Ricardo Rivas, periodista, X: @RtrivasRivas

Los procesos electorales –tal vez desde siempre– guardan y arrojan sorpresas que estallan en la cara de la ciudadanía. Nada nuevo. La humanidad se repite.

Desde hace un par de semanas –al igual que otra buena cantidad de compatriotas– recibo dos reiterados MD (mensajes directos) en el móvil. “¿Qué pasa en la Argentina?”, consultan aquellas personas y colegas periodistas con los que tengo menos confianza. Otros, más allegados y en general argentinos y argentinas colegas en el periodismo o en la academia que migraron en los años más recientes, sencillamente dicen “¡Somos un circo!”.

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El triunfo de Javier Milei en las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO) en las que no compitió con nadie porque ningún conmilitón confrontó su liderazgo fue el detonante. Su emergencia tuvo alto impacto. Pero entiendo que no tiene sentido responder a cada uno de esos breves textos recibidos porque, además, tampoco tengo la respuesta.

Sin embargo, la palabra “circo” me tocó fuerte. “Viajar es una de las formas de encontrar y, en algunos casos, de encontrarse, si se sabe mirar y se quiere encontrar”, nos dijo alguna tarde invernal la profe de literatura Antonia Caputo de Galicchio, cuando cursaba el cuarto año del secundario en el Instituto San Román, en mi pueblo natal, el Bajo Belgrano en Buenos Aires, unos 1.260 kilómetros al sur de mi querida Asunción.

No finalizaban aún los años sesenta en el siglo pasado. Eran tiempos complejos. Un rato antes, durante un recreo, un querido compañero y amigo –uno de los pibes del barrio– Daniel Smaniotto, abanderado, inteligente, lúcido, inquieto que nos dejó cuando la juventud todavía lo habitaba, mientras hablábamos de fútbol, críticamente sostuvo que el campeonato era “un circo”. Otro pibe, con vehemencia, respondió que “¡circo es otra cosa!”. La discusión se calentó. El timbre para volver a las aulas interrumpió. La profe Antonia, que claramente escuchó aquel intercambio, ya en el aula, explicó que “desorden, barahúnda, confusión, jaleo, caos, alboroto, desorganización” suelen operar como sinónimos de circo a la hora de producir sentido. ¿Quiso darle la razón a Daniel? Puede ser. Pero, debo decirlo, aquellas palabras quedaron para siempre grabadas en mí. La palabra suele tener efecto residual. Como casi todo conocimiento.

Diputada italiana por el Partido Radical, Elena Anna Staller, la Cicciolina: “Haz el amor, no la guerra”

ESTALLIDO

Javier Gerardo Milei (52), diputado nacional, economista, consultor y docente universitario, cercano al mundo del espectáculo, con una impronta muy particular, crispada y una gestáltica llamativa, desató una tormenta de opiniones. Las redes –el ecosistema donde más a gusto parece moverse Javier– estallaron. “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”, una de las frases más conocidas del filósofo italiano Antonio Gramsci (1891-1937), ganó espacio en el territorio digital y esa –una de sus expresiones más conocidas– se repitió como nunca antes.

“Es durante los momentos más difíciles cuando las personas demuestran su auténtica forma de ser”, decía también don Antonio, quien desde 1926 fue encarcelado, torturado y vejado hasta su muerte por orden del dictador fascista italiano Benito Mussolini. Claramente, el resultado electoral habla más de los que eligen que del elegido.

Sin embargo, la palabra de aquel teórico del marxismo a la luz del inesperado éxito de Milei en las PASO inesperadamente ganó espacio. Tiempos de crisis. Siempre los hubo. Y, seguramente los habrá. Aunque impensable, si se recorre la historia universal, es posible imaginar que algunas sociedades se mueven (¿evolucionan?) como si trashumaran sobre una perversa banda de Möbius que, como tal, tiene una sola cara y un solo borde y, por tanto, resulta imposible salir de ella.

