• Por Emilio Agüero Esgaib
  • Pastor

Escuchamos no solo con los oídos, sino con el corazón, o sea, con las emociones.

Habla más nuestro tono, gesto y actitud que nuestras palabras.

Si vamos a escuchar bien, tenemos que tener un corazón sano. Traten de que estos dos días nada corte lo que quieren alcanzar; si hay roce, inmediatamente tomar el control de la situación y decidir seguir, no hagan caso a las emociones negativas, mira lo que quieres alcanzar. Les recomiendo, si es posible, estar juntos íntimamente, la intimidad es fuerte, en el plano físico libera un montón de hormonas que nos apegan, nos sensibilizan, nos hace ser uno en el cuerpo, sentimiento y es muy espiritual, no es poca cosa cuidar esa área. Pero la intimidad sexual es el fin, es la cúspide, pero todo empieza en cómo nos comunicamos.

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Creo que si una pareja sigue unida a pesar de sus muchos problemas, es porque tienen esperanza y valoran en alguna manera su relación. No tenemos que abandonar la lucha. No hay nada que no se pueda resolver si uno quiere.

Escuchamos con los oídos y con los ojos. Celulares, televisión, o cualquier otra distracción interrumpen la buena comunicación. Salir a caminar sin celular, o a comer algo, o decidir charlar frente a frente con un tereré de por medio, así como en los años 80 pueden resolver innumerables problemas que hoy tenemos. No es difícil, es solo cuestión de decisiones y prioridad.

¿Hay algún secreto? No, lo que tiene que haber es disposición de hacerlo. Salir de la rutina y tener tiempo de charlas íntimas es una decisión.

Una pregunta que tenemos que hacernos constantemente es esta: ¿Qué anhela tu corazón? En Mateo 5:8 dice: “Bienaventurado los de limpio corazón porque ellos verán a Dios”.

Según la Biblia el problema del ser humano es el pecado y el pecado nace en el corazón. Jesús dijo en Mateo 15:19 “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. Jesús situaba el problema del ser humano en su corazón.

No hay “problemas matrimoniales”, lo que hay son personas con problemas que llevan esos problemas al matrimonio. El matrimonio es algo hermoso, si lo vamos a vivir bíblicamente es compañía, proyectos, familia, contención, ayuda, complementación, placer, seguridad, todo esto es el matrimonio bien concebido.

Qué anhela nuestro corazón es lo que va a determinar, consciente o inconscientemente, lo que haremos. Todo lo que hacemos denota lo que buscamos.

El corazón habla de compromiso total. Cuando una persona enamorada se refiere a la persona amada como “mi corazón”, no dice “mi riñón, o mi páncreas”, le está diciendo a la otra persona “tienes todo de mí”, como en aquel versículo que dice “sobre toda cosa guardada guarda tu corazón, porque de ella mana la vida” Proverbios 4:23. Si el corazón está involucrado en algo, todo lo está: las emociones, el intelecto, los valores, nuestro dinero, nuestro tiempo, nuestras motivaciones; todo está involucrado.

Hay preguntas que podemos hacernos regularmente para refrescar nuestro compromiso y memoria.

¿Qué matrimonio quiero tener?

¿Qué ejemplo quiero darle a mis hijos?

¿Estoy siendo lo suficientemente humilde?

¿Estoy siendo lo suficientemente dócil?

¿Estoy dispuesto a sacrificar todo por lo que realmente vale la pena?

¿Qué tipo de persona quiero a mi lado? ¿Plena? ¿Amargada? ¿Feliz?

¿Qué puedo cambiar yo de mí?

¿Cuánto vale mi familia para mí?

¿Cuál es mi prioridad?

¿Qué anhela mi corazón?

Escuchamos con los oídos y con los ojos. Celulares, televisión, o cualquier otra distracción interrumpen la buena comunicación. Salir a caminar sin celular, o a comer algo, o decidir charlar frente a frente con un tereré de por medio, así como en los años 80 pueden resolver innumerables problemas que hoy tenemos. No es difícil, es solo cuestión de decisiones y prioridad.

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