Robots humanoides e IA son, claramente, un desarrollo tecnológico para seguir bien de cerca. No debiéramos mirar hacia otro lado.

Cuando agosto pasado estaba próximo a finalizar, el doctor Luo Xun dijo al colega periodista Nicolás Mancini, del diario Clarín de Buenos Aires, que en la actualidad los robots tienen “mayor interacción natural con los humanos”.

Luo, profesor de ciencias de la computación en Connected Universal Experience Labs y miembro de la Junta Directiva de la Federación de Computadoras de China, como cientos de expertos que participaron de la Conferencia Mundial de Robótica 2024 en Beijing, sostiene que “los robots ya no se limitan al ámbito de los laboratorios de alta tecnología y están pasando gradualmente de los entornos experimentales a los entornos industriales y, luego, a los hogares”. En la capital china, el Centro de Innovación de Robots Humanoides de Zhejiang presentó su nuevo robot humanoide, NAVIAI, que, entre otras acciones, prepara té, juega al ajedrez y pronuncia discursos. Otro desarrollo robótico, Astribot S1, escribe con buena caligrafía, cocina, dobla prendas para vestir. Wanda, también humanoide, es apta para el servicio doméstico. Tesla Optimus, que también debutó públicamente en esta ocasión en Beijing, camina con bastante agilidad, tiene en sus dedos funciones táctiles y de percepción.

“¡Todo un hombrecito!”, podría haber dicho alguien en el barrio al verlo pasar unos pocos años atrás. Tesla anuncia que en 2025 tendrá mil trabajadores humanoides en su fábrica. “El señor Liu Cong, vicepresidente de iFlytek, en la misma línea de pensamiento, espera que los robots humanoides ingresen gradualmente a varias industrias en los próximos 3 a 5 años y, en los venideros 5 a 10 años, a los hogares”, dice www.dandaig.con.ar, publicación especializada en China que recomiendo.

El mismo medio da cuenta de que “los robots de GalaxyBot ya han entrado en algunas de las principales empresas automovilísticas (globales) para llevar a cabo tareas y se espera que aparezcan en las tiendas farmacéuticas y minoristas alrededor de octubre (próximo), creando un grupo de farmacias y tiendas sin personal”. ¡Ufff! Me sorprende el anuncio, aunque no tanto. Algunas de esas tecnologías robóticas en Mar del Plata –unos 1.400 kilómetros al sur de mi querida Asunción– desde varios meses ya se aplican en el sector farmacéutico. Apabullante. ¡Hasta perros robots fueron vistos en Beijing! Se aprestan para estar en todos lados y en multiplicidad de funciones. Tanto para la paz como para la guerra. Semanas atrás, dimos cuenta de la producción de “robots asesinos” en algunas empresas pequeñas y medianas instaladas en los suburbios de Kiev en Ucrania.

INTERROGANTE

¿Qué pasará con los humanoides en el ecosistema laboral? Interrogante de larga data. Pienso en Metrópolis, aquella película muda alemana que en 1927 –97 años atrás– dirigió Fritz Lang inspirándose en una novela escrita por Thea Gabriele von Harbou. Me espanta. Pero pareciera que la humanidad tiende a repetirse. Es muy probable que 529 años atrás el “caballero autómata” haya sido el resultado que alguien quiso obtener por alguna razón desconocida y que, para alcanzar ese objetivo, haya recurrido a quien es considerado como uno de los más brillantes inventores del Renacimiento.

Leonardo di ser Piero da Vinci (1452-1519) sin dudas lo era. Fue anatomista, escritor, urbanista, filósofo, músico, astrónomo, arquitecto, poeta, paleontólogo, botánico, ingeniero, escultor, pintor e inventor. Nació en Florencia. De allí que por su brillante fama se lo menciona como el “polímata florentino”. En aquella bella ciudad, adolescente aún, uno de sus vecinos, Andrea de Verrocchio, lo introdujo en la pintura. Desde entonces su espacio de trabajo fue el mundo de entonces. Venecia, Roma, Bolonia, Milán. Justamente en esa ciudad fue contratado por el duque Ludovico Sforza.

Leonardo da Vinci, en el 1495, diseñó "Il cavaliere dell'automa", el primero de los robots en la historia

En Amboise, Francia, donde finalmente falleció, sus estudios y creaciones fueron al servicio del rey Francisco I, también conocido por las fiestas que Leonardo organizaba para él y sus invitados y, a la vez, el “rey guerrero por los sucesivos conflictos que batalló contra Italia y España, entre otras potencias. Da Vinci fue un emprendedor que hizo de todo. Recordar sus obras puede llevar horas y siempre habrá de faltar la mención de alguna. “La Gioconda”, “La última cena”, “La adoración de los magos”, el “Retrato de Isabel de Este”, la “Cabeza de muchacha”.

