La clave del éxito o del fracaso de una empresa depende de la capacidad e idoneidad profesional del empresario.

Debe saber ganarse la confianza y el respeto de todos los que conforman el espectro interno y externo de la organización.

Tener implícito cualidades personales y profesionales que permitan a las organizaciones llegar a los objetivos y metas que se proponen. Dichas cualidades les permitirían poder erigirse en un auténtico líder, que facilitarían obtener los mejores resultados posibles de los colaboradores que los rodean.

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Contar con buena capacidad de comunicación, que sepa delegar, descentralizar y asignar responsabilidades en los diferentes niveles que conforman la estructura organizacional de la empresa.

Suficiente capacidad de escuchar en forma activa todas la sugerencias que vengan de su equipo de trabajo, permitiéndoles que tengan la libertad de exponer sus inquietudes, recomendaciones o sugerencias.

Una inteligencia emocional y asertiva, que le permitan la ductilidad necesaria para poder trabajar en condiciones difíciles o negativas.

La capacidad profesional le proporcionan al empresario el know-how (conocimiento) suficiente para poder manejarse dentro de un entorno cambiante y competitivo a la vez.

Un buen conocedor, con la suficiente experiencia “camino ya recorrido” dentro del sector y con conocimiento de los diversos productos que comercializa la empresa, sin descuidar “cómo se está moviendo” la competencia, cuáles son las estrategias de ventas que poseen, en caso de que existan productos similares si se visualiza niveles de aceptación por parte de la clientela, y tener un espíritu emprendedor para poder desarrollarse y perfeccionarse como directivo en forma permanente, pues los mercados son muy dinámicos y cambiantes y el que permanece en el statu quo casi siempre lleva las de perder.

Mantener una gama de productos comercializados que tengan éxito y aceptación dentro del mercado, mostrar dinamismo, no encerrarse en la empresa, sino vivir fuera de ella casi permanentemente.

Tener definido su mercado objetivo y el tipo de clientela al cual van orientados sus productos manteniendo una relación fluida y permanente, ya que son los que mejor parámetro de medición puedan dar con relación a los niveles de aceptabilidad o no de sus líneas de ventas vs. la competencia.

La empresa debe hacerse conocer a sus clientes demostrándolos las ventajas diferenciales vs. sus similares del mercado.

Invertir en forma permanente en investigación y desarrollo, constituido en uno de los puntos débiles de nuestro país.

Estar pendiente del ciclo de vida del producto, introduciendo innovaciones generando nuevos productos sustitutivos, como una forma de mantener los niveles de facturaciones y también su market share (cuota de mercado).

Las empresas deben mostrar una posición económica-financiera-patrimonial lo más equilibrada posible, manejando sus niveles de endeudamiento con terceros tanto de corto como de largo plazo, cuidando de la evolución/conformación de su estructura global de costos y gastos operativos y de explotación, que son los que contribuirán a que puedan mostrar una gestión rentable.

Control y monitoreo permanente de las necesidades de capital operativo o de trabajo además de los destinados a inversiones en bienes de capital que les permitan seguir funcionando en forma competitiva.

Mantener una buena política de créditos con sus clientes a través de un departamento que se ocupe de ello de forma a evitar que los eventuales niveles de mora en los pagos puedan afectar a su gestión económica-financiera.

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