Una alta funcionaria de la Policía Nacional afirmó que la insegu­ridad que siente actualmente la ciudadanía por los numerosos sucesos delictivos que ocurren es una sen­sación, que está aumentada por los medios audiovisuales que transmiten los hechos y que consume la gente. No negó que exis­tan esos acontecimientos, pero al señalar que el sentimiento que percibe gran parte de los ciudadanos está exacerbado por los medios deja la sensación de pretender ignorar la gravedad de la situación. Y da la impresión de querer explicar el fenómeno de la inseguridad como un sentimiento sicológico subjetivo antes que como una realidad que existe objetivamente y que, por ello, debe ser enfrentada por los res­ponsables de la seguridad pública.

No es la primera vez que gente involucrada con el orden público habla en esos términos. No hace mucho, un subcomandante de la Policía dijo que la inseguridad era solo una sensación que tenía la gente. Así como un recordado ex ministro del Interior, actual­mente embajador, había señalado en su momento que lo que había era una “percep­ción de inseguridad”.

Pero al margen de la discusión anodina sobre si la inseguridad es solo una sensación, en cuyo caso debería tratarse en un consul­torio sicológico o siquiátrico, existen nume­rosos sucesos violentos en la vida cotidiana. Son hechos que ocurren objetivamente y afectan a muchas personas en su integridad física y en la propiedad de sus bienes, que no se pueden minimizar y menos ignorar.

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Esa realidad que, obviamente produce per­cepciones y sensaciones, hay que enfrentarla con una política adecuada, mucha dedica­ción y eficiencia. Sin excusas más o menos ocurrentes ni discursos que evadan las obli­gaciones.

La “sensación de inseguridad” llegó tam­bién hasta el Gobierno e hizo que el Ministe­rio del Interior y la Policía Nacional realiran numerosos cambios en diversas jefaturas de las fuerzas de seguridad. El martes, el ministro del Interior y el comandante de la Policía fueron convocados a Mburuvicha Róga donde tuvieron una larga reunión con el Presidente. Los temas obligados fueron la situación que se vive actualmente con los numerosos sucesos violentos que conmue­ven a la vida ciudadana y la necesidad de mejorar el trabajo del Gobierno para otorgar mayor eficiencia al orden público. No se dio el cambio de ministro de dicha cartera, aun­que el mismo señaló que le dejó al manda­tario su renuncia en blanco. Explicó que los nuevos mandos policiales tendrán un plazo de 60 a 90 días para demostrar resultados en la tarea encomendada. Y agregó que tanto el ministro del Interior como el comandante de la Policía tienen “fecha de caducidad”, lo cual significa que pueden ser cambiados en cualquier momento.

Como puede observarse, los numerosos casos de robos domiciliarios, asaltos calle­jeros y de casas comerciales que se han dado últimamente también han golpeado la tran­quilidad del Gobierno, que se está viendo obligado a mostrar mejores resultados ante la ciudadanía que siente en carne propia el rigor de los actos delictivos. Es que más allá de cualquier discusión anodina, el peso de los hechos cotidianos obliga a tomar decisio­nes rigurosas y a actuar con firmeza.

Los cambios realizados en la cúpula poli­cial son importantes. Pero para que no sea una simple medida cosmética, la institución tiene que elaborar una política de seguridad eficiente, cambiar de actitud ante la ola de hechos que requiere respuestas efectivas.

La seguridad pública no es solo la represión de los delincuentes. Es también la preven­ción del delito a través de medidas coerciti­vas y hasta educativas. Y para ello se deben realizar acciones conjuntas con organizacio­nes de la sociedad civil.

Algunos han señalado que se necesita mayor cantidad de efectivos policiales para mejorar el trabajo. Que solo hay 28.000 agentes cuando se necesitarían más de 40.000. Pero existe una gran cantidad de empleados en las oficinas de la institución que podrían ser utilizados en la tarea poli­cial propiamente dicha. La tecnología actual hace cada vez más innecesaria la burocracia de oficina.

Pero por encima de cualquier explicación, sensación, justificación o pretexto, los res­ponsables del orden público son las fuerzas policiales. Y su tarea ineludible es preservar la seguridad de la sociedad. Por lo que más que nunca hoy deben asumir su compromiso con todo rigor y eficiencia.

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