Jugaba en toda la cancha. Por fuera del arte plástico, sus creaciones e invenciones sorprenden. El helicóptero, el automóvil, el submarino, el carro de combate. ¿Por qué no suponer que Francisco I le encomendara secretamente que creara novedosas armas para la guerra? Todo puede ser. “Il cavaliere dell’automa” (El caballero autómata)”, otra de sus creaciones, la presentó durante una fiesta que ofreció la familia de Ludovico Sforza quien, para divertir a sus invitados, pidió lo que hoy conocemos como un robot. Diligente Leonardo, creó un “caballero” humanoide que montó sobre una armadura que movía brazos y piernas y, además, emitía algunos ruidos. Todo para divertir. Supongo. No obstante, desde entonces no faltan quienes también señalan a Da Vinci como el padre de la robótica.

EL PRIMER ROBOT

Cuando en 1939, en Nueva York, se inauguró la Feria Mundial, la empresa Westinghouse Electric Corporation presentó a Elektro, definido como “el primer robot humanoide del mundo”. Con aproximadamente 2 metros de altura y unos 120 kilos de peso, fue diseñado y alistado para realizar 26 movimientos distintos.

Incluso, en un fonógrafo sus fabricantes grabaron poco más de 750 palabras para que pudiera simular una conversación. Caminaba, fumaba cigarrillos, inflaba globos, movía la cabeza y los brazos. Su mascota, Sparko –un perro robot– también realizaba algunos movimientos y respondía a ciertas órdenes. Fue un éxito notable. Hasta cuando finalizaban los años 60.

Una fantasía superior se ubicó entonces por encima en el interés de la opinión pública. Neil Armstrong, el 20 de julio de 1969, fue el primero de los hombres que pisó la Luna. Hacia allí –hacia la conquista del espacio exterior– se dirigió la mirada de una buena parte de la sociedad mundial. Ocho años antes –Unimate, un robot industrial– fue instalado en la línea de montaje de General Motors. Algunos trabajadores comenzaron a verlo como posible amenaza y a reflexionar sobre la robótica como un desarrollo tecnológico que pudiera ir en contra del trabajo humano.

En agosto de 2024, ya en este siglo, el doctor Luo, en Beijing, considera que, por la presencia disruptiva de los humanoides en el mundo laboral, “nuevos tipos de trabajo surgirán con el aumento del número y la coexistencia más amplia de robots de servicio” con la humanidad.

Sin embargo, piensa que “es difícil predecir qué tipo de empleos nuevos” se crearán, pero está convencido de que “no es motivo de preocupación”, aunque sí admite –como interrogante– que no sabe “si será justa la distribución de los nuevos empleos para todos los grupos de personas (...) por varias razones” que expone. “La inteligencia artificial que tenemos ahora está construida en gran medida sobre el aprendizaje profundo y los grandes modelos. Lo que significa que (en su razonamiento) (la IA) sigue siendo una caja negra y faltan explicaciones (porque) si las cosas van mal en el razonamiento de los robots es difícil encontrar formas para mitigarlas”. Es palabra y pensamiento del reconocido experto doctor Luo. Agrega en tono de reflexión que “estamos en una época en la que los humanos están profundamente divididos en su comprensión de los valores comunes (por lo que) en la situación de los robots, tal división solo será (para) peor”.

MIEDO ANTE LO DESCONOCIDO

Miedos y desconfianzas ante lo desconocido que se parece al humano. El experto japonés en robótica Masahiro Mori da cuenta de que aquella ambigüedad es la que confunde e inquieta al cerebro humano frente a algo tan parecido ante él, pero que sin embargo desconoce en el momento del encuentro con esos humanoides. Mori, en 1970, a esa sensación la llamó “bukimi no tani genshō”. En inglés, “uncanny valley”. En español, “valle inquietante”. Para que quede claro, miedo ante eso desconocido y antropomórfico.

Vuelvo a Luo. “La sociedad necesitará un profundo cambio de mentalidad para aceptar y abrazar el uso a gran escala de robots de servicio (que) tardará un tiempo, pero (cree que) finalmente sucederá”. Una vez más retornan a mí las imágenes de Metrópolis, ficción que transcurre en una megalópolis en 2026 en la que las y los trabajadores, convivientes con robots humanoides con prácticas humanas, viven en un gueto subterráneo y allí deben habitar –sin poder salir– por decisión de la élite dominante.

