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Mensajes hackeados arrojan dudas sobre la imparcialidad. Fue el juicio más controvertido de Brasil desde que Tiradentes (“sacamuelas”) fue colgado en 1792 por conspirar en Minas Gerais contra el gobierno colonial portugués. En julio del 2017, Sergio Moro, un joven juez militante, declaró culpable de corrupción a Luiz Inácio Lula da Silva, un popular ex presidente, sentenciándolo a 9 años de prisión por recibir un departamento en la playa de manos de un magnate de la construcción, persona que obtuvo contratos gubernamentales amañados. Hace dos semanas se puso en duda la acusación después de que The Intercept, una página web de periodismo de investigación, publicó mensajes hackeados de Moro y Deltan Dallagnol, el fiscal principal del caso, que al parecer arrojan dudas sobre la imparcialidad del juez y la rectitud del juicio.

Por muchas razones, tal vez no cambie mucho la situación de Lula. Sin embargo, la vasta investigación anticorrupción conocida como Lava Jato (operación lavado a presión) quizás haya sufrido un golpe fatal. The Intercept afirma tener un “enorme tesoro” de mensajes hackeados, muchos de ellos en Telegram, una aplicación de comunicación cifrada. En ciertas formas, el material publicado hasta ahora resulta ser menos de lo que se presume.

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La sentencia de Lula, y su encarcelamiento tras una apelación fallida, le impidieron contender en las elecciones presidenciales del año pasado. Encabezaba las encuestas de opinión, pero estaba lejos de tener un triunfo seguro. Jair Bolsonaro, el populista que al final resultó vencedor, aprovechó el odio generalizado al Partido de los Trabajadores de Lula por su pésima administración económica y su participación en una amplia red de corrupción. Sin embargo, los fiscales manifestaron alarma en Telegram ante la posibilidad de que Lula diera una entrevista a la prensa desde la cárcel. Esto parece autopreservación en la misma medida que parcialidad política, ya que tenían motivos para temer una venganza del PT si este regresaba al poder.

NO DEBIÓ ROMPER LAS REGLAS

Quizás es más grave la revelación de que cuatro días antes de dar a conocer su caso contra Lula, Dallagnol dudó sobre su solidez y celebró cuando su equipo encontró un viejo recorte de periódico sobre el departamento. El caso dependía mucho del testimonio (derivado de una negociación de cargos imputados) del magnate de la construcción que ya estaba encarcelado. Lula insiste en que nunca tuvo posesión de ese departamento ni tampoco lo ocupó.

Son más perjudiciales los muchos mensajes que Moro intercambió con Dallagnol en los que, al parecer, tanto lo asesoraba como lo reprendía. Aparentemente, ambos trabajaban de manera muy unida. Según la Constitución de Brasil de 1988, los jueces deben ser árbitros neutrales. En la práctica, según los abogados, los jueces a menudo intercambian información con los fiscales. Eso está en contra de la ley y del código deontológico judicial. En un caso tan importante, Moro debió haber sido consciente de no romper las reglas.

Ni Moro ni Dallagnol han negado la autenticidad de los mensajes, pese a que se quejaron de que estos se obtuvieron de manera ilegal. Eso significa que tal vez no sean admitidos como prueba en los intentos de los abogados de Lula por anular su sentencia.

UN HÉROE

Incluso si tienen éxito, el panorama general todavía luce mal para Lula. En febrero, fue declarado culpable, con pruebas más contundentes, de recibir una casa de campo por parte de empresas constructoras; enfrenta otras seis demandas. En cuanto a Moro, ya había levantado sospechas sobre sus motivaciones cuando se convirtió en el ministro de Justicia de Bolsonaro. Para muchos brasileños, es un héroe. Pero ahora su posición parece indefendible.

Moro y Dallagnol fueron los protagonistas centrales de la investigación Lava Jato, en la cual cerca de 200 empresarios, funcionarios y políticos han sido declarados culpables. Esta investigación tiene muchos enemigos en la derecha así como en la izquierda. A pesar de que muchos de sus detractores persiguen intereses propios, a otros les preocupa que los fiscales utilicen la prisión preventiva y la negociación de los cargos. Por todo eso, la operación Lava Jato ha abierto nuevas vías para hacer rendir cuentas a los poderosos y desenmascarar la intolerable magnitud de la corrupción en Brasil. Sus excesos deben corregirse. Pero sus enemigos ahora se sentirán incentivados para asegurarse de que no haya más investigaciones de políticos.

ADVERTENCIA PARA BRASIL

Moro es alumno cercano de Mani Pulite (Manos Limpias), una campaña italiana en contra de la corrupción emprendida en la década de 1990. Terminó con una contrarrevolución encabezada por Silvio Berlusconi, primer ministro y blanco frecuente de investigaciones, la cual debilitó los poderes judiciales.

En un estudio publicado por el Fondo Monetario Internacional, María Cristina Pinotti, una economista brasileña, señala que desde entonces se han venido abajo la confianza en los juzgados y otros indicadores de buen gobierno, al igual que la productividad y el crecimiento económico. Esa es una advertencia para Brasil, cuya economía aún tiene que recuperarse de una crisis ocurrida en el 2015-2016, principalmente debido a que la inversión sigue siendo baja. Después de ir tan lejos en el castigo a la corrupción, sería una tragedia que Brasil retrocediera ahora.

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