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Dennis Richardson, secretario de estado de Oregon, enseñó a sus hijos a estar preparados: "Cuando llega una crisis, ya no es tiempo de prepararse", les decía.

Hoy Richardson se preocupa de que su estado esté menos preparado de lo que debería. Hay un 10% de probabilidades de que, en los próximos 30 años, un terremoto de magnitud entre 8,0 y 9,0 rompa la zona de subducción de Cascadia, que se extiende a lo largo de la costa de Washington, Oregon y el norte de California. Si eso sucediera, el terremoto desencadenaría un tsunami que podría arrasar casas e infraestructura costera.

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El 25 de enero, la oficina de Richardson publicó un informe que describe cuán vulnerable es el estado para un terremoto así. Para empezar, señala que el edificio que alberga el centro de coordinación de emergencias de Oregon no se ha modernizado para resistir movimientos telúricos.

El informe estima que un gran temblor, combinado con un tsunami, podría cobrar 10.000 vidas y costar 32 mil millones de dólares en daños y pérdida de producción tan solo en Oregon. Los cálculos realizados en el 2013 sugieren que tomaría entre uno y tres años restablecer el agua potable y las alcantarillas en las zonas costeras. Los escombros serían suficientes para llenar un millón de camiones de basura.

El noroeste del Pacífico no es la única región con este tipo de problemas. El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por su sigla en inglés), una agencia científica del gobierno federal, señala que hay un 99,7% de probabilidades de que California sufra un terremoto de una magnitud mayor a 6,7 en los próximos 30 años. La línea de la Falla de San Andrés, que pasa cerca de Los Ángeles, es el lugar más probable para un terremoto.

El área metropolitana de Los Ángeles ha tomado medidas con el fin de prepararse para la sacudida. En el 2015, el ayuntamiento aprobó una ley que exige la adecuación de alrededor de 13.500 edificios de apartamentos para resistir los terremotos. Les dio a los propietarios de edificios de apartamentos con armazón de madera siete años para reforzarlos, mientras que los propietarios de estructuras de concreto obtuvieron 25. En el 2017, Santa Mónica y West Hollywood, dos municipios próximos a Los Ángeles, también adoptaron medidas obligatorias de acondicionamiento.

Sin embargo, implementar las leyes no será fácil. Los propietarios deben encontrar la forma de cubrir los costos por adelantado, que van desde 60.000 y 130.000 dólares para los edificios de madera, hasta millones de dólares para las torres de concreto.

Hay un aspecto evidente en el que Los Ángeles, la costa oeste y Estados Unidos en su conjunto están rezagados respecto de otras naciones propensas a sufrir terremotos: no tienen un sistema de alerta temprana. China, Italia, México, Japón, Rumania, Taiwán y Turquía cuentan con sistemas para advertir a la población de terremotos inminentes. En México, en septiembre del 2017 las alertas permitieron a la gente salir de manera apresurada de edificios que probablemente colapsarían, permitiéndoles buscar refugio antes de que un terremoto de 8,2 grados de magnitud sacudiera la costa sur del país. En Japón, todos los habitantes con teléfono celular reciben un mensaje de texto que advierte cuando hay terremotos inminentes.

Según la sismóloga Lucy Jones, incluso unos segundos de anticipación pueden significar "que un médico le saque el bisturí a un paciente, un dentista retire su taladro o los trabajadores cierren los equipos que pueden provocar incendios o derrames".

Más adelante en este año, después de 12 años de investigación y desarrollo, se activará Shake Alert, un sistema de alerta temprana diseñado para recorrer la costa oeste de Estados Unidos, pero estará disponible solo de manera limitada, al menos por ahora. Douglas Given, el coordinador de alertas tempranas de terremotos de USGS, dijo que se han terminado aproximadamente la mitad de las estaciones necesarias. La agencia ha dicho que costará 38,3 millones concluir el sistema y 16 millones operarlo cada año.

"Prácticamente todos los que oyen hablar de esto dicen: '¡Caramba!, eso es muy barato, ¿por qué no simplemente lo hacemos?'", añadió Given.

No obstante, asegurar esa cantidad de fondos ha sido difícil. El presupuesto que propuso el presidente Donald Trump el verano pasado buscó eliminar todo el dinero federal para Shake Alert. Más tarde, un comité del congreso bloqueó los recortes, lo que permitió que la construcción continuara. El presupuesto de California para el próximo año fiscal propone aportar 15 millones de dólares al sistema, pero se necesita más financiamiento.

"A diferencia de Japón, donde los terremotos son una prioridad nacional, en Estados Unidos son vistos como un problema de la costa oeste", se lamentó.

El representante Adam Schiff (demócrata de California), que representa al área de Los Ángeles, ha presionado por el sistema de alerta.

"Si mañana ocurriera un terremoto devastador en California", dijo Schiff, "habría voluntad para los esfuerzos de ayuda. Pero no debemos esperar hasta que eso suceda".

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