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Si se mide con parámetros adecuados, el “golpe de China” parece menos negativo.

En todos los átomos podemos encontrar protones. En cambio, no vemos automóviles Proton en tantos lugares. Fundada en 1983 por el gobierno de Malasia, el objetivo de la empresa Proton era construir un verdadero “automóvil nacional”. Por desgracia, su controladora perdió más de mil millones de ringgits (280 millones de dólares) durante dos ejercicios financieros y después le vendió una participación significativa al fabricante automotriz chino Geely en el 2017. En contraste, aunque su vecina Tailandia no cuenta con un automóvil nacional, sí tiene una industria automotriz boyante. El sector de la fabricación de automóviles comenzó a florecer a finales de la década de 1980, después de que varias multinacionales japonesas llegaron al país, e importaban cualquier cosa que no podían fabricar o comprar dentro de sus fronteras. Las autopartes extranjeras todavía representan el 56% del valor de las exportaciones de automóviles de Tailandia, según los datos más recientes de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sin embargo, el resto del valor generado en territorio nacional es muy superior al valor total de las exportaciones de automóviles de Malasia.

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La industria automotriz cosmopolita de Tailandia es un ejemplo perfecto del potencial de las “cadenas de valor globales”, en virtud de las cuales varios países están involucrados en la producción de un bien o servicio. Por desgracia, estas cadenas se redujeron en relación con el producto interno bruto mundial entre 2011 el y el 2016, lo que contribuyó al fenómeno de ralentización de la economía que se ha designado “slowbalization”. No obstante, un nuevo informe preparado por la OMC (y una larga lista de colaboradores, como la Universidad de Comercio Internacional y Economía de Pekín y el grupo de expertos del gobierno China Development Research Foundation) reveló que las cadenas de valor experimentaron una ligera recuperación en el 2017.

VÍNCULOS QUE OBLIGAN

Entretanto, la importancia política de las cadenas de valor ha aumentado de manera vertiginosa debido a las batallas presupuestarias y las guerras comerciales. En los debates sobre temas presupuestarios, el comercio dentro de las cadenas en general se agrupa con un fenómeno más limitado: el comercio entre multinacionales (cuando una rama de una empresa le compra a otra rama que se encuentra en otro país). En consecuencia, muchos comentaristas (como ha hecho este periódico en algunas ocasiones) afirman que el 60% del comercio mundial se realiza entre empresas multinacionales.

Esa cifra podría causar alarma entre las autoridades fiscales, pues las multinacionales en algunos casos se cobran precios artificiales entre sí para sacar dinero de jurisdicciones donde los impuestos son altos. No obstante, el porcentaje real es de alrededor de la mitad, según señaló la investigadora independiente Maya Forstater, información que también compartió hace poco Nick Shaxson, de Tax Justice Network. El resto son operaciones comerciales en las que una multinacional participa solo en un extremo del intercambio, no en ambos.

CADENA SONRIENTE

La posición de China cerca del final de muchas cadenas también ha agravado la guerra comercial. Las enormes cantidades de productos chinos que Estados Unidos importa contienen muchas partes fabricadas en otras regiones, incluso dentro de sus propias fronteras. Este tipo de mercancía que combina elementos fabricados en distintos países penetró con rapidez los mercados estadounidenses tras la integración de China a la OMC en el 2001, un fenómeno que algunos estudiosos designan el “golpe de China” a los obreros. Con todo, el nuevo informe señala de hecho que, si se importan cien dólares de productos fabricados de China, en realidad no representan ese valor de competencia.

Parte de ese valor ya se contabilizó con anterioridad (como, por ejemplo, si se importa un protector de teléfono a Estados Unidos, se le agregan componentes y después se envía de nuevo a China para el ensamblado). Una parte representa los elementos no fabricados (como servicios y metales) necesarios para elaborar el producto. Además, parte de los cien dólares puede haberse generado fuera de China y les corresponderá a sus proveedores extranjeros, incluidas empresas estadounidenses. El informe indica que, si se emplean parámetros adecuados, el golpe de China luce menos negativo, parece ser responsable por la pérdida de un tercio menos de empleos y además concluyó en el 2008, así que no ha continuado de manera indefinida.

Es posible que China haya tenido un mayor impacto en México. En el año 2000, las partes lucrativas de su industria de tecnología de comunicaciones e información se concentraban más hacia los extremos de la cadena de valor: al principio, en componentes y sustancias químicas, y al final, cerca del cliente en las ventas al por menor. Así que seguía un patrón parecido a la curva sonriente inventada por el magnate taiwanés de la electrónica Stan Shih: el valor agregado se eleva en cada extremo. Sin embargo, al ingresar a la industria, China transformó esa gráfica. La feroz competencia que existe en algunos de los primeros eslabones de la cadena ha transformado la curva sonriente en una expresión mucho menos alegre.

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