste en inversiones climá­ticas. Nuestra acción se llama “Europa de la Próxima Gene­ración” porque debemos pen­sar en nuestros hijos y nietos. Por eso, con el Pacto Verde Europeo, la UE se mantendrá en su objetivo de ser el primer continente climáticamente neutro para el 2050, y desa­fiamos a cualquiera a que nos gane para que toda la huma­nidad gane. Adicionalmente, nuestro compromiso es que el Acuerdo de Asociación de la UE y el Mercosur sea benefi­cioso no solo en términos eco­nómicos, sino también para los objetivos de sostenibilidad global. Las ventajas económi­cas tienen que acompañar los objetivos de sostenibilidad tal como el cuidado del único pla­neta en que podemos vivir. En el capítulo sobre comercio y desarrollo sostenible, acorda­mos implementar el Acuerdo de París y otros compromisos multilaterales. La solidaridad global, el comercio abierto y justo, el orden basado en reglas y el multilateralismo son cruciales para evitar caer en una recuperación basada en la deforestación, la conta­minación y el uso intensivo de combustibles fósiles, que pondrían a las personas y al planeta en peligro potencial­mente irreversible.

La Unión Europea insta a todos sus socios a imple­mentar políticas claras y sóli­das de recuperación ecoló­gica. Estamos dispuestos a colaborar en todo el mundo sobre las formas de dirigir la inversión a actividades eco­nómicas y medioambien­talmente sostenibles. Aquí en Paraguay también, una parte importante de nues­tra cooperación se desti­nará a lograr resultados en temas medioambientales y de lucha al cambio climático, compartiendo experiencias, apoyando proyectos, expli­cando nuestros estándares y compartiendo nuestros prin­cipios para las finanzas sos­tenibles. Trabajar duro para encontrar nuevas formas de ganar este desafío colectivo y permitir que nuestros niños disfruten de una vida decente en un planeta pacífico no es una búsqueda idealista o ingenua. Se trata de escuchar a la ciencia, fortalecer nues­tras economías y construir un futuro mejor. No existe una alternativa realista a la recuperación verde.

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