Hace cinco años centenares de miles de mujeres en el mundo empezaron a utilizar la etiqueta #MeToo para denunciar la violencia sexual y sexista, un movimiento que continúa agitando las aguas en todo el mundo, aunque queda mucho camino por delante.

Fue el 15 de octubre de 2017 cuando la actriz estadounidense Alyssa Milano publica un mensaje en el que invita a las mujeres que han sufrido acoso sexual a utilizar la etiqueta #MeToo (YoTambién) en Twitter para compartir su testimonio.

En realidad, esa denominación había sido creada en 2006, pocos días después de la publicación en la prensa estadounidense de dos investigaciones explosivas sobre las agresiones y violaciones del productor de cine Harvey Weinstein, que tuvieron lugar impunemente durante años.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Fue un tsunami mundial: los testimonios invadieron la red social en pocos días y las manifestaciones se multiplicaron en numerosos países. “La amplitud del movimiento es extraordinaria”, explica a la AFP Florence Rochefort, investigadora del Centro de Investigación Científica francés (CNRS), especialista en la historia de los feminismos.

Lea más: “Influencers”: ¿es un trabajo?

Es un momento “histórico” que permitió “visibilizar la dimensión de esa violencia”. “Pero aún estamos lejos de haber implementado soluciones”, añade. Algunos hombres consideran que el movimiento es exagerado. “#MeToo demostró la rutina de esa violencia sexual y sexista, su carácter banal”, ya sea en la vida diaria en la calle, en el lugar de trabajo, en el seno del hogar, explica a la AFP Sandrine Ricci, socióloga especialista de la universidad de Quebec en Montréal.

“El movimiento permitió a la gente, en particular a las víctimas comprobadas o potenciales, comprender mejor lo que estaba en juego”, explica. A juicio de esta feminista, “los perjuicios persisten” y la sociedad tiene tendencia a “desviar la responsabilidad de los agresores, sobre todo cuando están en posición de poder”, añade.

Un problema estructural

El movimiento #MeToo tuvo sus propias versiones locales en cada país. Para Adéle Pautrat, fotógrafa francesa de 29 años residente en Bruselas, el movimiento se ha convertido en “un símbolo de la reapropiación de la palabra” por parte de las mujeres.

“Se trata de un problema colectivo ante el cual hay que saber tomar postura de manera firme”, explica. Desde el inicio de #MeToo, “es más fácil hablar de acoso sexual, que ha pasado a ser considerado como un problema estructural más que individual”, destaca Hillevi Ganetz, profesora especializada en género y medios de comunicación de la universidad de Estocolmo.

La responsabilidad de las empresas

El movimiento ha obligado a las empresas en el mundo occidental a reaccionar. Cada vez hay más compañías que organizan formaciones sobre el acoso sexual y nombran a personal habilitado para recibir quejas. El clima de denuncias en Estados Unidos ha provocado que “las empresas tomen cada vez más en serio las acusaciones de acoso o agresión sexual” y que apliquen “medidas disciplinarias o despidos a los empleados acusados”, indica a la AFP Camille Hébert, profesora de Derecho de la universidad de Ohio.

Esa firmeza “ha hecho evolucionar la cultura empresarial”, aunque las leyes siguen siendo las mismas. En Suecia en 2018, en España el año pasado, las leyes que penalizan la violencia han sido endurecidas. Pero las asociaciones feministas consideran que la respuesta gubernamental es insuficiente. Mientras, el movimiento toma otras vertientes, como #MeTooIncesto en Francia.

Un artículo y un tuit

En octubre de 2017, The New York Times publicó una investigación sobre las denuncias de acoso sexual contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein, quien hasta entonces parecía intocable pese a los rumores de mala conducta. Se abrían así las compuertas del movimiento #MeToo.

El 5 de octubre, Jodi Kantor y Megan Twohey, dos periodistas del diario neoyorquino, revelaron lo que era conocido por muchos en el mundo del cine: el productor prometió ayudar a algunas actrices en sus carreras a cambio de favores sexuales, intentó masajear a varias de ellas en habitaciones de hotel y forzarlas a mirarlo desnudo, además de usar su poder para acallar sus voces.

Hacía meses que las periodistas trabajaban en el tema e intentaban convencer a las actrices de que hablaran. Fue tal el escándalo que pocos días después de la publicación del artículo Weinstein fue despedido de la empresa que llevaba su nombre.

Intentó disculparse “sinceramente”, explicando que creció en las décadas de 1960 y 1970 cuando “las reglas sobre el comportamiento y los lugares de trabajo eran diferentes”. Sus abogados se esforzaron por restar importancia a los hechos. Pero el movimiento siguió su curso y la caída de este hombre otrora todopoderoso, que organizaba actos para recaudar fondos para demócratas como Hillary Clinton, fue vertiginosa.