Los procesos electorales –tal vez desde siempre– guardan y arrojan sorpresas que estallan en la cara de la ciudadanía. Nada nuevo. La humanidad se repite. ¡Möbius! Sin buscar demasiado en la historia, es posible encontrar situaciones que, en su momento, resultaron increíbles y hasta escandalizaron. A modo de ejemplo, un siglo atrás, en la provincia argentina de Córdoba, unos pocos meses después de la Reforma Universitaria, un tal Enrique Badesich, a quien se lo señala como periodista, telegrafista y poeta a la vez que afecto a la extravagancia y a los buenos licores, de la mano de dos intelectuales de fuste –Deodoro Roca y José Ingenieros– se lo impulsó como candidato a diputado por el que se registró como Partido Bromosódico, una creación disruptiva de un grupo de estudiantes universitarios cordobeses.

Michel Gerárd Joseph Colucci, alias Coluche, candidato presidencial en Francia en 1981: “Como siempre hemos votado a personas competentes e inteligentes, ahora propongo que votemos a un imbécil que no se entera de nada. O sea, yo”

CLIMA POLÍTICO

El clima político no era el mejor. Conservadores y radicales disputaban. No había diálogo. Solo enfrentamientos estériles. En ese contexto, la Unión Cívica Radical (UCR) se retiró de la disputa. Los conservadores bloquearon una reforma política que proponían y, finalmente, triunfaron. Se impusieron sin demasiadas dificultades. Pero en aquel clima de desacuerdos, desencuentros e intransigencias, el camino de los bromosódicos se allanó. Badesich fue elegido diputado por 22 votos.

En las urnas, un sector de la ciudadanía que se identificó con sus novedosas propuestas lo acompañó con el voto y lo ungió diputado. Enrique – también fundador y editor del periódico humorístico y satírico El Arlequín, que solía vestir para los actos de campaña un traje de papel que completaba con un enorme sombrero e improvisaba sus ocurrentes discursos– propuso audaces reformas que, sin mucho esfuerzo, están al alcance de quien quiera buscarlas en la internet.

Sin cortapisas se comprometió –de ser elegido– a disponer el acortamiento de los hábitos que vestían los sacerdotes para hacer ropas para niños pobres con la tela sobrante con ese novedoso ahorro de insumos; a disponer la separación de la Iglesia del Estado, el amor libre, la supresión del Ejército, al que señalaba como una organización antisocial y anacrónica; a crear la República de Córdoba con representantes confidenciales ante las potencias europeas y americanas, entre ellas la Argentina; la eliminación de las esquinas para evitar los choques entre vehículos. ¡Escándalo! Sin estructura y pese a los votos obtenidos, Badesich no pudo asumir sus responsabilidades parlamentarias. Fue rechazado por los legisladores conservadores que lo acusaron de ser “una persona notoriamente incapacitada para ejercer como legislador”.

Historia viva. Es verdad, aunque muchos no lo crean. No es un caso único. Allá por 1981, en Francia, Valéry Giscard d’Estaing y François Mitterrand fueron desafiados electoralmente por un tal Coluche –Michel Gérard Joseph Colucci (1944-1986), su nombre completo–, quien se postuló para la presidencia de ese país. “Como siempre hemos votado personas competentes e inteligentes, ahora propongo que votemos a un imbécil que no se entera de nada. O sea, a mí”, dijo a la ciudadanía francesa aquel actor y humorista que solía vestir como un payaso a la hora de lanzar su campaña para ocupar el palacio del Elíseo.

Transgresor, disruptivo, consiguió el apoyo de algunos intelectuales vanguardistas. Pero, cuando crecía en la consideración popular, inesperadamente se bajó de la contienda. Inentendible. “Viajar es una de las formas de encontrar y, en algunos casos, de encontrarse, si se sabe mirar y se quiere encontrar”. Aquella afirmación de la profe Antonia Caputo de Galicchio ya consignada regresó.

