El reciente fallecimiento del artista plástico deja un profundo dolor en la comunidad artística del país y de Latinoamérica. Por eso, queremos compartir fragmentos de la entrevista que realizaba con la VOS hace cinco años atrás, en 2016, durante una visita que hacía al país para presentar Historias de corte y montaje, una exposición que reunía obras de sus 50 años en el arte.

Nació en Asunción, pero vivió la mayor parte de su vida en São Paulo. Empezó su carrera artística de la mano de Leonor Cecatto, pintora y grabadora formoseña radicada en Paraguay, con quien tomó talleres a partir de los 9 años. “Conocí a artistas plásticos muy importantes como Edith Jiménez, Lotte Schultz y Guillermo Ketterer, ya que Leonor los recibía los sábados por la tarde, eran sus amigos. Desde niño tuve contacto con sus ideas, con su día a día, con lo que significaba su trabajo”, recordaba el artista en aquella entrevista.

A los 14 años tomó un avión a São Paulo para tomar un taller de tres meses con João Rossi, maestro de la pintura moderna, quien trajo el arte contemporáneo al Brasil en los años 50. De esa época, Krasniansky destacaba: “Fui por primera vez a la Bienal de São Paulo y al Museo de Arte de esta ciudad, donde también por primera vez vi obras que solo conocía en libros”.

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En palabras del artista, esa bienal influenció en toda su carrera. “En ese momento se hizo la retrospectiva del surrealismo, eso me impactó mucho. Fue increíble, porque los primeros ejemplos del pop art también los descubrí allí”, contaba.

Cuatro años después, exponía en esa misma bienal sus propias obras en representación de Paraguay.

“La obra seleccionada formaba parte de una presentación que hice en una galería que quedaba sobre la calle Estrella, Atlántica, era un espacio desvinculado de lo comercial donde se hacían varias muestras experimentales”, confesaba.

Ese fue el punto de partida de su gran recorrido en el arte.

“En un principio, mi idea era ir al Brasil a trabajar con ilustraciones para diarios y revistas, ya que mi hermana vivía allí y se movía en el área de la publicidad. Pero en la Bienal del 71 conocí a un crítico de arte argentino, Jorge Glusberg, quien había hecho una conferencia sobre el arte latinoamericano y que en ningún momento había mencionado a Paraguay”, recordaba en la conversación que mantuvo con este medio.

“Hablé con él, le dije que en nuestro país sí había una escena artística; me preguntó quiénes y cómo eran. Me invitó a ser parte de un grupo de arte y comunicación de Buenos Aires. A partir de esto, hice con él muchas exposiciones en Europa y contacté con varios artistas de Argentina y otros países de América Latina”, explicaba.

Afinidad con la inmediatez

Su vínculo con la fotografía data de cuando tenía 15 años. “Le pedí de regalo a mis padres una cámara Instamatic, con ella no había que hacer arreglos de foco ni luz, era un simple clic y listo”, describía. Pero también contaba la anécdota que despertaba su lado más ansioso: “Te comías las uñas esperando las fotos, tardaban 45 días para que en tus manos lleguen reveladas”.

Su interés por la fotografía hizo que años más tarde sus obras configuren el trabajo de dos elementos que estaban en auge: la Polaroid y las fotocopias. “La usé como revelador, a la Polaroid la ponía en la máquina fotocopiadora y la transformaba en un color, ya sea negativo o positivo, podría imprimirse sobre papel o sobre tela”, explicaba.

“Cuando llega el postmodernismo se asume con total felicidad y sin censura al collage. Era una forma de expresión que aparece también en otros campos como la literatura”, añadía.

El archivo de sus creaciones

“Cuando entramos al arte encontramos referencias infinitas, entramos a un laberinto del cual no salimos. Es el resumen de mi trabajo, la manera espontánea en la que trabajaba antes y el significado que tomaron mis obras a partir del año 1966, pensadas de otra manera”, describía acerca del contenido del libro escrito por Ticio Escobar, Mito del laberinto, en homenaje a sus entonces últimos 40 años de quehacer artístico.

“Los museos son lugares que nos llevan a hacer reflexiones, nos hacen viajar al pasado. Todos tenemos un museo particular, puede ser de obras o de recuerdos, pero que están siempre presentes en nuestras memorias”, reflexionaba sobre los muchos sitios de arte que había recorrido a lo largo de su vida.

Su partida deja un dolor profundo en la comunidad artística del país y la región, pero quedan los dibujos, las pinturas, los grabados y los diseños que ha hecho a lo largo de sus más de 50 años en el arte contemporáneo, los cuales nos recordarán que hubo un artista paraguayo que volcó toda su humanidad en obras de arte.


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