El 10 de octubre le siguió otro artículo, esta vez en la revista The New Yorker, firmado por Ronan Farrow, quien también estuvo meses investigando. La actriz italiana Asia Argento y otras dos mujeres afirmaban haber sido violadas por el cofundador del estudio Miramax. A medida que pasaban los días, las mujeres fueron perdiendo el miedo de hablar. Una a una, contaban sus experiencias o apoyaban a las víctimas.

Redes sociales al rojo vivo

El 15 de octubre, un tuit de la actriz Alyssa Milano terminó de encender la mecha en las redes sociales. Ella también había leído la avalancha de artículos que siguieron a las revelaciones sobre Harvey Weinstein. “Si te han acosado o agredido sexualmente, escribe ‘me too’ (yo también, ndlr) en respuesta a este tuit”, escribió la estrella de “Charmed” en Twitter.

Los testimonios no tardaron en llegar; procedían de casi todos los ámbitos. Muchos afirmaban compartir su experiencia en público por primera vez. A raíz del escándalo Weinstein, la etiqueta se extendió por todo el mundo: #quellavoltache (dónde esta vez) en Italia, #EnaZeda (yo también) en Túnez, #AnaKaman en Egipto.

Alyssa Milano ayudó a propagar el movimiento, pero el #MeToo original había sido creado once años antes, en 2006, por la activista afroestadounidense Tarana Burke. Esta última había comenzado a usar esta expresión de “empatía” como una forma para que las víctimas de violencia sexual, especialmente en comunidades marginadas, establecieran una conexión entre ellas y lo expresaran en voz alta al mundo.

Lea también: ASU2022: joven boxeadora paraguaya es promesa para los Juegos Odesur

“Al principio, entré en pánico”, reconoció Burke cuando vio su eslogan retomado en las redes. “Tuve una sensación de pavor, porque algo que formaba parte de la labor de mi vida (...) iba a ser utilizado para un propósito que originalmente no había previsto”, afirmó. Pero rápidamente Milano devolvió a la activista lo que era suyo. “Lo que realmente hace la campaña MeToo, y lo que Tarana Burke nos ha permitido hacer a todos, es volver a centrarnos en las víctimas”, declaró en una entrevista en el programa Good Morning America.

“Esto es solo el comienzo y llevo diciendo desde el principio que no es solo un momento, es un movimiento”, insistió Burke, junto a Milano, en 2017 durante el Today Show. Weinstein fue condenado en 2020 a 23 años de prisión por agresión sexual y violación. Jodi Kantor, Megan Twohey y Ronan Farrow han ganado el prestigioso Premio Pulitzer para los medios en los que trabajan.

Impulsora cree que valió la pena

Si tuviera que volver a hacerlo, Sandra Muller, la promotora del #MeToo francés, dice que lo haría “sin dudarlo”. Cinco años después, y pese a los juicios y al precio psicológico que afirma haber pagado, cree que las cosas “avanzan” y valió la pena. “Ha arruinado por completo cinco años de mi vida”, cuenta en una entrevista con la AFP quien creó la famosa etiqueta #balancetonporc (denuncia a tu cerdo).

Pero “cuando tienes los medios para cambiar una sociedad con el fin de establecer reglas mejores, leyes mejores, un mundo más justo”, “sin calcularlo, sin anticiparlo”, “sí, es una satisfacción”, agrega esta periodista de 51 años.

Muller vivía en Nueva York cuando el 5 de octubre de 2017 The New York Times publicó un artículo sobre las acusaciones de acoso sexual contra el poderoso productor de cine Harvey Weinstein. “Empecé a leer frenéticamente todo lo que había sobre el tema, sin poder evitar hacer paralelismos con nuestro entorno”, el periodismo, cuenta.

A fuerza de “tragarse todos los testimonios durante casi una semana” acabó convenciéndose de que tenía una responsabilidad. “Somos periodistas, hay que dar nombres”, dice que pensó en ese momento. Así que el 13 de octubre de 2017, dos días antes del famoso tuit de la actriz Alyssa Milano que hizo estallar el #MeToo en todo el mundo, escribió un mensaje en Twitter.

“#balancetonporc!! Tú también cuéntalo dando el nombre y los detalles de un acoso sexual que hayas tenido en tu trabajo. Te espero”, decía. Horas después publicó otro tuit, en el que citaba comentarios hechos por el exdirector de un canal de televisión, Eric Brion, en un “entorno completamente profesional”: “Tienes los pechos grandes. Eres mi tipo de mujer. Te haré disfrutar toda la noche”.

