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Los mercados con frecuencia hacen espuma y burbujean, pero el auge del bitcoin, una moneda digital, es extraordinario. Aunque su precio ha bajado de su máximo de 2.420 dólares el 24 de mayo, ha aumentado en más del doble en solo dos meses. Cualquiera lo suficientemente astuto o afortunado para haber comprado 1.000 dólares de bitcoins en julio del 2010, cuando el precio era de cinco centavos de dólar, ahora tendría una reserva con valor de 46 millones de dólares. Otras criptomonedas también se han elevado, lo que les da un valor de mercado colectivo de unos 80.000 millones de dólares.

Ascensos de este tipo rara vez son sostenibles. Con mucha frecuencia, la palabra "bitcoin" ahora viene anexa a la palabra "burbuja". Sin embargo, la cuestión de qué ha impulsado al precio es importante. ¿Es simplemente una manía especulativa, o es evidencia de que el bitcoin está tomando un papel más sustancial como instrumento de cambio o reserva de valor? Expresado de otra manera, ¿el bitcoin es como un tulipán, el oro o el dólar, o es algo totalmente diferente?

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Empecemos con el caso de que esto no sea nada más que una tulipmanía virtual, una histeria especulativa en la cual un precio al alza alienta a todavía más compradores, sin importar cuál sea el activo. La trayectoria reciente del bitcoin ciertamente parece frenética. Los inversionistas minoristas se han amontonado. Muchos ya familiarizados con invertir en bitcoins han avanzado para apostar a las alternativas, como el Ethereum, y a "ofertas monetarias iniciales" (OMI), en las cuales las empresas emiten sus propias fichas digitales.

Parece el paraíso de los estafadores. A diferencia de los tulipanes, sin embargo, los bitcoins tienen usos reales. Con ellos ahora se compra de todo, desde pizzas hasta computadoras.

Si un tulipán no es la analogía correcta, entonces, ¿qué tal el oro? Los bitcoins ciertamente parecen tener más que una semejanza pasajera. Los fanáticos del oro desconfían de los gobiernos y de sus tendencias a la emisión de dinero, y también los conocedores del bitcoin: ningún banco central está a cargo del bitcoin. Sin embargo, una reserva de valor no debería dar saltos tanto como hace esta: el bitcoin osciló de más de 1.100 dólares a fines del 2013 a menos de 200 dólares un año después, antes de elevarse, a trompicones, a su vertiginoso nivel actual.

En vez de ser una forma de oro digital, el bitcoin aspira a metas más elevadas: ser un instrumento de cambio como el euro, el yen o el dólar. Los reguladores están empezando a tomar en serio al bitcoin. Parte del aumento de precio puede explicarse por la decisión de Japón de tratar al bitcoin más como cualquier otra moneda.

No obstante, el sistema del bitcoin está operando al límite y sus desarrolladores no pueden ponerse de acuerdo sobre cómo incrementar el número de intercambios que el sistema puede manejar. Como resultado, una transacción cuesta ahora en promedio casi 4 dólares en comisiones y su confirmación lleva muchas horas tediosas. Por conveniencia, un billete de dólar se lo lleva de calle.

Si el bitcoin y las otras criptomonedas no son como cualquier otra cosa, ¿qué son? La mejor comparación sería con el internet y el auge de las punto-com que el mismo creó a fines de los años 90.

Como el internet, las criptomonedas personifican la innovación y dan lugar a más de ella. Son experimentos en sí mismas en cuanto a cómo mantener una base de datos pública –la llamada "blockchain"– sin que alguien en particular, un banco, digamos, esté a cargo. Georgia, por ejemplo, está usando la tecnología para asegurar sus registros gubernamentales.

Las blockchains son plataformas para más experimentos. Tomemos, por ejemplo, al Ethereum. Permite que todo tipo de proyectos, desde videojuegos hasta mercados en línea, recauden fondos emitiendo fichas; esencialmente dinero privado que puede ser negociado y usado dentro de estos proyectos, aunque esas OMI necesitan ser manejadas con cuidado, también pudieran generar inventos intrigantes. Los fanáticos esperan que den paso a nuevas empresas ambiciosas descentralizadas que tomen como blanco a los oligopólicos gigantes de la tecnología de hoy, como Amazon y Facebook.

Esto quizá parezca una forma peligrosa de generar innovación. Los inversionistas pudieran perder hasta la camisa: un desplome en un tipo de activos pudiera extenderse a otros, creando turbulencia en todo el sistema financiero. En el caso de las criptomonedas, sin embargo, esos riesgos parecen limitados. Es difícil argumentar que quienes están comprando criptomonedas no están conscientes de los riesgos; y, ya que siguen siendo un sistema bastante independiente, es poco probable el contagio.

Si existe algo que se pueda llamar una burbuja saludable, es esta. Sin duda, los reguladores deberían vigilar que las criptomonedas no se conviertan más en un conducto de actividad criminal, como el tráfico de drogas. Sin embargo, deberían pensarlo dos veces antes de ser demasiado duros, particularmente con las OMI. Si fueran demasiado susceptibles no solo reventarían la burbuja, sino también evitarían mucha de la innovación útil que probablemente se dará al mismo tiempo.

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