Las conversaciones alrededor del liderazgo están proliferando y con ellas los atributos que tratan de definirlo como auténtico, inteligente, consciente, transformativo. También proliferan los mitos, por lo que exponer algunos nos ayuda a entender, desde otra perspectiva, cuál es la esencia de su práctica. Aquí te presento cinco mitos sobre el liderazgo.

Un primer mito es que el cargo te hace líder. Es una visión vertical de la vida. Se tiende a ver al liderazgo como una concentración de poder y de responsabilidad. Es una interpretación que puede llevar a la pasividad, que estanca la creatividad. Por el contrario, el liderazgo no está ligado a la posición que ocupamos. Como Robin Sharma escribió en “El líder que no tenía cargo”, el liderazgo es la posibilidad de expresar toda tu potencialidad, de influenciar a tu alrededor. Es tomar responsabilidad por tus resultados.

Un segundo mito es que un líder puede liderar a todo el mundo de la misma manera. Esta es una receta para el fracaso, porque impide la empatía, la capacidad de entender las necesidades y las motivaciones de los demás. Por el contrario, el buen líder domina el arte de la conexión y es adaptable. Es consciente de que tiene que entender al otro, antes de poderlo influir. Sabe adecuar con agilidad su estilo de comunicación.

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Un tercer mito es que el líder tiene todas las respuestas. Quizás, eso era posible en el pasado, cuando vivíamos en un mundo menos complejo y más lineal. Pero hoy la idea que el líder coincida con el más experto es obsoleta. Simplemente, no es una noción práctica en un mundo disruptivo. Por el contrario, el líder hoy es sobre todo un facilitador, que orienta organizaciones complejas hacia el resultado, al mismo tiempo que mantiene viva la visión y el propósito. Es un estratega, más que un experto.

Un cuarto mito es la concepción de que solo puede haber un líder en un grupo. Este es un mito que me encuentro cada vez que observo que el gerente es quien domina la conversación, mientras los demás hablan solamente de manera esporádica, y generalmente sin contradecir al jefe. Este mito impide la inteligencia colectiva y, por ende, la crítica constructiva, el debate, la creatividad, la innovación. La colaboración efectiva requiere un liderazgo compartido. De esta manera, las conversaciones no se limitan a ser verticales, sino que son horizontales también.

Finalmente, el mito de que un buen líder tiene que ser extrovertido o carismático. Cuando éste se vuelve una creencia, genera una cultura donde lo fundamental es poner contento al jefe, en lugar de enfocarse en lograr el resultado. En su libro “Good to Great”, Jim Collins resalta exactamente lo contrario; logran mejores resultados los líderes humildes, en lugar de los egocéntricos.

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