Nueva Alborada, uno de los distritos de Itapúa donde se conjugan turismo y producción, esta vez se destaca por los deliciosos platos de almuerzo escolar que sirven los viernes en las escuelas. Tras años de papeleo y propuestas, los habitantes alboradenses lograron que el Ministerio de Educación incluya en el menú escolar dos elementos distintivos de la producción local: el pescado y la miel.

  • Por Rocío Gómez
  • Corresponsal en Itapúa
  • Fotos Rocío Gómez / Gentileza

Si alguna vez escu­chaste hablar del cir­cuito Indio Dormido, el Museo del Árbol, la ruta de la Yerba Mate o el Paraíso de la Frutilla, entonces escu­chaste sobre este pueblo de 8.000 habitantes. Nueva Alborada trabajó por años para ser reconocido como el distrito de la miel de abeja, y hace un poco menos también se destaca por su producción piscícola.

“Hemos trabajado bastante para la incorporación de comida a base de pescado en el distrito de Nueva Alborada. Nos llevó meses y meses de trabajo para que lo aprueben y, finalmente, el año pasado el Ministerio de Educación nos dio su visto bueno. Los días viernes sí o sí se está dando almuerzo escolar a base de pescado con miel de abeja como postre”, celebra el intendente Óscar Martínez.

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De las 17 instituciones loca­les, 14 están recibiendo un menú exclusivo de produc­tos frescos y locales, trami­tados por la Municipalidad con el MEC, mientras que las otras tres instituciones reci­ben el almuerzo por parte de la Gobernación de Itapúa.

“Aproximadamente tenemos 400 alumnos, que día a día están siendo asistidos por la Municipalidad en el almuerzo escolar. Desde el primer día de clases comenzamos y tenemos planeado llegar hasta final de ciclo. Nuestro deseo también es que las escuelas a las que provee almuerzo la Goberna­ción busquen incluir pescado y miel”, indica el jefe comunal. El proyecto es financiado por el Fondo Nacional de Inver­sión Pública (Fonacide) y las empresas licitadas se proveen de los pequeños productores locales.

La única condición que puso el MEC a la hora de aprobar la carne de pescado fue que no debía tener espinitas, por lo que el menú se basa en uno de los pescados más cotizados por los piscicultores: la tila­pia. Y todo esto, adaptado al costo presupuestado de G. 11.900 cada plato. Desde el municipio continúan en la búsqueda de otras especies que puedan incorporar al menú de los pequeños estu­diantes.

TILAPIA, PACÚ, BAGRE Y CARPA

Desde 2015, en Nueva Albo­rada hubo un trabajo inten­cional en potenciar la pro­ducción piscícola de los alboradenses. Se constru­yeron nuevos estanques y se entregaron numerosos alevi­nes, que son las crías de cier­tas especies. Fuertes inver­siones fueron realizadas por parte de la Gobernación y la Entidad Binacional Yacyretá a instancia de las gestiones de la Asociación de Pisciculto­res de Nueva Alborada, que agrupa a 85 productores loca­les.

“Lo más costoso de este rubro es la construcción de estanques y el balanceado. Un estanque de 20 metros por 50 metros cuesta apro­ximadamente G. 12.000.000 y esas son las medidas que debe tener. Si es menor, de 10 metros por 30, solo se utiliza para autoconsumo”, explica Arnaldo Cabrera, actual pre­sidente de la Asociación de Piscicultores. “Así también, hicimos un proyecto para tener una empresa de balan­ceado propio con base en semillas nuestras. Si se logra esto, mucha más gente parti­ciparía porque alimentar a los pececillos es bastante caro”.

Por otro lado, la compra de alevines no es costosa; cada uno cuesta G. 500 a G. 600, dependiendo de la especie. Sin contar con que la gran mayoría de las veces reciben crías de pescados por parte de la Gobernación en conjunto con la EBY.

El proceso de producción consiste en traer los alevines, acostumbrarlos a la tempera­tura y soltarlos en el estan­que más pequeño. Lo ideal sería que haya tres estanques, que se clasifican así como con el balanceado: inicia­dor, crecimiento y engorde. Dependiendo de cómo van creciendo los peces, deben ir pasando de estanques y de balanceados. “Los que requieren más cuidado son los alevines al iniciar, cuando son juveniles se cuidan solos. En el engorde ya son guapos, comen de todo, verduras y hortalizas especialmente”, relata Freddy Amarilla, pro­ductor y piscicultor.

Lo único que realmente puede significar una ame­naza para el cuidado de los peces es la falta de oxígeno. Por eso es necesario calcu­lar correctamente el espa­cio que ocupan a medida que van creciendo. “El pacú alcanza 1 kilo y medio al año. La tilapia crece más rápido, a los seis meses ya se los cose­cha con 500 gramos”, señala Amarilla.

