• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Si bien el sábado pasado hablamos más de los sonidos, hoy hablaremos ya de la integración de los mismos dentro de lo que es la música. La música es más compleja que un sonido aislado y por ello los estudios neurológicos la han utilizado para investigar en profundidad cómo funciona la percepción auditiva. Los experimentos con electroencefalografía han arrojado datos muy interesantes sobre cómo, al escuchar determinado tipo de música, cada individuo activa regiones concretas del cerebro relacionadas, en muchos casos, con las mismas áreas que se activan cuando sentimos miedo o un placer muy intenso.

También han permitido determinar que: el oído tiene una gran capacidad de memoria que funciona como un enorme vademécum al que recurrimos para que nos ayude a explorar nuevos sonidos o nuevas músicas y que con pocos estímulos es capaz de activar más regiones cerebrales que el resto de los sentidos. Esta es la segunda razón por la que la música nos resulta tan próxima: al activarse en el cerebro regiones no relacionadas propiamente con el sistema auditivo, se nos permite acumular experiencias que vivimos a partir de otros sentidos, de otros estados emocionales. Además, al necesitar tan poco para activarse, con sentir dos o tres notas de una melodía se mueven nuestros recuerdos no solo musicales, sino también las vivencias relacionadas con ellos.

Que la música nos mueve y nos conmueve no es nada nuevo. La diferencia entre los estudios actuales y los anteriores radica en que se da una explicación científica más profunda que pretende responder a cómo y por qué con la música se nos pone tantas veces la piel de gallina, se nos hace un nudo en la garganta, se nos llenan los ojos de lágrimas o nos entran ganas de saltar y gritar. La gran mayoría de los seres humanos no sienten tan a menudo estas sensaciones con otras manifestaciones artísticas como con la música.

Pero (y esto le interesará a los músicos que leen mi columna)... ¿Se puede mejorar la apreciación y la comprensión musical sin estudiar música? Apreciar y comprender poseen diferencias sustanciales que se notan cuando los alumnos estudian música a nivel de conservatorio. En los alumnos que leían música, así como en los que no lo hacían, pero esbozaban conceptos visuales para entenderla y realizar una especie de “desglose auditivo” de lo que oían, la comprensión de lo que escuchaban era sumamente aceptable. La conclusión a la que se llegó es que si entendemos la comprensión musical como la acción de penetrar en su conocimiento para poder entender e interpretar de una forma más precisa los parámetros y elementos musicales, es indispensable tener nociones avanzadas sobre lectura, entonación y ejecución instrumental. Sin embargo, si la apreciación musical es la acción de poder evaluar con un mínimo de rigor aquello que escuchamos, no hace falta tener nociones relacionadas con la lectura y la entonación musical, pero sí unas pocas ideas claras y concisas sobre análisis auditivo. Esto mejora en mucho la apreciación y la consideración de la música, especialmente la de aquella que no está dentro de nuestro gusto ni de lo que escuchamos habitualmente.

Esto es, precisamente, lo que hace que no podamos decir que la música es un lenguaje universal –no todo el mundo comprende toda la música– aunque sí podemos confirmar que la música es como una lengua pues, igual que estas, utiliza esquemas. Unos esquemas que se pueden aprender de forma implícita a base de escuchar y comparar o de forma explícita aprendiendo qué parámetros y elementos son los que conforman esa música. Unos esquemas al fin y al cabo que nos proporcionan muy variados niveles de conocimiento sobre algo que a todos nos gusta: La música. Nos leemos el siguiente sábado como siempre DE LA CABEZA.

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