Marcaba el ritmo de una de las bandas más icónicas del mundo, lidera su supergrupo hace tres décadas, ha sido dos veces miembro del salón de la fama del rock y, a los 80 años, Ringo Starr sigue tan enérgico como siempre.
La pandemia ha estancado su agenda de giras que normalmente está repleta. Pero el ex Beatle se prepara para lanzar un disco desarrollado en cuarentena y, este miércoles, presenta un libro de las memorias fotográficas de su All Starr Band.
En 1989, recién salido de rehabilitación, Starr fundó la banda, que ha presentado una amplia gama de estrellas de la música, entre ellas Dr. John, Joe Walsh, Nils Lofgren y Clarence Clemons. En ese entonces, el músico necesitaba volver a los escenarios, por lo que no dudó en ver su agenda y empezar a llamar a la gente.
Ringo Rocks: 30 Years of the All Stars, que se vende exclusivamente por la casa de subastas Julien’s Auctions, narra la historia de la banda en constante cambio a través de fotos inéditas y anécdotas de Starr. “Treinta años... No me senté allí y dije ‘Oh, hombre, podría hacer esto durante 30 años’. ¡Y hubieran sido 31 si no tuviéramos esta pandemia!”, comentó el artista.
Starr tenía dos giras en 2020 que fueron canceladas por la crisis del coronavirus, y aunque en muchos momentos tuvo ganas de salir, era consciente del peligro que representaba la pandemia. En todo este tiempo de confinamiento, más concretamente entre abril y octubre de este año, se encerró a elaborar un álbum de cuatro pistas en el estudio de su casa.
El mini álbum titulado Zoom In presenta colaboraciones con una larga lista de excelsos artistas. Su sencillo Here To The Nights, que se lanzará el miércoles junto con las memorias fotográficas, fue escrito por la compositora Diane Warren e incluye a Walsh, Dave Grohl, Sheryl Crow, Lenny Kravitz y el mismísimo Paul McCartney.
“Si está en la ciudad y yo estoy grabando un disco, siempre guardo una pista si sé que va a venir”, dijo Starr sobre su excompañero de banda. “Es simplemente un bajista increíble y un hermoso ser humano”, expresó, recordándolo de la mejor manera.
Su carrera siempre se construyó en equipo, siendo parte de una banda. Y eso es lo que defiende hasta el día de hoy. “Todo lo que siempre he hecho, lo he hecho con otros músicos. No me atrae trabajar como solista, prefiero estar al ritmo de los compañeros de una banda”, concluyó sobre cómo desea permanecer en la música.
Fuente: del texto de Maggy Donaldson, AFP.
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“El retrato es una forma de crear un espacio con el otro”
El fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar se instaló por primera vez en ese alejado territorio en 2009. Ahora vive en Seyðisfjörður, transformado por el contexto, un planeta distinto, como dice. El artista visual nos habla sobre la esencia de su nueva muestra y sus vivencias en la “tierra del fuego y el hielo”.
- Por Jimmy Peralta
- Fotos Juanjo Ivaldi
El pasado 17 de junio se habilitó en Islandia la muestra “Dejar aparecer”, del fotógrafo paraguayo Juanjo Ivaldi Zaldívar, una propuesta coordinada por Auður Mikaelsdóttir que presenta un centenar de retratos de ciudadanos de Höfn, un pueblo de alrededor de 2.200 habitantes, donde el compatriota vivió un tiempo. “Dejar aparecer” es una forma de buscar pasivamente el momento artístico, tanto para permitir que este logre manifestarse, en este caso la imagen frente al observador, así como para el artista permitirse ver y captar la obra, en el caso de Juanjo, registrar con la cámara con el máximo respeto al retratado.
Ivaldi vive su segunda estadía en la isla. En 2009 fue por primera vez, para volver en 2014. Cinco años después volvió a instalarse y a revivir la conexión que le permite ese planeta que se le representa como Islandia, como paisaje y humanidad como contexto. “En el retrato, lo esencial no se fabrica: se revela”, cita el texto de convocatoria a la muestra. Juanjo habló con La Nación del Finde sobre esta iniciativa, su experiencia en Islandia, y la búsqueda ética y estética que propone él con esta colección.
