Cada 10 de diciembre se conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos, y esta noche, a las 20:30, habrá un acto muy significativo con el relanzamiento de grabaciones de presos políticos del campo de concentración de Emboscada que se registraron entre 1976 y 1977, y que están compiladas en un doble disco titulado “Sonidos de la memoria”.

El material, con sello de la Editorial Arandurã, será presentado hoy viernes en el Patio Leonor de la Manzana de la Rivera, que se ubica en Ayolas 129 entre Benjamín Constant y El Paraguayo Independiente, con acceso libre y gratuito, y cumpliendo los protocolos sanitarios.

El acto iniciará con un número musical a las 20:30 horas. Seguidamente, la conocida defensora de los Derechos Humanos, Guillermina Kanonnikoff, se referirá al material. A los asistentes se les hará entrega de un juego de los discos.

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Se trata de un material documental que recoge canciones, poemas, discursos y testimonios de hombres y mujeres que fueron privados de su libertad entre los años 1976 y 1977 en el Penal de Emboscada, durante la dictadura del general Alfredo Stroessner.

El músico Fernando Robles, expreso político, comenta sobre “Sonidos de la memoria”: “Esta recopilación es reflejo de la expresividad humana en situaciones límites. No tiene dueño, ni paternidad. Los contenidos se deben al esfuerzo de los presos políticos del Campo de Concentración de Emboscada, que en el año 1977 encontraron en el arte, más que un refugio, un instrumento de comunicación, de cohesión, de expresividad y sentimientos comunes”.

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“Es, tal vez, una forma modesta de gratitud de los ex presos políticos del sistema stronista a sus seres queridos, quienes los acompañaron desafiando todo tipo de dificultades durante esos dramáticos trances”, agrega Robles, quien recopiló a partir de casetes y realizó la edición en CD en el año 2005.

De 1976 a 1979, durante la dictadura militar de Stroessner (1954-1989), funcionó en la cárcel de Emboscada uno de los campos de concentración para presos políticos. Hace pocos años se produjo el material “Sonidos de la Memoria”: fue la edición de las grabaciones clandestinas de las acciones que se realizaban a escondidas (con canciones, chistes, obras de teatro breve, clases de ballet), que luego fueron sacadas con complicidad de un guardia.

“¿Para qué sirve una guitarra?”

“Fue vital que se dispusiera de instrumentos musicales, factor raro, inusual y prescindible, si comparamos con las innumerables carencias materiales del Campo de Concentración”, comenta Robles en un posteo de la página “Relatos y Crónicas Breves” que subió a Facebook en 2015.

“Estando en la Comisaría Séptima había logrado introducir mi guitarra, mi instrumento, mi compañera inseparable, que me acompañó, a partir de ese momento, durante todo el tiempo que duró mi prisión. Consecuentemente, la había traído conmigo en la mudanza que me dejaron introducirla sin problemas. ¿De qué y para qué sirve una guitarra en las penumbras de la prisión política?”, describe el músico, que también pasó por Tacumbú.

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“Al ser trasladado a Emboscada mi guitarra vino conmigo. No recuerdo haber visto si ya había algunas. Eso sí, en poco tiempo Emboscada se encontró inundada de sonidos musicales, de guitarras de todo tipo, buenas, regulares. Incentivados, algunos compas se animaron a introducir otros instrumentos, sea para aprender o para seguir sus prácticas como músicos”, sigue.

“No puedo precisar en qué mes, podría haber sido por marzo de 1977, se introdujo a la prisión una pequeña grabadora, de esas que usaban los reporteros para sus entrevistas. Ese implemento a la postre se constituiría en algo fundamental: registrar los incontables hechos musicales y otras expresiones de la oralidad popular”, menciona.

Calabozos abiertos para el arte

“Con Arnaldo Llorens convenimos iniciar las prácticas musicales. La estrategia consistía en solicitar permiso para ensayar canciones. Insistimos y logramos salir de nuestros calabozos”, relata. “Pronto varios compas guitarreros y cantores populares mandaron traer sus guitarras. Emboscada comenzó a sonar con cantos y guitarras, y más tarde con otros instrumentos. Las herméticas celdas de a poco comenzaron a abrirse. La música se extendió hacia el gran patio. Celsa Ramírez se hizo de su arpa y ya comenzaron a armarse los dúos, tríos, cuartetos”.

