El miércoles 22 de marzo un efectivo de la policía de Pedro Juan Caballero encontró un fajo de dinero de 100 millo­nes de guaraníes en el estacionamiento de un supermercado. Cuando apareció el propietario del bolso de dinero se lo devolvió tranquilamente, como si se tra­tara de cualquier objeto sin mayor valor. El hombre, conmovido por el gesto del uniformado y porque se sacaba el peso que significa haber perdido semejante suma, tomó su billetera para darle una recompensa monetaria. El guardia le respondió que no hacía falta que le dé el premio, porque ese es su trabajo.

Semejante acto de honradez, valentía y grandeza lo protagonizó el suboficial mayor Sixto Coronel Godoy, de 42 años, efectivo de la Comisaría 1ª del barrio Mariscal Estigarribia de Pedro Juan Caballero, quien con extrema sencillez y sabiduría explicó algo tan simple, pero que muchos aún no han entendido: que “lo que es ajeno es ajeno y hay que devolver”.

El hombre, que en sus horas libres cul­tiva la tierra en su chacra para ayudar a su familia, es hermano mayor del perio­dista asesinado en esa ciudad norteña el 6 de setiembre pasado, cuando salía de la emisora radial en que prestaba servicios, Humberto Coronel. Otra víctima del cri­men organizado de la frontera con Brasil

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De ese modo, la familia Coronel Godoy, en 6 meses y algo más de dos semanas, fue protagonista de dos acontecimien­tos de gran relevancia: el vil asesinato de Humberto por sicarios de la mafia y el acto de honradez de Sixto. Hechos que demuestran las dos caras de una misma realidad, que son de gran trascenden­cia, el brutal homicidio con 8 balazos de un trabajador de la comunicación y el extraordinario gesto de probidad del ser­vidor público que se mueve por el afán de cumplir su obligación con la sociedad.

El hecho fue reconocido por las autorida­des policiales el 24 de marzo en un men­saje del comandante de la Policía Nacio­nal, quien felicitó al suboficial por “su probidad y principio de honradez, expre­sados en el ejercicio de la función policial, al devolver al propietario la suma de 100 millones de guaraníes en efectivo extra­viados en Pedro Juan Caballero”.

Cuando fue entrevistado, en algunos medios de comunicación, el policía Sixto Coronel señaló su sencilla filosofía al recordar que enseñaba a sus hijas a ser honestas, “y eso es lo que más me enor­gullece de la acción que realicé. Yo siem­pre debo ser un buen ejemplo y enseñar­les las buenas obras. Desde pequeñas les inculco buenos valores y a ser hones­tas”. Reconoció que está orgulloso de su trabajo en la Policía Nacional y que no buscaba ninguna recompensa por haber devuelto el dinero, pues “simplemente estaba haciendo mi trabajo y era lo que me correspondía hacer”.

En otro momento, instó a los efectivos policiales a que siempre actúen por el bien, para mejorar la sociedad y que se fomenten los valores que están perdidos.

En una sociedad como la paraguaya en que en los acontecimientos de la vida cotidiana están muy devaluados por hechos de deshonestidad y escandalosos actos de corrupción, la conducta de las personas honestas llama grandemente la atención. En medio de las noticias de desfalcos, mal uso de fondos públicos, comportamiento indebido de algunas autoridades y la corrupción de muchos funcionarios resaltan nítidamente las situaciones y personas que actúan con hombría de bien y rectitud. Y, lastimosa­mente, llaman mucho la atención porque son poco frecuentes, pues constituyen más bien la excepción.

La integridad moral del mencionado agente público es una muestra de cuán sencillo es portarse bien siguiendo las reglas de buen comportamiento y un ejemplo a imitar por los policías y funcio­narios del Estado, muy a menudo prota­gonistas de actos delincuenciales. Es un modelo de gran valor para la ciudadanía paraguaya, siempre huérfana de la vigen­cia plena de las leyes y que requiere la integridad de sus servidores.

Al suboficial Sixto Coronel hay que felici­tarlo por su accionar altamente ejemplar para todos. Su gesto de buen policía debe servir de guía para que los uniformados actúen siempre con probidad en todos sus actos. Tiene que ser una inspiración para promover los valores humanos y mora­les en una sociedad muy golpeada por la corrupción y el delito.

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