–¿Cuál tu primera vinculación con Islandia antes de ir y la primera en construir al llegar allá?
–Pensar en esto me llevó directo a una memoria de una sala de fotografía con un piso de ajedrez en el “Instituto de la imagen”. Coincidentemente, la primera vez que escuché sobre Islandia fue en un curso de fotografía que tomaba en Paraguay, allá por el 2006 o 2007, no recuerdo muy bien. Alguien puso música de Sigur Rós… ese sonido… lejano, como si viniera de otro mundo. Hoy, mientras te respondo a estas preguntas, vuelvo a poner Sigur Rós y preparo un café. Mi primer vínculo real con Islandia fue por Sunna, una mujer bellísima de estas tierras, a quien siempre voy a estar profundamente agradecido por invitarme a llegar hasta acá. Con ella tuvimos una relación de jóvenes curiosos en esos años, y un día me dijo: “¿Por qué no nos vamos a Islandia?” Yo le dije “¡Jaha!”. Y bueno, fue así como Islandia pasó de ser ecos sonoros (primero conocí su música), después solo imaginación, a convertirse en un hogar.
Llegar desde Paraguay en 2009, con 25 años, fue como aterrizar en otro planeta, Islandia es otro planeta. Recuerdo un paisaje más negro que verde: extensiones de lava, montañas, cielos inmensos, inmensidad más inmensidad, bum, un aura boreal, 24 horas de día, 24 horas de noche y silencios. Hermosos silencios. No era el Islandia “turístico” de hoy, era un país más reservado, lleno de barrios y a la vez más salvaje. Esa naturaleza en todas sus formas, honesta, me atrapó de una forma que nunca imaginé. Creo que, en ese primer invierno, mientras la nieve caía sobre un planeta que apenas empezaba a conocer, supe que algo en mí también estaba cambiando. Para siempre.
–¿Cómo definirías al retrato, y cómo lo diferenciarías de otras formas fotográficas?
–Para mí, el retrato es una forma de crear un espacio con el otro. No es una imposición de la mirada, del “yo fotógrafo” quiero que vos persona hagas esto para que el “yo fotógrafo” sobresalga. En mi experiencia, un retrato ocurre cuando el otro puede emerger, cuando no se lo interrumpe ni se lo fuerza a ser algo. En este sentido, lo diferencio de otras formas fotográficas que a veces buscan captar lo espectacular, lo inmediato o lo evidente. El retrato, en cambio, es más lento. El retrato es espera. Uno se queda esperando un gesto, una pausa, un silencio donde algo del otro se revele. Es como transitar el mundo analógico de la fotografía. Suele haber un segundo donde la persona decide darte algo, o a veces se le escapa, porque siempre está ahí. En mi búsqueda del retrato, no trato de fabricar una imagen, sino dejar que algo que ya está, como la dignidad, una verdad, incluso una herida, se asome, de formas diferentes. Y cuando hay escucha, cuando hay tiempo, ahí entre dos personas, esa imagen puede convertirse en un espejo donde alguien se reconozca con una dignidad que quizás había olvidado. Por eso, para mí, retratar es también un acto de respeto.
EL TRAYECTO
–¿Cuándo empezó a tener forma de muestra esta colección de fotos?