Diputado electo en 1919 por el Partido Bromosódico en la provincia argentina de Córdoba, Enrique Badesich propuso “el amor libre” y “acortar las sotanas de los curas para hacer ropa para los niños pobres” con el ahorro en tela

HERVIDERO

Con el paso de los años comencé a viajar. Casi siempre por trabajo. Roma, en 1987, era un hervidero político. Caminar sus calles, buscar la Fontana de Trevi cerca de la medianoche para arrojar de espaldas a ella una moneda por sobre el hombro izquierdo “para volver” o imaginar que en algún momento habría de bañarse en sus aguas Silvia (Anita Eckberg) con su largo vestido negro y que sería testigo de cuando llama a Marcello (Mastroiani) para que la acompañe. La Dolce Vita.

Ya había pasado el tiempo del western spaghetti en Cinecittà. Pero, si bien la economía de Italia crecía, el PBI (producto bruto interno) finalmente resultaría ser más bajo que el año anterior. Algunos analistas sostenían entonces que era “la cuarta economía del mundo” que miraban. El ingreso per cápita contra PBI se ubicaba en torno de 12.000 euros. Casi 57 millones de personas italianas vivían mejor que una década antes. Las pobrezas posteriores a la Segunda Guerra Mundial quedaban atrás.

Sin embargo, el sistema convulsionaba. La crisis era política. Los efectos de los Anni di Piombo eran parte de la indisimulada cotidianidad. Las violencias también eran parte del paisaje. La corrupción – estructural y sistémica– se respiraba. Pero, por encima de todo, Italia estaba cruzada por dolor y muerte. El secuestro y asesinato de Aldo Moro (1916-1978) a manos de las Brigadas Rojas fue un golpe duro y masivo. Las 85 muertes y más de 2 centenares de heridos en la Strage di Bologna que el sábado 2 de agosto de 1980 provocaron terroristas neofascistas del Nuclei Armati Rivoluzionari añadieron tristeza y desazón.

En torno de aquel “núcleo” – se leía en los diarios de entonces– convergían y acordaban organizaciones mafiosas como la Camorra, la Cosa Nostra y hasta la Ndrangheta junto con la Banda della Magliana. Política y crimen organizado. Negocios sobre la sangre derramada. No había razón, solo fuerza, disputas, vendettas o violentas fantasías tan delictivas como inalcanzables que algunos discretos líderes y lideresas –como Licio Gelli, gran maestro de la logia masónica Propaganda Due (P2) que activamente participó en la Argentina con los jefes de la última dictadura cívico-militar– parecían compartir con agentes paraestatales del Servizio per le Informazioni e la Sicurezza Militare (SISMI) asociados en acciones clandestinas planificadas y desarrolladas dentro del plan de operaciones la Red Stay Behind de la OTAN que, para impedir el avance del comunismo en Italia, imaginaba en ese país, en casi toda Europa y con ramificaciones en Latinoamérica, estúpidas batallas –tan cruentas como ilegales– bajo el nombre clave de Operación Gladius (espada).

Andy Warhol, artista plástico: “En el futuro, todos serán mundialmente famosos por 15 minutos”

“RUIDOSA ALEGRÍA”

Pese a la tan extendida idea de la ruidosa alegría italiana en tiempos de bonanza económica, percibí por entonces que el clima social tendía a ser negativo. La sociedad claramente sentía que algo no iba bien. Sus dirigentes políticos no daban respuestas satisfactorias. En ciudades y pueblos eran evidentes los síntomas de depresión, estrés, desinterés, desesperación.

En aquel año hubo elecciones. En el resultado de aquel comicio del 14 de junio del 87 algo del creciente clima social deprimente emergió a la hora de elegir el Décimo Parlamento Republicano. La caída de la actividad industrial afectó el comportamiento en las urnas del Partido Comunista. El avance del sector servicios de la economía y finanzas benefició a los socialistas, que liderados por Bettino Craxi ganaron fuerza. La Liga del Norte consiguió dos escaños.

En ese contexto, la ciudadana Elena Anna Staller (35), nacida en Budapest, Hungría, en 1951, fue elegida diputada por el Partido Radical, que la postuló en el segundo lugar de la lista. Fue la más grande de las sorpresas de entonces. La Cicciolina, su nombre como actriz de cine para adultos, fue electa diputada hasta 1992. La señora Staller trabajó intensamente para que Italia ingresa en la OTAN, impulsó leyes relevantes en contra de la proliferación nuclear en cualquiera de sus formas y no dudó cuando la guerra del Golfo (2 de agosto de 1990-28 de febrero de 1991) era inminente ofrecerse para mantener relaciones sexuales con el dictador iraquí Saddam Hussein para evitarla.

