Nación Ocupada es una obra enmarcada dentro del teatro audiovisual propuesta por el Grupo Teatro La Calle. La misma plantea una revisión histórica de la ocupación posguerra, la época, los abusos y todo lo vivido por un pueblo derrotado en una guerra de exterminio, la Guerra de la Triple Alianza.
“Consideramos importante reflexionar sobre ese pasado sangriento y doloroso para permitirnos pensar un presente que valorice un pueblo que se levantó de sus cenizas y consiguió reconstruir su nación. Traer el pasado para mirar el presente de un país que hoy necesita construir ciudadanía, inclusión social, valores que permitirán avanzar firmemente hacia la cohesión y la paz social”, declaró el elenco.
El elenco está compuesto por Paula Cáceres, Natalia Cálcena, Ruth Ferreira, Teresa González Meyer, Regina Bachero, Fabio Chamorro y Arturo Arellano; cuenta además con la participación de Wilfrido Acosta. El guión está basado en textos de Moncho Azuaga, Fabio Chamorro, Teresa González Meyer y Ruth Ferreira. La dirección audiovisual es de Sandra Flecha, y la dirección general, de Teresa González Meyer.
Nación ocupada se estrenará el próximo jueves 25 de febrero en el Auditorio Ruy Díaz de Guzmán de la Manzana de la Rivera, con una función gratuita a las 18:30. Asimismo, a las 20:30 se realizará otra función para un público abierto, a un costo de G. 35.000. La capacidad de asistentes no podrá superar las 50 personas.
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Tomar el desayuno y correr al búnker en 90 segundos
Cuando empiezan a sonar las sirenas de alerta sobre los cielos de Tel Aviv, la familia Weisman y millones como ellos buscan refugio de los misiles en camino y hoy continúan recogiendo los escombros de sus vidas.
Vera Lucía Papaterra, de origen dominicano, reportera del periódico estudiantil The Independent Florida Alligator (Gainesville, EE. UU.) busca ser una corresponsal internacional y fue invitada a Israel por la agencia de noticias del Medio Oriente para el mundo hispano parlante, Fuente Latina, para adentrarse a lo más profundo de un país que sigue en guerra pero que una vez más, da muestra de resiliencia, tras los ataques sufridos desde Irán, semanas atrás.
Una de sus entrevistadas fue una mujer israelí residente en Tel Aviv, Hadar Weisman, quien le relata como es la vida casi cotidiana bajo el sonar de las sirenas.
El decir por favor y gracias. Cómo usar cubiertos. Respetar a los mayores. A esa lista de lecciones básicas, la israelí Hadar Weisman añadió una que sus hijos repiten sin dudar: qué hacer en los 90 segundos después de que suenan las sirenas que indican que algún o varios misiles vienen en camino.
El 22 de junio de 2025 fue uno de esos días. En la llamada “Guerra de los doce días”, Israel y Estados Unidos habían atacado instalaciones nucleares iraníes e Irán había devuelto el fuego, lanzando decenas de misiles contra Israel. Varias zonas residenciales de Tel Aviv y en otras ciudades resultaron impactadas; 30 personas fallecieron y al menos 23 personas quedaron heridas. En Tel Aviv resultaron con daños severos varios edificios de Ramat Aviv,incluido el de Weisman. Fue una mañana de concreto roto y vidrios pulverizados que dejó a miles de israelíes sin casas, aunque con vida.
Misma sirena, diferente final
Aquella mañana, a las 7:23, tocaron a la puerta de Weisman. Eran los repartidores de un gavetero que había pedido una semana antes. Lo pusieron en el dormitorio. Apenas salieron, sonó la alerta. “Estamos muy acostumbrados a entrar al cuarto seguro”, cuenta Weisman. “Con los niños lo hacemos desde antes del 7 de octubre (del 2023 cuando terroristas de Hamás atacaron Israel)”.
Todos en casa de Weisman estaban ya vestidos y despiertos por el ruido de los obreros, así que caminaron con calma hacia la mamád, la habitación reforzada que muchos israelíes tienen en sus casas para protegerse de los misiles. El impacto llegó minutos después. El misil cayó entre los edificios de la cuadra. Ninguna estructura recibió un golpe directo, pero el golpe de la onda expansiva convirtió la casa en escombros. “Todo el edificio se sacudió y se cortó la luz”, recuerda Weisman, doctora en economía y profesora de microeconomía en la Universidad de Tel Aviv que vivía en ese apartamento desde 2019. “Nos quedamos 45 minutos en la oscuridad, sin saber qué habría cuando abriéramos la puerta”.
Sentados con una bolsa de caramelos
Dentro del cuarto seguro, un detalle dominguero: la tapa plástica del conducto del aire acondicionado salió volando y por ahí entraron polvo y residuos del edificio tras el impacto. Sentados en un colchón, con el teléfono en una mano y una bolsa de caramelos en la otra, los padres usaron el tiempo para hacer llamadas y tranquilizar a los niños. El mayor, de nueve años, lloró pensando en sus juguetes.
