Ya estaba avanzada la década de los 50, en el siglo pasado, cuando se cruzaron los destinos del arpista paraguayo Luis Bordón y su esposa Maruja en Sao Paulo. Él había cruzado la selva en un destartalado vehículo de transporte público, desde el norte de Paraguay hasta la pujante ciudad paulistana, para estudiar la carrera de radiotécnico y de técnico en TV. Ella, a su vez, había cruzado el océano Atlántico desde Valencia, España, acompañando a los dueños de una gran tienda valenciana en la que se desempeñaba como sastra con muy buena aceptación de su trabajo.

  • Por Lita Pérez Cáceres
  • Fotos: Facebook Luis Bordón

Ambos eran jóvenes y bellos y coinci­dieron en una fiesta donde Bordón ejecutó música paraguaya en el arpa, que Maruja escuchó encantada. Era la primera vez que veía el instrumento y escuchaba su sonido. Además, la ejecución de Luis Bordón la sedujo. Desde esa noche no se separaron más. Se casaron y, al poco tiempo, Maruja concibió a su hijo mayor, Luisito, brillante gui­tarrista que vive en Paraguay.

EL ASISTENTE

En la historia del matrimonio hubo un hito que marcó un antes y un después: el naci­miento de Luisito, que se pro­dujo prematuramente, a los 5 meses de gestación. La situa­ción era grave, el bebé necesi­taba completar su desarrollo en una incubadora y eso con­sumió los ahorros de la pareja.

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Maruja quiso contribuir con sus esfuerzos a las finanzas de la familia y consiguió tra­bajo en una boutique especia­lizada en ropa de alta costura. Le pagaban muy bien, pero debía entregar un vestido, totalmente terminado, por día. Por eso, cuando su esposo regresaba por las noches, encontraba a Maruja afa­nada terminando el vestido correspondiente a ese día. Él debía ir solo a la cama, porque ella terminaba cuando el alba rompía la oscuridad del dor­mitorio y Luis no demoraba en levantarse para trabajar.

En esa situación, al músico, que como artista tenía la creatividad a flor de piel, se le ocurrió que él podría ayu­dar a Maruja con su trabajo si ella le enseñaba. Le dijo a su esposa y ella aceptó encan­tada la idea. Fue así que las manos de Luis Bordón, que dominaban las notas de arpa, fueron desde entonces expertas en ruedos y sulfila­dos. Desde entonces, marido y mujer se acostaban juntos.

UNA VIDA NUEVA

El tiempo pasó, Luisito ganó el peso necesario y obtuvo el alta del hospital donde estuvo internado por meses. Desde entonces llegó a la vida una nena, Madel, que se casó y les dio nietos hermosos.

Unos años después, a Luis Bordón se le presentó la opor­tunidad de actuar en los Esta­dos Unidos con el conjunto paraguayo Los Paraná. Su fama de eximio arpista lo llevaría tan lejos de nuestra tierra y para allá fue toda la familia. A Maruja no le con­venció el ambiente de liber­tad excesiva que llevaban los jóvenes americanos.

Ella era una madre latina, peor aún española y muy cuidadosa de la formación de sus hijos, por lo que decidió regresar a Paraguay con Lui­sito y con Madel a esperar el regreso de su marido. Lo que hizo fue ir a vivir a Guaram­baré, a la casa paterna de Luis Bordón. Allí aprendió mucho de nuestra cultura y de nues­tras tradiciones.

Cuando su marido volvió, fueron nuevamente al Bra­sil, donde estaban radicados y siguieron los éxitos para el arpista. Ganó 7 discos de oro con su arpa paraguaya, a la cual él bautizó así, pues antes se la denominaba arpa india.

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