Si ya para el 2018 cuando ganó su segunda elección, por cierto mucho más fraudulenta que la del 2013, Nicolás Maduro controlaba totalmente los poderes en Venezuela, incluido por supuesto al Consejo Nacional Electoral (CNE), para estas elecciones del próximo 28 de julio nadie en su sano juicio esperaría que fuera diferente.

Maduro logró mediante argucias y tecnicismos eliminar a su principal competidora, María Corina Machado, quien contaba, en algunas casos, hasta con el 95 por ciento de las preferencias del sufrido electorado venezolano, atrapado en una dictadura que utilizó a la democracia para permanecer por décadas y que nuevamente va a fingir un acto democrático para perpetuarse en el poder, asemejándose cada vez más al sistema cubano unipartidista que a una democracia como la que antes caracterizaba al país más rico y próspero de América Latina.

El boletín electoral para la jornada del 28 de julio fue presentado la semana pasada por el CNE. Aunque se concreten cambios, estos ya no se podrán apreciar en el boletín. El candidato principal, Nicolás Maduro, ocupa las principales ubicaciones en la papeleta apareciendo en trece lugares, y Edmundo González Urrutia, de 74 años, quien tomó el lugar dejado por la “sancionada” María Corina Machado como el principal candidato opositor, en tres lugares, mientras que en el resto de los lugares aparecen “opositores” que hacen el juego a Maduro. Esto no es del todo incorrecto porque cada lugar representa a un partido o movimiento que participa de las elecciones, pero es una de las tantas argucias que utilizan los chavistas, donde necesitan sin dudar obtener todo tipo de ventajas a sabiendas que en una situación normal, legal y legítima, ya no hubiera podido ganar desde el 2013, cuando venció a Henrique Capriles por solamente dos puntos porcentuales.

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La tarjeta de votación es solo el reflejo de cómo la dictadura chavista utiliza a su antojo a todos los poderes, desde la manera de presentar a los candidatos como en la manera que fueron limpiando el camino para dejar a Maduro prácticamente sin oposición real.

En las anteriores elecciones de 2018, Henri Falcón se presentó como candidato opositor, dando un viso legal a aquellos comicios donde la oposición real estuvo ausente y llamó a no participar.

En esta ocasión, el chavismo ha conseguido más adeptos que se suman al perverso juego de ser opositores digitados y de esa manera legalizar aún más a estas elecciones. Quizás un fuerte control externo al CNE venezolano permita unas elecciones normales, algo que para la comunidad internacional parece cada vez más difícil de concretar.

Pero la dictadura de Maduro no da puntada sin hilo y todo está preparado para que el delfín que Hugo Chávez nombró antes de morir en La Habana a comienzos de 2013 concrete un tercer mandato presidencial que culminará recién en el 2030. Ahora bien, la pregunta que muchos se hacen es si, en un hipotético caso que los controles funcionen y los votos decidan por Edmundo González Urrutia, ¿estarán dispuestos Maduro y los chavistas a dejar el poder?

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