El impacto en el más pequeño, su hijo de tres años y medio, se mide más allá de una preocupación por sus cosas. En sí, el niño siempre pregunta la ubicación del cuarto seguro —como quien pregunta por el baño— cuando llega de visita a una casa desconocida. “Es una forma de vida y no debería serlo”, dice visiblemente emocionada Weisman. “No es manera de criar a nuestros hijos”.
Afuera, el grupo de WhatsApp del edificio se convirtió en un mapa humano. Vecinos reportaban quién estaba adentro y quién estaba en la calle para que los equipos de rescate no perdieran tiempo en búsquedas inútiles. Policías, bomberos y la unidad de rescate de la Fuerza de Defensa israelí subieron piso por piso. Forzaron la puerta acorazada del quinto piso, que quedó doblada, del apartamento de los Weisman. “Menos mal que esperamos”, dice. “Si hubiéramos intentado salir, el corredor estaba cubierto de muebles y cosas caídas. Nos habrían caído encima”.
Hay que mantener la rutina
El edificio de Weisman es uno de los más nuevos en el barrio y sus cimientos resistieron mejor que otros. Otros en la cuadra, no tanto. La familia pasó dos semanas en un hotel y luego consiguió un subarriendo en el mismo barrio para que los niños siguieran asistiendo a su misma escuela y su kínder. “Volveremos, dicen que para Pascua”, explica, con ese optimismo que nace de una rutina resistente. “Creo que será más tarde, quizá en julio”, añade con una sonrisa corta, como quien ya aprendió a negociar con la incertidumbre.
El ataque del 22 de junio fue parte de una escalada de doce días que cruzó fronteras y agendas políticas. Para Weisman, sin embargo, la política se traduce en una caminata sabatina. Ella asiste cada sábado a las manifestaciones por la paz que se llevan a cabo en la avenida Begin de Tel Aviv, donde discurso tras discurso pide el fin de la guerra y el retorno de todos los rehenes. “Voy desde antes de octubre”, cuenta, refiriéndose al 7 de octubre del 2023. “Esto no puede seguir así. Incluso si alguien creyó que al principio había justificación, ya no se ve un final ni resultados positivos. Es la forma equivocada de hacer las cosas”.
Su crítica tiene varios destinatarios. A su gobierno, que a su juicio no ha ofrecido una salida real ni ha priorizado un acuerdo para los rehenes capturados en el ataque del 7 de octubre. A Hamás, “una organización terrible, mala para Israel y aún peor para los gazatíes”. Y a cualquiera que crea que “disparar es mejor que hablar”, o que la vida de alguien vale menos que “un pedazo de tierra”. “Es inexcusable porque es obra humana”, dice Weisman, y la frase le tiembla en la garganta.
La confianza, admite, ya estaba dañada antes de octubre. “Siguen intentando cambiar el Estado de derecho en medio de la guerra”, señala Weisman sobre las modificaciones constitucionales que el gobierno trata de implantar para fortalecer los poderes ejecutivos y legislativos a expensa del judicial, algo que ha creado malestar en sectores de la sociedad israelí. Weisman escucha rumores sobre comicios, sospechas de fraude y un clima que erosiona las instituciones. Aun así, la decisión íntima no es simple. “Si nos paramos y decimos que esto es demasiado y nos vamos, ¿quién se queda? ¿Los que creen que esto está bien? Tampoco quiero que mi hijo cargue con esto”. Lo discuten en casa, una y otra vez.
Como casas de muñecas
Al volver a su apartamento en ruinas para recoger papeles y ropa, Weisman mira por la ventana y ve fachadas abiertas como casas de muñecas. Luego baja la mirada al pasillo, donde antes no se podía caminar sin tropezar, y recuerda la lección que repite a los niños: Hay una alarma. Se hace lo que toca. La vida va primero. “Estamos bien”, les dice. “La casa es solo cosas”.
La normalidad se despega a veces en pequeños gestos. Volver al subarriendo con mochilas y bolsas. Hacer la tarea de matemática. Preparar una cena sencilla. Y sí, repetir las reglas: por favor y gracias, respetar a los mayores, así se agarra un tenedor. Y esa otra, más urgente y aprendida a la fuerza, que suena como un juego pero enseña a sobrevivir: Sirenas en el aire. Un minuto y medio. Respira. Vete al búnker. Cierra su puerta reforzada. Espera. Vuelve a salir. Sigue adelante.
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Arlequín Teatro rinde homenaje a Ardissone
Tras el éxito de la versión dedicada a la poesía paraguaya, Arlequín Teatro vuelve a apostar por la fuerza de los versos, esta vez recorriendo la vastedad de América Latina en sus poetas, en sus historias, en sus luchas y amores. Margarita Irún, José Antonio Galeano, Pablo Ardissone, Kattya González y el guitarrista Nicolás Roig González son los intérpretes de esta travesía que cruza el continente de norte a sur en la palabra, como quien recorre con el corazón abierto las calles de nuestra memoria colectiva.