–Esta última exhibición de retratos tiene sus raíces en una experiencia previa del año 2023, cuando trabajé junto a Greta Clough en una región del norte de Islandia. Allí realizamos una serie de entrevistas y retratos que culminaron en la muestra Fl(j)óð, una exposición fotográfica centrada en mujeres de origen extranjero que vivían en Húnaþing Vestra. Compartimos las historias de 33 mujeres de la comunidad, celebrando sus raíces y abriendo espacios de reflexión sobre el lugar que ocupan las mujeres inmigrantes dentro de la sociedad islandesa. Este proyecto fue muy bien recibido y tuvo buena cobertura mediática en el país. Inspirada en esa experiencia, Auður Mikkelsdóttir se puso en contacto conmigo con la idea de hacer algo similar en Höfn, una localidad del sureste a donde llegamos juntos con Tess Rivarola en 2019 y donde vivimos por más de un año. Esta vez, el enfoque estuvo puesto en las y los habitantes de la comunidad. Así comenzó esta nueva etapa.
Durante tres meses hice lo que más me gusta en la vida; manejar en ruta islandesa, escuchar música y fotografiar. Viajé desde Seydisfjördur (un pequeño fiordo del este donde vivimos desde el 2020) a Höfn todos los fines de semana, unos 150 km, atravesando dos rutas de montaña que alcanzan los 600 metros de altitud y no pocas veces están cubiertas de niebla. Conocí y fotografié a 114 personas. En cada encuentro conocí algo nuevo de esta cultura. Tomé café como nunca antes en mi vida. Acá cada vez que llegas a una casa no importa la hora que sea te invitan café. Cada persona me mostró algo nuevo de la forma de ver la vida que tienen los islandeses. Y así fue tomando forma la muestra: como un retrato colectivo que busca reflejar la diversidad del pensamiento, la memoria compartida y lo cotidiano de quienes habitan este rincón del sureste islandés.
–¿Qué sensaciones o intenciones conectan o vinculan entre sí a las fotos de esta muestra?
–Una serie de fotografías puede narrar una historia, pero en esta muestra de retratos el hilo no es argumental. No hay un relato lineal, sino una atmósfera que se construye desde la escucha. Para cada retrato, lo único que pedía era que la persona eligiera el lugar donde quería ser fotografiada. Algunos escogieron sus casas; otros, los caminos donde pasean con sus perros. Algunos volvían a las granjas de sus abuelos, a los establos donde cuidan caballos, ovejas o gallinas. Esas elecciones no fueron casuales: en esta serie de retratos el paisaje no es fondo, es parte del cuerpo. Creo también que lo que une estas imágenes es una intención compartida porque para ser retratado hay que querer ser visto.
En muchos de estos retratos se puede leer el arraigo profundo que cada islandés tiene con su tierra. Para muchos, decir “soy de tal lugar” es un acto de orgullo. Y no es solo una frase: es literal. Algunos nunca salieron de su pueblo Son de ahí, y lo son a mucha honra. Cada persona retratada iba trayendo una nueva perspectiva; su forma de pensar. Y, sin embargo, algo se repetía, remitiendo a algo ya escuchado antes, al otro lado de la isla. Y así se fue tejiendo más o menos, una sensación de intimidad, de presencia, de pertenencia. Quizás lo que une estas imágenes no sea lo que se ve, sino lo que se intuye: una vibración, una confianza, una forma de mirar que no busca transformar, curiosea. Lo que deseo es que cada retrato sea una puerta entreabierta entre la presencia y el misterio.
OBSERVACIÓN Y ESPERA
–¿Cómo llegás vos a la idea de “dejar aparecer” y qué pensás que te aporta como fotógrafo en el contexto donde te manejás?
–El concepto de “dejar aparecer” lo tomo prestado de Humberto Maturana, biólogo chileno, quien plantea que amar es permitir que el otro sea, sin forzarlo a cumplir con nuestras expectativas. Me quedó resonando, y con el tiempo entendí que eso también era lo que yo buscaba al retratar. Coincide con mi manera de aproximarme al retrato, no desde la dirección ni la construcción, sino desde la observación y la espera. Yo no me siento tanto un fotógrafo que “arma” imágenes, sino alguien que observa, que acompaña. En el contexto donde vivo, el “countryside” de Islandia, el tiempo se percibe de otra forma, las personas tienen otras formas de relacionarse. En el momento del retrato, las personas acá pueden llegar a ser muy cerradas para nosotros los “sudacas”. Pero eso es una interpretación desde una expectativa del otro. Aquí, se vuelve clave ser observador, quedarse quieto. Acompañar el silencio entre los dos, acompasar el momento. Aquí no se pueden forzar las cosas. Entonces uno, como fotógrafo, va generando el espacio, las condiciones donde la persona pueda mostrarse, si quiere, si lo siente. Puedo decir hoy que “dejar aparecer” se ha vuelto para mí una ética del mirar y del convivir.
