Toni Roberto, tonirobertogodoy@gmail.com

Hoy Toni Roberto recuerda a cuatro amigos que partieron recientemente a partir de la mirada al cielo de un avión que pasa de siesta sobre los cielos de Asunción a gran altura.

Son las 13:30. Es de siesta, un avión cruza a altísima altura los cielos de un barrio de Asunción. Es que estaba mirando hacia arriba recordando a Techi, Gloria, tía Tota y Diego, quienes recién se fueron de esta tierra. A la distancia esa máquina del aire es como un pequeño punto en la inmensidad y el cielo está más celeste que nunca.

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Techi Vaisembrut. Asunción, 1975. Foto atribuida a Alberto Miltos

TECHI

En esas alturas, le recuerdo a Techi Vaisembrut, aquella menuda mujer que entregaba cariño a todo aquel que se acercaba a ella; es un lujo recordar a las personas que ya no están, desde el lugar en el que uno le tocó conocerlas, esos seres que hoy ya no tienen tiempo. La descubrí un día de 1989 en el viejo supermercado Economax, junto a su padre, el señor Vaisembrut, que me contaba quilómetros de memorias de Clorinda, donde vivieron muchos años y nació Techi en 1953, así como las infaltables leyendas de la creación de la marca Cone en el Paraguay.

Pero el paso de Techi por la tierra también se convirtió en cariño y dedicación, maestra de décadas del Colegio Internacional, en muchos casos de abuelos, hijos y nietos, teniendo en cuenta que después de su retiro, el año pasado, volvió a enseñar a niños contando cuentos.

Además, también era maestra en las calles; cuando salía del supermercado le acompañaban hasta su casa, a cinco cuadras, algunos chicos que llevaban las mercaderías. Por el camino ella les daba clases sin aulas, el viaje era para ellos un premio, por su dulzura, por su bondad, por sus ganas de ayudar y enseñar en donde le tocara, sin distinción de ninguna clase.

Un sencillo chalet de la calle McMahon de Villa Morra era el hogar de esta dama con la que encontrarse en algún rincón de la ciudad significaba un momento para aprender de humanidad, una especie de maestra de “humanótica”, parafraseando las frías clases de “robótica” que hoy se dan en muchas aulas paraguayas.

En un momento recuerdo sus intervenciones radiales en las tardes. Un día me contó la historia del famoso accidente aéreo del barrio Los Laureles, del cual se salvara milagrosamente junto a la señora de Biedermann el 25 de mayo de 1981. Pero volvamos a los recuerdos de sus compañeros de la promoción 1972, entre ellos Patricia dos Santos, su eterna amiga, quien dijo en su despedida: “Techi nos deja un gran legado, una herencia que vale más que todo el oro del mundo, el legado de la amistad y el amor que ella sentía por todo lo que hacía y para todos quienes se acercaban a ella”. Y yo recalcaría que de ello pueden dar fe todos lo que la conocieron en su paso por la tierra.

Gloria Paiva. Asunción, 1955

GLORIA PAIVA

En este viaje por los cielos de barrio también le recuerdo a otra maestra recientemente desaparecida, Gloria Paiva, escritora, docente, quien fuera encargada por muchos años del suplemento infantil del viejo Diario Noticias y del Diario La Nación por más de 20 años. Sentarse en el amplio sofá estilo Berger de aquel chalet de Villa Morra, que construyera en 1972 junto a su hermana en aquel rincón apartado de la ciudad de aquellas épocas, era un viaje seguro a los recuerdos de toda una época de la educación paraguaya.

Charlando en ese espacio, una entrevista nunca publicada a pedido de ella, pues era demasiado sencilla, me contaba el trabajo junto a los niños y de sus publicaciones que habían ganado premios en distintos certámenes. Uno de sus logros más importantes fue la selección para integrar la “Antología de cuentos feministas latinoamericanos”, con su obra “La espera”, realizada por Fempress, una agrupación fundada en Chile en 1981 para desarrollar redes feministas y formar periodistas con perspectiva de género en toda la región.

Ilsa “Tota” Sanabria, con sus hermanas y su madre. Asunción, 1965

TÍA TOTA Y DIEGO CORVALÁN

Sigo mirando al cielo azul de una siesta de un caluroso invierno asunceno, recordando también a Ilsa Sanabria de González Cabello y a Diego Corvalán Amigo. Ilsa, conocida popularmente como tía Tota, a quien me refería en un artículo, “Las Sanabria” (La Nación, 16/01/22), una empresaria pionera en el mundo de los seguros médicos, con la que tuve un trato muy cercano por haber sido mi compañera en el ya desaparecido ISIRP (Instituto Superior de Relaciones Públicas).

A inicios de los años 80 llegó a la institución con toda la elegancia que siempre la caracterizó, dispuesta a aprender de todos, siendo ya una exitosa empresaria, sentada como una alumna más. Ese detalle describe a esta mujer que llegó de Carapeguá con toda su legión de hermanas siendo pupila del colegio María Auxiliadora.

Por el otro, Diego, aquel joven de los años 70, exalumno del Cristo Rey y dirigente de las luchas de la Facultad de Ingeniería, donde muchos frecuentábamos soñando con un Paraguay más libre y que luego en el campo empresarial ingenieril formara una de las empresas más exitosas de dicho rubro, siempre teniendo en cuenta antes que nada el valor del ser humano. Así era Diego, una lección de honestidad, entrega a la investigación en la ingeniería, pero por sobre todo de una gran humanidad, con quien se podía charlar y aprender lecciones de vida.

Hoy me despido de este viaje por los cielos de Asunción, a donde apunta mi vista para mirar aquel gran avión, que con la distancia se convirtió en un pequeño punto en el infinito cruzando los cielos de un barrio de Asunción con destino a no sé dónde.

Sorprendentemente, cuando estaba por terminar este texto recibo un cuento corto de Gloria Paiva con un dibujo, enviado por su hijo Jorge Pérez Paiva. El relato se titula “Un avión especial”. ¿Será el que vi al mirar al cielo? No lo sé. Tal vez en él vayan charlando Techi, Gloria, tía Tota y Diego.

Gloria Paiva. Uno de sus cuentos cortos publicados en el diario. Asunción, c. 1995
Techi Vaisembrut y sus compañeros de promoción. Asunción, 1972. Anuario Colegio Internacional
Diego Corvalán Amigo. Asunción, s.f.

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