Este espectáculo fue soñado y creado por José Luis Ardissone, quien no solo pensaba dirigirlo, sino también habitar el escenario con su presencia y su voz. La vida no le dio ese tiempo, pero dejó su mirada y su pasión en cada rincón de esta puesta, que sube a escena también como un expreso homenaje a su legado.
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Voces imprescindibles de nuestra América mestiza, clásicas de todos los tiempos, como las de los mexicanos Sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo y Juan de Dios Peza; los cubanos José Martí y Nicolás Guillén; los argentinos María Elena Walsh, Alfonsina Storni, Pablo Elkin; los nicaragüenses Rubén Darío y Ernesto Cardenal; los brasileños Carlos Drummond de Andrade y Vinicius de Moraes; el chileno Pablo Neruda; el peruano César Vallejo; los uruguayos Delmira Agustini y Mario Benedetti, entre otros— resuenan en escena, tejidas en un concierto de poesía, música y sentimiento.
“De norte a sur en la palabra” es un homenaje, una celebración y una promesa: la de que la poesía sigue viva cuando se dice, se escucha y se comparte. El espectáculo se estrenó el viernes 8 de agosto y continuará los viernes y sábados a las 20:30 y los domingos a las 19:30. El costo de las entradas es de G. 100.000 y dos por G. 180.000. Las entradas anticipadas se compran exclusivamente por transferencia bancaria escribiendo al 0992-442 152.
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“K-PÉrucita… ¡y pumto!” vuelve al escenario este domingo
Tras un estreno a sala llena y una entusiasta recepción por parte del público, la comedia más desquiciada del año regresa al Teatro Latino con una nueva función este domingo 10 de agosto. “K-PÉrucita… ¡y pumto!” es una obra feroz, absurda y provocadora que reinterpreta los cuentos clásicos infantiles desde una mirada contemporánea, cargada de humor negro, crítica social y una gran dosis de delirio escénico.
Con un elenco potente integrado por Silvia Flores, Dani Vuyk, Sergio Leoz y Dave Weil, y marca además el debut teatral de Romi Mendoza. La dirección está a cargo de Luis Troche, quien también participa en escena y aporta su sello característico de humor mordaz.
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Con escenas tan bizarras como ingeniosas, esta parodia sin filtros invita al espectador a cuestionar, reír y disfrutar de una experiencia teatral que mezcla lo popular con lo políticamente incorrecto. La propuesta rompe con las estructuras tradicionales del teatro de comedia para ofrecer un espectáculo dinámico, directo y lleno de sorpresas.
Las funciones continúan este domingo 10 a las 20:00, en el Teatro Latino. En el marco del feriado largo, la obra también ofrecerá funciones especiales el jueves 14, viernes 15 y sábado 16 de agosto a las 21:00, y el domingo 17 a las 20:00. Las entradas están disponibles a través de Ticketea.
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“El almacén del español” ofrece una nueva función
El proyecto “José María, el poeta” presenta la puesta escénica “El almacén del español” que tiene como objetivo el rescate de la memoria, así como rendir un tributo a José María Gómez Sanjurjo, poeta paraguayo perteneciente a “La Generación del 50”, considerado uno de los mayores poetas líricos de la segunda mitad del siglo XX.
Esta actividad conjuga, la única novela del autor, “El almacén del español” con poesía, en un libreto elaborado por la dramaturga Luz Saldívar. La puesta se llevará a cabo los días 10, 15,16 y 17 de agosto, los viernes y sábados a las 20:30 y domingos 19:00, en el Teatro Arnaldo André de Espacio Mayor, ubicado en Malutín casi Guido Spano. Los derechos autorales fueron cedidos para el proyecto y la puesta cuenta con el apoyo Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondec).
La puesta está integrada por los actores Silvio Rodas, Emilio Ortellado y la actriz Eli Caballero, la dirección escénica, así como la dramaturgia está a cargo de Luz Saldívar, asistencia de dirección Arianna Jiménez, visualización de la puesta y diseño del afiche, Hugo Matto, diseño de luces Martín Pizzichini, fotografía, Paloma Caballero, vestuario a cargo de Víctor Rodríguez, peinados Alberto Romero, maquillaje Samadhy Albiol y prensa Nati Pintos. La producción general es de La Escuelita Producciones.
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José María Gómez Sanjurjo Poeta, narrador y ensayista paraguayo, nacido en Asunción en 1930 y fallecido en Buenos Aires (Argentina) en 1988. Perteneciente a la denominada “Promoción del 50” dejó impresas sus primeras composiciones líricas en el volumen colectivo titulado Poesía (1953). El resto de su producción lírica de tan reducida extensión como aquilatada calidad literaria se reparte en las recopilaciones tituladas Poemas (Buenos Aires: Losada, 1978) y Otros poemas y una elegía (Id., 1979).
Además, publicó algunos de sus poemas en revistas y antologías nacionales y extranjeras. Figura de reconocido prestigio en las Letras paraguayas de la segunda mitad del siglo XX, fue elegido miembro de la Academia Universitaria del Paraguay, institución cuya presidencia ocupó en diferentes períodos.
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