–¿Podrías comentarnos algo de Höfn?
–Höfn es un pequeño pueblo al sureste de Islandia, rodeado de playas negras, glaciares del Parque Nacional Vatnajökull y montañas que respiran con el clima. Tiene tormentas de viento, neblinas… y unos amigos maravillosos. Llegamos allí con Tess Rivarola en mayo de 2019. Hay algo en su paisaje: el viento te habla, o la luz cambia de golpe y te muestra otras formas. A primera vista puede parecer un lugar aislado, pero después de esta experiencia fotográfica me di cuenta de que tiene una vida comunitaria generosa. Vivimos un año con Tess en las afueras de Höfn, Hólmur, en una casa amarilla, con el glaciar como jardín. Después de esa experiencia armamos una exhibición en conjunto: con poesías de Tess y fotografías mías, que se llamó “Mirada extraviada”. Tess tiene mucho que ver con mi desarrollo como artista. Me empujó a buscar más profundidad, a ir más allá. Exige como loca, y eso sirve muchísimo.
–¿Cómo es tu vida allá?
–Ahora vivimos en Seyðisfjörður, en el este de Islandia, a 661 kilómetros de la capital. Mi vida hoy es bastante tranquila, ya no farreo tanto, también intensa en otros aspectos. En el día a día cocino, saco fotos, tomo helado, voy a nadar, chismoseo con la gente, me plagueo… y otras cosas que no te voy a contar porque seguro que mi vieja va a leer esto. Siento que, en lugares como estos, donde el tiempo se mueve más lento, uno puede escuchar mejor. Mirar las cosas en sus diferentes formas y estados.
Escuchar a los demás, y también a uno mismo. La naturaleza no es solo un complemento o una foto para Instagram: es un personaje más que convive entre nosotros, con el que uno dialoga todos los días. Te guste o no. Reykjavik, Höfn, Seyðisfjörður… Islandia me ha dado algo valioso: la posibilidad de mirar con más atención, de reinventarme, de sanar, de perdonar, de crecer de muchas formas. De vincularme con la gente de otra cultura, desde las diferencias y el respeto. Y de construir un ritmo de vida más acorde con lo que necesito en este momento.
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Bruce Springsteen lanza inédita compilación de 83 canciones
Con la publicación el viernes pasado de “Tracks II: The Lost Albums”, 83 temas en total, 74 de ellos completamente nuevos, la leyenda del rock estadounidense Bruce Springsteen intenta demostrar que la década de 1990 no fue, de hecho, perdida para él. Para muchos fans, el cantante nacido en Nueva Jersey atravesó un periodo oscuro antes del cambio de siglo, cuando se separó temporalmente de su histórica banda, la E Street Band.
“A veces leo sobre mí mismo que la década de 1990 estuvo como perdida para mí”, dice en un reciente video de YouTube. “De hecho, Patti (Scialfa, su esposa músico) y yo estábamos criando niños muy pequeños en ese entonces, y eso afectó parte de nuestro trabajo”, añade para explicar su menor productividad. Pero “en realidad, trabajaba todo el tiempo”.
Springsteen, la voz del Estados Unidos proletario conocida por sus megaconciertos, dice que aprovechó la pandemia de covid-19 para dar los últimos retoques a todo lo que le quedaba en los cajones. El resultado: una extensa recopilación de 83 canciones organizadas temáticamente en siete álbumes, que abarcan desde 1983 hasta 2018.
