La situación planteada última­mente en el Paraguay ya no es solo la lucha contra la pandemia, las carencias de medicamen­tos y la escasez de espacio en los centros hospitalarios para atender a los pacientes que requieren internación. En la última semana se ha sumado el tema político que ha sido fuertemente sacudido por las movilizaciones populares, los airados reclamos de diversos sectores ciudadanos e incluso por los actos de violencia de los desubicados.

El virus parece estar contaminando nuestra sociedad prendiendo su veneno incluso en el campo de la administración estatal, hecho que representa una amenaza a la estabili­dad del Gobierno. Hay que entender que la inestabilidad política no es solo un sacudón para la tranquilidad de los estamentos esta­tales y partidarios. Es sobre todo un agente patógeno peligroso que puede repercutir en la actividad económica y envenenar nues­tras posibilidades de crecimiento y de recu­peración económica, lo que sería altamente pernicioso.

Distintos estamentos de la sociedad nacio­nal se han pronunciado sobre la situación que se vive actualmente en el país. Para algunos, el Ejecutivo, los políticos instala­dos en el Congreso y el Poder Judicial “son igual de cómplices en la incapacidad de cor­tar una corrupción que nos lleva a penurias ciudadanas”. Sostienen que muchos de los líderes políticos están aplazados, y que es hora de servir al país todos juntos y no de servirse de él.

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Por eso piden que se tomen las decisiones necesarias para zanjar el problema sanita­rio y la corrupción. Prometen que así, desde el sector privado, tendrán la cooperación para construir juntos las soluciones.

Todos han mostrado su preocupación y unánimemente expresaron su temor de que se produzca un desequilibrio que afecte a las posibilidades de salir de la emergencia económica que nos afecta. También han señalado fórmulas para abandonar el mal momento y garantizar la recuperación tan ansiada.

Uno de los reclamos más fuertes es que en la actual circunstancia el titular del Poder Ejecutivo debe ejercer un mayor liderazgo para hacer frente a los problemas que se han planteado. Demandan que el Presidente realice cambios drásticos en la administra­ción estatal y que se involucre en la solución de los problemas de salud y de la economía nacional. Piden que se arme un gabinete que sea el más apropiado para encontrar las res­puestas dentro de la estructura.

La inquietud que se ha notado en los más diversos campos de la sociedad nacional es legítima porque está fundada en realida­des innegables que se están viviendo y que podrían afectar la construcción de nuevos caminos para la reactivación. Para algunos analistas, la crisis planteada en el campo político, con su cuota de incertidumbre, afectará a la situación económica. “No es bueno, porque una gobernabilidad frágil no implementa buenas políticas de gobierno. El impacto puede ser menor o mayor, pero de que va a impactar va a impactar”, afirmó el ex ministro de Hacienda, César Barreto. Y agregó que el efecto más visible puede darse en la inversión, pues el que va a invertir pre­ferirá esperar otro momento.

En vista del panorama actual de nuestro país, el Gobierno y la clase política deben garantizar con su actuación la estabilidad de las instituciones, haciendo los cambios necesarios y tomando las medidas que se requieren para la buena marcha del país. Ello implica elegir a los mejores para los cargos en cuestión y tomar decisiones acer­tadas en las determinaciones políticas y administrativas. La conducción del país, el manejo de los asuntos nacionales y el geren­ciamiento de sus intereses económicos deben estar por encima de cualquier otra consideración partidaria o sectorial.

Este es el momento de estar todos unidos en pos del objetivo común y no permitir que el germen de la pandemia contamine nues­tras actuaciones y nos lleve a situaciones irrecuperables. En ese tren hay que asegu­rar la convivencia pacífica entre todos, de la derecha, el centro, la izquierda, de arriba o de abajo. Olvidar las rencillas y dejar de lado lo que nos divida para encarar el desafío que se viene. El objetivo es luchar juntos contra el único enemigo común que nos acecha en esta cruenta guerra. Ya produjo aquí 3.343 decesos en un año. Y no hay por qué rendirse a su veneno de muerte.

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