DE PRODUCTOR A JEFE COMUNAL

En su momento, el inten­dente Martínez llegó a liderar la Asociación de Pisciculto­res y trabajó codo a codo con ellos, por lo que sabía que la mejor manera de apoyarlos era incorporarlos en el menú escolar. “Apenas asumí como intendente, me esforcé por sumarlos en este proyecto de comida a base de pescado”, indica Martínez.

“Como asociación le ven­dimos la carne de pescado para el almuerzo escolar a la empresa licitada por el MEC. Proveemos por semana un total de 50 kilos de filetes de tilapia, que tiene un costo de G. 65.000 el kilo. Serían 200 kilos por mes. Por ahora nues­tra producción alcanza, pero si no nos ponemos las pilas quizá no demos abasto”, admite Cabrera. Unas 30 a 40 familias están siendo bene­ficiadas directamente de las 85 familias que conforman la asociación.

La piscicultura aún es consi­derada un trabajo secundario para los pequeños producto­res, quienes dedican aproxi­madamente dos horas por día para alimentar a los peces y limpiar los estanques. De allí parte la duda sobre si alcanza­rán a producir suficiente para todo el año lectivo, pero siem­pre existe la opción de com­prar de otros distritos pro­ductores en este rubro.

Esta iniciativa constituye un verdadero desafío para los productores y puede llegar a ser el impulso que necesi­taban para lograr producir a gran escala. Anteriormente solo producían para vender en ferias y a turistas que lle­gaban al distrito buscando la famosa actividad de pesca y pague, alzándose con cuatro especies: tilapia, pacú, bagre y carpa.

VENTAJAS

“Sabemos que hay muchas más ventajas en consumir pescado antes que carne roja. Estuvimos en varias capacitaciones en las que pudimos comprobar que las personas que comen pescado son más sanas, inteligentes y aprenden más rápido”, comparte Cabrera.

Sin embargo, el verdadero valor agregado es que los padres pueden producir el alimento para sus pro­pios hijos sabiendo exac­tamente qué producto les están ofreciendo al mismo tiempo que se ganan el sus­tento para sus hogares. “En nuestra finca estamos pro­duciendo lo que consumen nuestros hijos”, expresó.

CAPITAL DE LA MIEL DE ABEJA

Un monumento de hierro que representa un panal con una abeja encima es la ima­gen que simboliza al distrito alboredense que los visitan­tes pueden observar apenas llegan a la ciudad. Por resolu­ción número 169, la Goberna­ción departamental declaró a Nueva Alborada como la Capital de la Miel de Abeja y fue galardonada como la mejor productora de miel del país en el II Congreso Nacio­nal de Apicultura en 2015.

“Somos más de 40 producto­res de miel de abeja en Nueva Alborada. Hay productores que tienen tres o cuatro cajo­nes, hay otros que tienen 20 y otros 100. Somos muchos y cada uno trabaja a pequeña y gran escala”, comienza expli­cando Sergio Ebert Schlen­der, productor de miel y miembro de la comisión directiva de la Asociación de Apicultores de Itapúa.

El destino de Sergio Ebert estaba fijado cuando su abuelo Erin Schlender llegó a Para­guay desde Alemania en 1970 aproximadamente. “Tenía 20 años y como no había muchos rubros en el momento, probó agarrar enjambre en cajones para producir miel. A él se sumó un amigo suyo, Adolfo Michel, y así fueron ambos los pioneros de la producción de miel alboredense”, recuerda con orgullo don Ebert.

La enseñanza fue pasando de generación en generación hasta que llegó a Ebert, quien en la actualidad cuenta con más de 300 cajones de pana­les ubicados no solo en la Capital de la Miel, sino tam­bién en Trinidad, Capitán Miranda y Cambyretá. Don Ebert provee miel para otros socios comerciales que tie­nen sus propias etiquetas de miel registradas como Flor Dorada, Miel de Alborada y Oro del Bosque.

“Yo trabajo de manera formal, pero no tengo etiqueta regis­trada. Mis colmenares tengo registrados en Senacsa (Ser­vicio Nacional de Calidad y Salud Animal) y cuento con registro de apicultor. Tam­bién proveo de miel a clien­tes antiguos que eran de mi padre. Uno o dos litros cada tanto me piden”, explica el productor Ebert.

SAVIA MILAGROSA

Entre los varios relatos de su vida relacionados a la miel, Ebert cuenta que a los 14 años este producto le salvó la vida al impedir que se desangre, ya que es un coagulante natu­ral instantáneo. “Un tanque de agua me cayó encima y me abrió la cabeza cuando tenía 14 años. Gracias a que tenía miel a mano, llegué con vida sin desangrarme en 20 minutos al sanatorio. Aparte de eso, sé que la miel de abeja fortalece los huesos y los dien­tes. Yo tomo desde pequeño y nunca me rompí los huesos pese a mis terribles caídas”, asegura.

