• Por Felipe Goroso S.
  • Columnista político

Los deportes y la política tienen bastantes coincidencias. En todas las disciplinas deportivas son imprescindibles no solo la fuerza, sino también el cerebro. El ajedrez es sinónimo a la hora del análisis y elaboración de estrategias. El fútbol tiene altísimos componentes similares a la política: la pasión y las tácticas. Si vamos a las artes marciales, saber de judo y su principio vital de derribar al oponente con su propia fuerza y peso. Vaya que todo esto se aplica a la política.

En todos los deportes, no solo hay que trabajar duro. El reaseguro para ganar una campaña, una pulseada trastienda, una conspiración o un debate público es usar la cabeza. Hay que ser fríos en el análisis previo para minimizar margen de error, habiendo tomado la decisión hay que ser apasionados en la ejecución de las convicciones e ideales. Un componente fundamental de todo deporte popular son las hinchadas y si la llevamos a esa área; por momentos, las banderas se pueden enrollar, pero está prohibido bajarlas. Nunca. También aplica a la política.

En el fútbol, jugar al anticipo es la acción táctica que realiza el jugador si modifica su posición con respecto a su adversario que espera recibir el balón, con el fin de impedir que éste logre la recepción de este. Para realizarlo, hay que hacer mucho trabajo físico en la semana. Hay que estar entrenados y no solo en el músculo, también en la agilidad, la rapidez para pensar. Y mucho, pero mucho trabajo en equipo. Fundamental. Acá viene otra similitud con el fútbol, en la política no existe un director técnico que pueda basar su planteamiento en un único jugador, no existe un futbolista que él solo pueda avanzar en el campo de juego y llegar a por lo menos intentar acertar al arco rival sin antes tener un equipo y haberlo armado de manera conveniente. Fundamental. El fútbol y la política son deportes de equipo. No tenerlo los vuelve a ambos, disciplinas de alto riesgo.

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En la política; esa mala palabra que empieza con p y termina con a, así como en los deportes, el ser humano tiene la incurable necesidad de pertenecer. Pertenecer a un partido o movimiento político, a un club de fútbol, a una religión, a una comisión vecinal pro capilla, a un grupo de Whatsapp. A algo y sobre todo de hacer equipo con otros humanos. Immanuel Kant y Friedrich Nietzsche, a pesar de mostrarse en oposición entre sí, escribieron bastante a este respecto y con líneas similares.

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