La rebelión en procura de la libertad no se demora. La pareja protagonista –Gustav Frölich como Freder y Brigitte Helm como María– alentados por un robot inician la epopeya contra quienes habitan en la superficie. Inteligencia artificial (IA) y robótica humanoide recorren senderos muy cercanos. Algunos afirman que una no es sin la otra. Al parecer, contrarían a las paralelas porque no esperan el infinito para cortarse. No, para nada. “Una mirada más atenta a la historia nos revelará que, en realidad, los humanos tienen buenas razones para temer a esas tecnologías nuevas y potentes. Aunque al final sus aspectos positivos superen a los negativos, llegar a ese final feliz suele implicar muchas pruebas y tribulaciones. Las nuevas tecnologías suelen conducir a desastres históricos no porque sean intrínsecamente malas, sino porque a los seres humanos les lleva un tiempo aprender a usarlas con sensatez”, sostiene Yuval Noah Harari en “Nexus”, su más reciente obra, que publica Random House.

No son escasos aquellos que fustigan y contradicen esa mirada crítica. Sin embargo, ese parecer en algún sentido se alinea con las reflexiones de veintiocho países que reunidos en los primeros días de noviembre de 2023 en Bletchley, UK, en un documento relevante destacaron que “existe la posibilidad de que se produzcan daños graves, incluso catastróficos, ya sean deliberados o involuntarios, derivados de las capacidades más relevantes de estos modelos de IA”.

Metrópolis, el cine mudo alemán en 1927, con la dirección de Fritz Lang, en 1927, imaginó una rebelión en 2026 que lideran Freder y María alentados por un robot humanoideble

ENORMES OPORTUNIDADES

Fuerte advertencia, por cierto. La Declaración de Bletchley –tal el nombre del documento emitido– pese a ello puntualiza que “la IA presenta enormes oportunidades globales (porque) tiene el potencial de transformar y mejorar el bienestar humano, la paz y la prosperidad”. Aunque puntualiza que “por el bien de todas las personas, la IA debe diseñarse, desarrollarse, implementarse y utilizarse de manera segura, centrada en el ser humano, confiable y responsable”.

Esto con el objeto de “promover el crecimiento económico inclusivo, el desarrollo sostenible y la innovación, proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales y fomentar la confianza pública en los sistemas de IA”, porque esos sistemas ya se aplican en “muchos ámbitos de la vida diaria, incluidos la vivienda, el empleo, el transporte, la educación, la salud, la accesibilidad y la justicia, es probable que su uso aumente”.

Por ello, es deseable que “se utilicen para bien y para todos, de manera inclusiva en nuestros países y a nivel mundial (para) hacer realidad el disfrute de los derechos humanos y fortalecer los esfuerzos para lograr los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de las Naciones Unidas”. El texto llama la atención sobre los “riesgos importantes” que plantea la IA y, entre ellos, hace foco en “el potencial de riesgos imprevistos derivados de la capacidad de manipular contenido o generar contenido engañoso” que facilita la circulación de información falsa, de bulos, de fakenews o de manipular a la ciudadanía cuando se desarrollan, por ejemplo, procesos electorales. Vale recordar el Brexit.

Hace un llamado de atención en particular a “los actores que desarrollan capacidades de IA de vanguardia, en particular aquellos sistemas de IA que son inusualmente poderosos y potencialmente dañinos”.

RESPONSABILIDAD

A ellos les recuerdan que “tienen una responsabilidad particularmente fuerte (...) para prevenir el uso indebido y problemas de control, y la amplificación de otros riesgos”. Harari, que parece ir parcial o totalmente en el mismo sentido reflexivo de quienes participaron en el cónclave, apela a la memoria y agrega que “en 1940, mientras las democracias liberales se encaminaban al basurero de la historia, era fácil creer que Stalin y Hitler eran un ejemplo de aprovechamiento de la tecnología industrial”.

Ningún robot humanoide se desarrolla sin el componente de la IA. ¿Cuáles serán los algoritmos con los que se habrá de “educar” o “capacitar” a esos sistemas antropomórficos? ¿Qué información contendrán?

“La IA puede (...) incluso inventar nuevas armas de destrucción masiva (...) desde bombas nucleares superpotentes hasta pandemias supermortales” y, a no dudarlo, “es potencialmente mucho más poderosa e ingobernable que las máquinas de vapor, los telégrafos y todas las tecnologías anteriores, porque es la primera tecnología de la historia que puede tomar decisiones y crear nuevas ideas por sí misma”. En términos históricos y comparativos, destaca Harari que “las ametralladoras y las bombas atómicas sustituyeron a los músculos humanos en el acto de matar, pero no pudieron sustituir a los cerebros humanos a la hora de decidir a quién matar”. Robots humanoides e IA, claramente, un desarrollo tecnológico para seguir bien de cerca. No debiéramos mirar hacia otro lado.



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