A esto se suman los usos comunes que se conocen como la miel con eucalipto para los resfríos al ser un anti­biótico natural contra muchí­simas enfermedades. Incluso está siendo utilizada para el dengue, pues la mezcla con bicarbonato de sodio con un poco de limón y miel pura for­talece las defensas para que el cuerpo se pueda defender del virus.

Fue así que el producto albo­radense estrella no podía quedar fuera del menú que ofrecen en este distrito del sur de Paraguay, por lo que todos los días el postre incluye miel, necesitándose aproximadamente 15 litros por semana, lo cual benefi­cia a 50 pequeños producto­res. Por ahora, las variacio­nes son banana con miel y maní con miel, pero las coci­neras no descartan conti­nuar experimentando, siem­pre y cuando el fino paladar de sus pequeños comensales lo acepte.

AMOR A LA COCINA

Más de 30 cocineras fueron capacitadas en cursos brin­dados por el Servicio Nacio­nal de Promoción Profesional (SNPP) que fueron gestiona­dos por el municipio. De esta manera, hoy son especialis­tas en preparar comida a base de pescado y gran variedad de alimentos. Algunas abrieron sus propios locales de comida y 14 de ellas trabajan en las instituciones educativas, una en cada escuela.

Betty Laulaja, de 43 años, es una de las cocineras capaci­tadas en diversos menúes, pero principalmente en especialidades con pescado. “Hago de todo un poco, soy productora de frutilla, coci­nera, realizo compostura de calzados, producción de ali­mentos dulces y otras cosi­tas más. Estoy hace 3 años en esta escuela”, sonríe mien­tras revuelve la cacerola donde preparó el chupín de pescado de tilapia.

Convencida sostiene que para que los chicos disfruten de un buen almuerzo, “no hay secreto, hay que tener voluntad de cocinar, amor a la cocina y ganas de cocinar para que te salga bien. A los chicos les encanta comer mi comida”.

A la hora de citar los 17 tipos de platos que sirve, no deja nin­gún detalle suelto. Betty pre­para tallarín con salsa roja de carne molida, locro, poroto con queso, salsa de pollo con polenta, mandi’o reviro, albóndiga y guiso. Todo esto va acompañado por una ensa­lada fresca recién arrancada de la huerta y condimentada levemente. “Postre hay todos los días, compota de man­zana, crema pastelera de leche con azúcar quemada, banana, piña, dependiendo el menú”, indica.

Cuando habla sobre el menú de pescado, no duda en ase­gurar que los niños comen sin problema el chupín de tilapia y el pira caldo, las dos versio­nes del menú a base de pes­cado que sirven los viernes. “El filete de tilapia pueden comer sin problema porque no tiene espinas. Este plato es bastante exquisito, los hace crecer sanos y fuertes porque comen muy bien. Y algo que les da muchísima energía son los postres con miel”, agrega.

En el aula donde se sirve el almuerzo escolar, se observan cajas enteras de frutas y ver­duras frescas recién traídas de la finca. Los lunes los pro­ductores locales abastecen las cocinas de las 14 escuelas, lle­nando las heladeras con pro­ductos naturales, en su mayoría libres de agroquímicos.

MUCHOS BENEFICIOS

Compartir una comida entre iguales trae muchos benefi­cios para desenvolverse como personas independientes, aprendiendo a compartir y a terminar los platos enteros. En esto también las cocineras cumplen un rol importantí­simo, insistiendo con cariño para que coman todo lo que les sirven en los platos.

“Soy como una mamá segunda. Hay que tener mucha paciencia, pero ellos igual se portan muy bien. Del turno mañana sirvo almuerzo a 30 pequeños y a la tarde otros 20. Son máximo 50 platos que debo tener lis­tos al mediodía, por lo que me encanta arrancar temprano a cocinar. A las 6:30 ya me encuentran entre mis cace­rolas”, bromea.

Betty recuerda que cuando sus hijos asistían a centros de educación primaria aún no se contaba con el almuerzo escolar. Ella era una de las madres que insistía al direc­tor del colegio que tramitara un plato de comida para los chicos. Ahora que finalmente se logró, lejos de lamentar que sus hijos no contaron con este beneficio, ella disfruta prepa­rar los alimentos tomándolo como un logro personal.

Los padres, por su parte, agradecen a las cocineras por teléfono, valiéndose de los mensajes de WhatsApp para compartir la alegría de los pequeños que llegan con las pancitas llenas y amplias sonrisas a sus casas. Hasta los fines de semana desean volver para comer los deliciosos pos­tres que se sirven.

“Estoy más que contento y orgulloso, tengo dos niñas en preescolar y primer grado, y le damos gracias a Dios y a nuestras autorida­des por proveernos de estos alimentos frescos para los más pequeños. Esto ayuda a todas las familias, desde los de escasos recursos, hasta clase media y alta, porque aliviana el bolsillo y alimenta de una manera increíble­mente sana. Estamos muy felices”, agradece Alberto Haugg, padre de dos peque­ñas y concejal municipal de Nueva Alborada.

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