El western psicológico “El poder del perro”, una zambullida en el agrio universo de una masculinidad tóxica, encarnado por la rivalidad entre dos hombres en un rancho de Montana en los años 1920, marca una ruptura para la neozelandesa Jane Champion, conocida sobre todo hasta ahora por sus complejos retratos de mujeres.
“Me encanta dirigir porque es una inmersión profunda en la historia, pero la tarea de mostrar un mundo puede ser abrumadora. Lo dulce es que no estoy sola. En “El poder del perro” trabajé con actores a los que llamo mis amigos”, afirmó la realizadora de 67 años al recoger su Óscar a la mejor dirección.
Unánimemente alabada por la crítica, “El poder del perro” (“The Power of the Dog”) se perfiló durante días como la favorita con 12 nominaciones, y obtuvo uno de los Óscar más importantes de la noche, aunque no fue reconocida en las otras 11 categorías a las que estaba nominada.
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El momento recordó el éxito de “La lección de piano”, otra obra de referencia de Campion, en los Óscar de 1994. Con una personalidad exigente y libre, Campion entró en la leyenda del cine en 1993 al convertirse en la primera mujer en ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes. Más adelante lamentaría que este éxito no hubiera generado una nueva ola de directoras con éxito y denunciaría el sexismo en el mundo del cine, incapaz en su opinión de aceptar “la visión femenina”.
Terminó marcando distancia con Hollywood en 2009 tras su película “Bright Star”, denunciando las dificultades de las cineastas para crear libremente y acceder a financiación en una industria mayoritariamente masculina. Apostó entonces por la televisión con la exitosa serie policíaca “The Top of the Lake”, cuya acción se desarrolla en una pequeña ciudad de Nueva Zelanda.
“#MeToo a tout changé”
La perspectiva de adaptar la novela “El poder del perro” (1967) del estadounidense Thomas Savage, una historia de homosexualidad reprimida en un escenario de western, la hace volver a la gran pantalla. “No paraba de pensar en ello. De hecho, estaba hechizada”, llegó a decir. Con el auge del movimiento #MeToo, las cosas habían empezado a cambiar también en el mundo del cine, distinto al que había conocido Campion en los años 1990. “El movimiento #MeToo lo cambió todo”, explicó.
“Pienso que el periodo entre el fin de los años 1990 y y hasta alrededor de 2015 fue una época muy sombría. Ahora, las mujeres tienen realmente más éxito... Ya no las usamos para caridad (...) Este es el gran cambio. Queremos ser reconocidas porque somos verdaderamente buenas”, enfatizó.
Jane Campion nació el 30 de abril de 1954 en Wellington, de una madre comediante y un padre director de teatro, ambos fascinados por Shakespeare. Pero ella desatiende la vida de artista y apuesta por la antropología, antes de estudiar pintura en Inglaterra y Australia.
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Su paso hacia el séptimo arte no se produce hasta los años 1980, al iniciar un curso en una escuela australiana en la que se diploma en 1984. Solo dos años después empezó a recoger éxitos, con el premio en Cannes a su primer cortometraje “Peel”. Luego llegarían “Sweetie”, en competición en Cannes en 1989, y “Un ángel en mi mesa”, sobre la vida trágica de la novelista Janet Frame, precio especial del jurado de Venecia en 1990.
La galería de personajes femeninos marginales continuaría con “La lección de piano”, en la que la cómica Holly Hunter sorprende en el oscarizado papel de una pianista muda enamorada de un maorí analfabeto en el siglo XIX. La cinta se hizo con tres estatuillas de la Academia.
En “Retrato de una dama” (1996) con Nicole Kidman, “Holy Smoke!” (1999) con Kate Winslet, “In the Cut” (2003) con Meg Ryan o la misma “Bright Star” ilustran esta debilidad por los roles femeninos contrarios a las normas impuestas por la sociedad. “Mis películas son reacciones a la obsesión de la sociedad por la normalidad, su propensión a excluir los disidentes”, explicó.
Fuente: AFP.