• Por Ricardo Rivas
  • Corresponsal en Argentina
  • X: @RtrivasRivas

En la Argentina parece ser una práctica constante de las élites decir que se encuentran ante una misión histórica. Sin embargo –y sin dudar de ellos y mucho menos de las intenciones con las que lo dicen– pareciera que se ocupan tanto de hacer historia que dejan de lado la vida cotidiana.

Entre ellas, las cosas de todos los días que son las que la ciudadanía tiene que imaginar y hacer para llegar hasta fin de mes. Los ingresos de una buena parte de las y los asalariados no alcanzan más allá de una veintena de amaneceres.

Que los bolsillos se agotan en sus recursos una decena de anocheceres antes de que finalice cada mes ha dejado de ser una expresión irónica para ser parte de una ajustada descripción de lo que transita esta sociedad en el plano de la realidad concreta.

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El resultado de las gestiones desarrolladas y en desarrollo protagonizadas por una retahíla de sucesivos líderes y lideresas brevemente angeladas en cada periodo que supieron disponer de micropoderes efímeros y volátiles que tuvieron y malgastaron hoy se revelan por los resultados que emergen de las que ahora sabemos fueron insostenibles promesas desmesuradas de campaña primero y de gobierno después: 52,9 por ciento de pobres y 18,1 por ciento de indigentes, según lo reportó oficialmente el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el jueves pasado.

Para que quede claro: el 71 por ciento de esta sociedad está en graves problemas hoy y nada permite imaginar que mañana –en el corto plazo o mediano plazo– será de otra forma porque la pauperización compromete el presente y el futuro de la Argentina que viene porque 66,1 por ciento de quienes ahora son niños y niñas transitan la pobreza de este país que, sin padecer de ninguna patología terminal, ha sido puesto en coma inducido por sus máximos administradores para tratar de volver a estar bien y recibir el alta.

“De acá en adelante solo tendremos buenas noticias”, asegura el presidente Milei en el primero de los actos de campaña para las elecciones de medio tiempo que serán nunca ante de octubre de 2025. Dentro de un año. “Estamos mal, pero vamos bien”, dijo el expresidente Carlos Menem (1989-1999), cuando comenzaba la primera de sus presidencias sin que aquella profecía se concretara. Ahora lo sabemos. Vale el recuerdo porque –vaya paralelismo– es una expresión muy parecida la del actual mandatario que el 14 de mayo último públicamente sostuvo que aquel es “el mejor presidente de los últimos 40 años”.

“La paciencia tiene límites”, sostiene el dicho popular. El clima social, según coincidentes encuestas realizadas por las principales consultoras locales, comienza a dar cuenta de algún grado de agotamiento respecto a las políticas de ajuste que aplica el gobierno del presidente Milei que, en “imagen” y “gestión del gobierno”, reporta descensos desde los picos alcanzados semanas atrás en torno del 56 por ciento. “Nada es para siempre”, canta como nadie Fabiana Cantillo junto con Los Perros de la Calle. El señor Milei recibe esos datos con descreimiento y los rechaza. Pero en su cercanía hay alguna preocupación.

Con insultos de grueso calibre va contra quienes lo confrontan. Periodistas, encuestadores, opositores, dirigentes sindicales, organismos multilaterales como lo hizo la semana que pasó desde el hemiciclo de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde rechazó tanto la Agenda 2030 como el flamante Pacto del Futuro que tendrá vigencia entre 2030 y 2045.

“Por esta razón queremos expresar oficialmente nuestro disenso sobre el Pacto del Futuro (…) e invitamos a todas las naciones del mundo libre a que nos acompañen no solo en el disenso de este pacto, sino en la creación de una nueva agenda”, a la que Milei aludió como la “agenda de la libertad”.

Coincidentes analistas de la política transnacional, inmediatamente después de esas palabras, destacaron críticamente que el presidente argentino no solo “se alejó de los objetivos estratégicos de los países centrales”, sino que “se ubicó, entre otras autocracias, alineados en esos puntos con Nicaragua, Corea del Norte, Bielorrusia, Venezuela y Rusia”. El señor Milei no respondió. Desde su perspectiva la agenda de la ONU es “colectivista”.

El presidente evidencia no sentirse obligado a dar explicaciones a nadie. “Para aquellos que no lo saben, yo no soy político, soy un economista, un economista liberal libertario que jamás tuvo la ambición de hacer política”, expresó para presentarse ante la Asamblea General y sostener que “fue honrado con el cargo de presidente de la República Argentina frente al fracaso estrepitoso de más de un siglo de políticas colectivistas que destruyeron nuestro país”. Llamativa presentación, por cierto. Quien ejerce el más importante cargo político en este país no es un político.

La historia –que siempre es una fuente de consulta y conocimiento– revela que en la antigua Grecia categorizaban con la palabra “hybris” a quienes socialmente tenían el vicio de lo que hoy se suele llamar soberbia y por aquellos lejanos años tan lejanos –quienes así se pensaban– desafiaban a los dioses para modificar sus vidas disconformes con aquello de lo que la naturaleza los había dotado.

Con el correr de los milenios –en el siglo XX– hybris le da nombre a un síndrome que se les diagnostica a personas poderosas y proclives a aceptar solo ser juzgados por los electores antes que por la historia o por Dios, en el caso de los creyentes. ¿Allí se ubicará, junto con varios de sus antecesores, el señor Milei? ¿Cómo saberlo?

“La vida te da sorpresas”, canta Rubén Blades en la segunda parte de “Pedro Navaja”, aquella obra maestra de su autoría. La secretaria general de la Presidencia, Karina Milei –hermana presidencial– se apresta para viajar a la República Popular China junto con el ministro de Economía, Luis Caputo.

El destino que se sacuden informalmente los portavoces presidenciales que viajarán a Shanghái donde se desarrollará la Feria Internacional de Importaciones. “Un evento privado”, dicen en las cercanías del máximo poder político local.

Sin embargo, en la agenda bilateral algunos otros temas sobresalen. El acuerdo swap de monedas que la administración de Cristina Fernández (presidenta 2007-2015) rubricó en 2011 y luego amplió Mauricio Macri (presidente 2015-2019) para sostener las comprometidas reservas del Banco Central (BCRA) es una de ellas.

Pero también incluyen las dos represas que se construyen en la patagónica provincia de Santa Cruz, cuyas obras están paralizadas y una base de observación espacial que el Ejército Popular de Liberación opera en la provincia de Neuquén, también en la Patagonia.

Tres fuentes seguras de la Casa Rosada (sede del Gobierno argentino), consultadas por La Nación, con reserva de sus identidades, admitieron que “el viaje de Karina y Toto (seudónimo del ministro Caputo) también es exploratorio para una posible visita oficial a Beijing que acordaron telefónicamente un par de meses atrás el presidente Milei con su homólogo chino, Xi Jinping”. ¿Otra sorpresa? No. Desde tiempos muy lejanos los presidentes argentinos viajan a China. ¿Por qué el señor Milei no habría de hacerlo?

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