Aquella propuesta tuvo reminiscencias de los años sesenta –”Haz el amor, no la guerra”–, un verdadero apotegma antimilitarista para oponerse a la guerra de Vietnam, que como creación personal se adjudica Gershon Legman, quien la escribió de puño y letra en su suéter durante una manifestación en Eugene, Oregon, Estados Unidos, en abril de 1965, fue también una de las banderas en el Mayo Francés del 68 y que entonaron, entre otros por John Lennon (1973 “Mind games”) y Bob Marley (1973 “No more trouble”), fue apropiada por la diputada Staller, del Partido Radical italiano, sin éxito. Nadie quiso escuchar a la Cicciolina.

PREFERENCIA

¡Escándalo! Demasiados prefirieron escuchar a George Herbert Walker Busch (1924- 2018) 41.er presidente de los Estados Unidos. Si bien no hay cifras concluyentes, se estima que unos 500 soldados de la Coalición Internacional que atacó Irak murieron, en tanto que entre 20.000 y 30.000 efectivos iraquíes cayeron y unos 4.000 civiles también fueron víctimas fatales. La misma oferta le hizo a Vladimir Putin cuando promediaba mayo del 2022 para que deje de hacer la guerra contra Ucrania.

En 1992, Elena Anna Staller, después de cumplir con el mandato popular que las urnas le otorgaron en 1987, se retiró de la vida política. Italia siguió su marcha. En ese camino aquel país se cruzó con Silvio Berlusconi. Presidente del Consejo de Ministros en tres oportunidades (1994-1995 / 2001-2006 / 2008-2011), fue ministro de Relaciones Exteriores (2003) y presidente temporal del Consejo europeo durante el segundo semestre de 2003. Empresario en varios sectores, propietario del equipo de fútbol AC Milán (1986-2017) y desde 2018 del Società Sportiva Monza 1912.

Luego de finalizar sus mandatos gubernamentales – cuando ya no podía hacer lobby en su propio beneficio– la Corte Suprema de Casación lo condenó a cuatro años de prisión por fraude fiscal. También fue sentenciado a siete años de cárcel por prostitución de menores. Pagó por servicios sexuales a la mujer menor de edad de nacionalidad marroquí Karima el Mahroug, conocida como Ruby Rubacuori, pero en 2014 fue absuelto porque el Tribunal de Apelación de Milán consideró que Silvio Berlusconi “no tenía por qué saber que la joven era menor de edad”.

A la hora de acusar al exhombre poderoso de Italia, la fiscal adjunta Tiziana Siciliano en su escrito consignó que “el primer ministro en el cargo solía animar sistemáticamente sus veladas recibiendo en su casa a grupos de odaliscas, esclavas sexuales a sueldo”. En el mismo texto judicial y tal vez previendo un final absolutorio, la agente del ministerio público sostuvo que aquellos “hechos ya han pasado a la historia, independientemente de nuestras valoraciones”.

Italia sigue su camino. Berlusconi ha muerto. Del diputado bromosódico cordobés en la Argentina de hace un siglo ya casi nadie recuerda. Coluche

–que murió en un accidente automovilístico– tal vez haya interpretado, como candidato, uno de sus mejores papeles. La Cicciolina (72), tres años atrás, hizo público que para mejorar su situación económica vendió muchos de sus mejor atesorados recuerdos personales y laborales. Todos pasaron.

¿Qué pasa con Milei? Habrá que esperar para dar una respuesta. “En el futuro, todos serán mundialmente famosos por 15 minutos”, sentenció Andy Warhol (1928-1987) tal vez en Estocolmo en 1968. “¡Claro, Andy! Por quince minutos”, dice que dijo entonces el fotógrafo Nat Finkelstein, el fotógrafo que lo acompañaba en aquel momento.



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