EL PODER DE LA CONCIENCIA

Como en las últimas noches, el niño no podía dormir a causa de la preocupación. En su mente daban vueltas preguntas y más preguntas, cuyas respuestas consideraba importantes.

Antes de sumirse en su inocente mundo de los sueños, como bálsamo esperaba con ansia el acostumbrado beso de las buenas noches que le entregaba su padre. Este, luego de cumplir el rito diario, le preguntó qué sucedía puesto que lo encontraba intranquilo. Al niño no le extrañó la consulta, puesto que de alguna manera su progenitor siempre lo sabía todo.

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-Padre -respondió- Hay cosas que he visto y oído, pero que no entiendo. Por ejemplo, no entiendo por qué la gente es mala, agregó.

Hace unos días supe que nada menos que un intendente se aprovechaba de la necesidad de una parcialidad indígena a cuyos integrantes les saca su documento de identidad para que no voten en su contra. Si no entregan su cédula, les priva de la ayuda del Gobierno que necesitan y que les corresponde.

También me enteré de que las autoridades de ese mismo gobierno dejan sin empleo a funcionarios que no hacen campaña a su favor. Se quedan sin trabajo y su familia sin el pan diario, los hijos sin educación y los obligan a endeudarse y empeñar los pocos bienes que puedan tener.

Otras autoridades que fueron elegidas traicionaron la confianza de sus electores y cada vez con más avidez roban los recursos públicos sin ser sancionados.

No solo eso, también están los que ni siquiera fueron elegidos, sino colocados como administradores, pero en lugar de ejercer su función con eficiencia hacen negociados y así los aportantes se quedan sin poder acceder al servicio de salud que les corresponde y que les es vital.

Los campesinos llegan a la ciudad casi desahuciados porque no pueden vender sus productos debido a que los responsables de controlar el contrabando hacen la vista gorda. Hasta el que debe velar por bajar el precio de los combustibles pone excusas y vende a menor precio al extranjero.

El padre rompió su silencio. Con voz serena y dulce, con paciencia explicó sobre la creación del mundo, sobre la naturaleza humana, sobre la maldad y acerca de la oportunidad que tenían los hombres en optar por hacer el bien o elegir el mal.

Como la lección aún era muy confusa para el niño, le contó una historia en la que un rey se desvivía por hacer feliz a su pueblo y, en vista de que este era un poco travieso, mandó a su propio bufón para que anduviese por todos los caminos del reino y le encargó que les recordase a todos, ricos y pobres, hombres o mujeres, incluso a niños y ancianos, que todos debían comportarse.

Para esta importante tarea, el rey había dotado al bufón de un poder especial, único, con el que podía llegar a cualquiera para aplicarle una justicia verdadera e inapelable.

-No sería mala idea que ese bufón se diera una vuelta por donde existe la traición, donde el hambre de muchos es la prosperidad de otros, donde el engaño es celebrado y la lealtad vive en una pocilga. Hay personas que prefieren hacer rutas en vez de salvar vidas... que destilan odio y egoísmo, dijo el pequeño con cara triste.

Pasaron unos largos segundos y con voz casi inaudible, continuó:

-Ojalá que alguna vez entiendan todo el mal que hacen, pero no creo. No pueden ser felices con el dinero que obtienen de esa manera. ¿Qué pensarían sus hijos? ¿Les mienten? ¿Les hacen creer que son buenos? ¿Y sus amigos están con ellos porque los quieren o porque les conviene? ¡Qué triste!

Ojalá que ese bufón recorriera esas mismas calles y les aplicara la justicia del rey, no la de estos jueces corruptos y avivados.

El padre miró complacido a su hijo. A pesar de su corta edad, ya había entendido el significado de la vida y la importancia de esta. Le respondió:

-No te preocupes, ese bufón existe y siempre llega. Y como es insobornable, siempre llega en el momento apropiado. Ahora, Angelito, es tarde, es hora de acostarse. Mañana será un lindo día.

-¿Cómo se llama el bufón?, preguntó el niño mientras acomodaba las alitas en su nube.

-Se llama Muerte, respondió Dios, y apagó el sol para que el niño pudiera dormir en paz.

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