EL PODER DE LA CONCIENCIA

Desde su nacimiento, el universo plantea al hombre preguntas tan difíciles de responder, que casi siempre este llega al fin de sus días sin encontrar respuestas convincentes.

Están las clásicas, que ya los grandes pensadores de la antigüedad se hacían, entre ellas: ¿Cómo surgió la vida o qué hay después de ella? Estos grandes misterios dieron origen a las religiones y cada una intenta explicar la verdad mediante el apoyo de la fe.

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Y así, mientras unas incógnitas básicas encuentran luz en el entendimiento gracias a la sapiencia –como el misterio del fuego–, con el devenir de la humanidad surgen otras más elaboradas que dejan perplejas a civilizaciones enteras.

Por ejemplo, ¿existe vida extraterrestre? ¿Los ovnis son sus vehículos o pruebas que realizan algunas naciones avanzadas tecnológicamente? ¿Los virus –nuevos como el covid-19– estuvieron siempre en la Tierra o llegaron desde el espacio pegados en alguna roca?

El celoso guardián de todos los misterios, el tiempo, entregará las respuestas cuando sea el momento, no antes, sin embargo hay realidades que se hacen evidentes y que caen como fruta madura gracias a la lógica o a la erudición.

Atrás quedaron Pitágoras con su teorema, hoy la informática con un sencillo lenguaje binario explica las más elaboradas ecuaciones en segundos y va más allá creando una nueva vida, llamada inteligencia artificial. No es magia, es ciencia.

Atrás quedaron Merlín y sus conjuros, hoy la ilusión puede hacer desaparecer una locomotora de cientos de toneladas delante de una audiencia con apenas una sábana. O escapar de cadenas y candados con la habilidad de un Houdini.

Según el diccionario de la lengua española, magia es el “arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales”.

Por eso, no hay que confundir; una cosa es ilusión y otra magia. Y aunque muchos lo dudaban, la magia sí existe. Está comprobado desde que el hombre creó la Lata H.

Para los que no lo saben, este proyecto fue creado hacia la década de 1970 entre dos gobiernos “amigos” y el prodigio consistía en construir una estructura a la que le dieron el nombre “H”, así de simple, como la h de hidroeléctrica.

En esta lata mágica, los elegidos podrían meter la mano y sacar cuanto dinero quisieran sin rendir cuenta a nadie. Y así, gracias a ella, muchos compraron grandes mansiones, se hicieron de productivas estancias, y “se multiplicaron” como ordena la Biblia.

Con arte y ciencia oculta, valiéndose de mucha perorata y propaganda política, hicieron realidad lo imposible: un caudal de dinero tan grande como el del río Paraná que fluía –y fluye– lejos de los comunes.

La Lata H creó seres imaginables y les llamaron directores, quienes pueden dirigir el flujo de riqueza hacia donde más les convenga sin dar explicaciones nadie. Y como la RAE en su definición de magia explica, “surgen resultados contrarios a las leyes naturales”, con seres que viven en las nubes, con dinero y poderes ilimitados, mientras que los que quedan fuera mueren en hospitales saturados, sin medicina, ni sepultura digna.

Lo más impresionante de todo este encantamiento es la reacción de los comunes, que agradecen hasta con lágrimas, cuando esos seres “imaginables” les arrojan migajas.

Es la increíble magia de la Lata H.

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