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“Tracks II”, como su nombre lo indica, es la continuación de “Tracks”, de 1998, a la que seguirá “Tracks III”. La compilación incluye tres discos, uno basado en su éxito “Streets of Philadelphia”, un segundo, “Somewhere North of Nashville”, se adentra en el country y el tercero rinde homenaje a California y su cultura mexicana.
El artista se hizo famoso en la década de 1970 con “Born to Run”, alcanzó la fama internacional en la década siguiente con “Nebraska” y “Born in the USA” y, tras pasar un siglo alejado de su E Street Band, volvió a ella y al éxito con “The Rising” (2002), dedicado al 11 de septiembre de 2001. Springsteen no es el primero que revisa sus archivos para publicar temas inéditos, aunque ello implique lanzar canciones que inicialmente quedaron fuera de sus primeros álbumes.
Fuente: AFP.
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Presentan el disco de samba jazz “Ponte da amizade”
El Instituto Guimarães Rosa y la Embajada de Brasil en Asunción tienen el agrado de invitar al concierto de lanzamiento del EP “Ponte da Amizade”, del saxofonista y compositor paraguayo Marcelo Ortigoza. El evento se realizará el jueves 26 de junio, a las 20:00 horas, en el Teatro Tom Jobim (Eligio Ayala casi Perú), con entrada libre.
La noche contará con la participación especial del grupo brasileño Capybara Trío, que abrirá el concierto como telonero y acompañará a Ortigoza en escena. Este grupo curitibano también participó activamente en la grabación del EP, reforzando el espíritu de colaboración y amistad que inspira el proyecto.
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Grabado en febrero de 2025 en Curitiba, bajo la producción de Vini Araújo, “Ponte da Amizade” reúne composiciones originales de Ortigoza y una formación internacional de músicos: João Soares (batería), Igor Loureiro (bajo), Rodi Méndez (guitarra), Celso Joabe (piano), Jade Farah (voz), Marcelo Ortigoza (saxo, flauta y composición).
La obra, disponible en plataformas digitales, propone un recorrido sonoro que celebra el encuentro entre culturas a través del samba jazz. El arte de tapa fue realizado por el diseñador Iron Lobo Jr.
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¿Cómo suena “Tropicoqueta”? Karol G repasa sus influencias
- Bogotá, Colombia. AFP.
Con géneros como la bachata y la música que evoca las telenovelas de los años 90, la estrella del reguetón colombiana Karol G rinde tributo a los ritmos latinos populares con el estreno de su nuevo disco, “Tropicoqueta”. El álbum, de 20 canciones, incluye sonidos latinoamericanos que van desde el merengue hasta el vallenato. También tiene música romántica y de despecho, típicas de los dramas televisivos que marcaron la infancia de la generación de la artista de 34 años.
Es un disco para "volver a la raíz, a las canciones con las que crecí escuchando, a los sonidos que me hicieron enamorarme de la música“, escribió en Instagram la “Bichota”, cuyo nombre real es Carolina Giraldo. En los videos que acompañan a las canciones aparece bronceada, con su cabello de color caramelo y vestida de tonos rojizos. Sus sonidos transportan de vuelta a los años 90 con letras que hablan del “amor de otros tiempos” y la “salsita lenta”, dice. Algunas son colaboraciones con artistas como el mexicano Marco Antonio Solís y el francoespañol Manu Chao.
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Karol G se consolidó el año pasado como una artista que trasciende la música latina, al llenar estadios en España y Estados Unidos. Uno de ellos fue el Santiago Bernabéu de Madrid, con capacidad para más de 78.000 personas. El recinto se llenó en los cuatro conciertos que la colombiana presentó allí.
Cinco veces ganadora de los premios Grammy Latinos, “La Bichota” es considerada la mayor voz femenina del reguetón en la actualidad y una referente del feminismo. Sin embargo, el año pasado fue blanco de críticas por una canción que realizó junto a otros cantantes colombianos como J Balvin llamada +57, tacha de sexualizar a menores de edad.
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