“Al extenderse la práctica musical y al presentarse un caudal insospechado de cultores de arte, “se proyectaron los festivales de música y teatro” y se crearon diversos grupos para las actividades laborales. Poco a poco los calabozos se fueron abriendo, primero para los artistas, para quienes se gestionó que salieran de las celdas para agruparse y ensayar”, señala.

Continúa: “Primeramente, salieron los músicos, luego los teatreros, después los recitadores, poetas, etc. Para marzo/abril de 1977 todos los calabozos estaban abiertos gracias al empeño y decisión firme de los compañeros, activistas políticos y los artistas. Poco tiempo después, los sábados de tarde se tenían organizados hermosos festivales con presencia masiva de la población penal y de los familiares de los presos/as”.

Los protagonistas

En la interpretación musical se debe mencionar al dúo de los humanos Peña, Ángel y Eligio, oriundos de Limpio, cultores empedernidos del cancionero tradicional paraguayo; los guitarristas Hede Arnaldo Rojas, asunceno, y Aquilino Vargas, también de Limpio. El dúo formado por Emilio Barreto Dávalos, capitalino, y Ferrando Robles, nacido en Itá guitarreros populares como Canuto Villasboa y Abrahan Riveros, naturales de Quiindy.

En el canto Magdalena Galeano, poseedora de una envidiable voz, Arnaldo Llorens, capitalino, conocido cantor, lo hacía como solista; el cuarteto que tras varios intentos quedó conformado con Alfonso Silva, Rogelio Mora, Emilio Barreto Dávalos y Fernando Robles (alternativamente integró también Carlos Fontclara).

Mención especial merece la formación de un coro integrado por jóvenes, adultos y veteranos de ambos sexos que adoptó el sugestivo nombre de Magma Tetãgua Purahéi (Encanto de los compatriotas), “que emocionados entonaban ante un alborozado y respetuoso auditorio integrado por presos/as y sus familiares, las plegarias profanas por un Paraguay revolucionado”.

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La obra que ilustra la tapa del CD es del artista plástico Osvaldo Salerno. Foto: Gentileza.

El primer director, por llamarlo de alguna manera, fue Mauricio Schwarzmann, de excelente formación musical, quien no pudo estar en el estreno pues había salido en libertad; lo suplió por breve tiempo Arnaldo Llorens, quien poco después también logró salir. Luego, se hicieron cargo de la Dirección compañeros de cierta experiencia en la música, en cuya etapa se lograron realizar las grabaciones que van en los CDs.

Para agosto de 1977 el coro se había desintegrado cuando varios de sus integrantes habían salido en libertad. Integraron el coro: Alfonso Silva, Carlos Fontclara, Arnaldo Llorens, Nenena Kanonnikoff, Rogelio Mora, Lali Ramírez, Virgilio Bareiro, Emilio Bareto, Marcos Boy Jara, Fernando Robles, Magdalena Galeano, Angel Peña, María Margarita Baez, Eligio Peña, Saturnina Almada, Celsa Ramírez, y otros, en un total de veinticinco componentes, más o menos.

En el calabozo número siete

Entre abril y mayo de 1977, para las primeras grabaciones se debieron invertir horas y horas para una sola canción, pues se debía evitar cualquier atisbo de sospecha. Primeramente, se grababa en el calabozo, el número siete. Muchas veces se tenía que interrumpir cuando ‘el campana’ anunciaba que se aproximaba algún guardia. Otras veces la batería no daba más. “Las primeras diez canciones habrán llevado como unos dos meses, más o menos”.

Algunas grabaciones son registros vivos de los festivales, que los compas más lúcidos y combativos lograron que se realizaban los sábados para dedicárselos a los familiares que acudían de visita. Fueron los momentos de mayor nivel organizativo y los más emotivos”, rememora Robles.

“Sonido de la Memoria está dedicado a Carlos Marcelo, Angélica, Derlis Miguel, Julia, Carola, Daniel, Manuel, Mario Patricio, Gladys Mercedes, Juan, Enrique O, María M, Máximo, Gerardo, Reina, Luis Ernesto, Luis Enrique, y María Isabel, niños y niñas que nacieron en prisión y vivieron sus primeros meses en celdas de Emboscada, de padres y madres que padecieron los rigores de la prisión política en la era dictatorial del sanguinario Alfredo Stroessner”. La obra que ilustra la tapa del CD es del artista plástico Osvaldo Salerno.

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