Así comenzó el movimiento #balancetonporc. Le siguió una avalancha de testimonios, polémicas y juicios. Brion reconoció haber hecho “comentarios inapropiados” y se disculpó por ello, pero consideró que él era objeto de una “amalgama entre la seducción pesada y el acoso sexual” y presentó una demanda que ganó en primera instancia.

Muller fue condenada por difamación. Sin embargo, en apelación, un tribunal consideró que la periodista había hecho uso de su libertad de expresión y la Corte de Casación lo confirmó.

“Bruja”

Durante estos casi cinco años a Muller se le acusó de haber echado al foso de los leones a un hombre. Ella lo niega. “Nunca dije que Eric Brion fuera un violador”, afirma. Pero hay que “acabar con” lo que se considera “el nivel más bajo” de agresión, es decir la verbal, para luchar contra la violencia física, argumenta.

Pero como consecuencia de ello, “sufrí ataques tanto virtuales como reales. Yo era la bruja horrible que se había atrevido a hablar”, dice la periodista mencionando a los troles en las redes sociales, el impacto en su vida profesional y privada, las “reacciones de rechazo”, la preocupación de su familia. “Es difícil recuperar la vida de antes, apenas estoy empezando”, agrega. “Perdí trabajo (...). Un día le pedí a una radio importante (..) si podía trabajar como freelance, me dijeron ‘no podemos emplear a la señora #balancetonporc’”.

Últimamente ha vuelto a trabajar como freelance, para medios de comunicación más pequeños, puntualiza. Y a pesar de las dificultades, considera que valió la pena. #balancetonporc, #MeToo, “hizo en cualquier caso progresar a la sociedad”, dice, mencionando la libertad de expresión y las medidas que tomaron las empresas.

Antes, mucha gente cometía acoso o cosas peores podía “seguir en total impunidad, hacer lo que quisiera con un silencio general organizado, un apoyo considerable”. Hoy, “estas personas se lo pensarán dos veces antes de agredir”, estima. “Siempre habrá más leyes que hacer, más movilización, educación” sobre todo entre los niños, “pero sigo pensando que en cinco años hemos evolucionado bastante en comparación con los últimos 40, ¿no?”.

Las revelaciones sobre Weinstein

Los artículos sobre Harvey Weinstein y el movimiento del #MeToo que vino después desencadenaron una avalancha de acusaciones contra figuras poderosas y, en última instancia, reconfiguraron la forma en que los medios de comunicación cubren las historias de poder y abuso sexual. Según Ronan Farrow, cuyo trabajo periodístico de investigación fue clave en la caída de Weinstein, “la voluntad de informar sobre este tipo de delitos en las salas de redacción es más sólida que hace cinco años”.

“Da la sensación de que estamos en una era realmente prometedora en cuanto a la voluntad de los reporteros y los editores de ir tras vacas sagradas y confrontar a instituciones poderosas”, dice a la AFP el escritor de la revista The New Yorker.

Las explosivas revelaciones de Farrow sobre Weinstein le valieron un premio Pulitzer en 2018, que compartió con Jodi Kantor y Megan Twohey, dos reporteras del New York Times que también investigaron el tema. Ambas declinaron ser entrevistadas para este artículo.

Después de las primeras historias de esas dos publicaciones en octubre de 2017, la cobertura mediática de #MeToo y la agresión sexual aumentó un 52% al año siguiente, según la organización feminista Women’s Media Center.

“Este ha sido un año en el que los medios y la propia verdad han estado bajo asedio”, dijo la presidente del centro cuando se publicó el estudio. “Al exponer horribles prácticas individuales e institucionales, vemos una oportunidad para una nueva transparencia y cambios permanentes en pos de una mayor igualdad y poder para las mujeres”.

Después del caso Weinstein, las denuncias de actos criminales por parte de figuras de alto perfil como el financiero Jeffrey Epstein y el cantante R. Kelly fueron reexaminadas a la luz de una nueva era, y sus acusadores fueron tomados mucho más en serio.

Para Scott Berkowitz, presidente y fundador de la organización estadounidense contra la violencia sexual RAINN, “una de las grandes consecuencias del #MeToo ha sido mostrarle a la gente que no está sola, que esto es algo que les ocurre a millones de personas”.

RAINN gestiona la línea telefónica nacional de agresión sexual de Estados Unidos y, según Berkowitz, en los cinco años desde el #MeToo, las llamadas se han duplicado. “Creo que ver más conversaciones sobre el tema hace que uno se sienta más seguro de hablar de lo que se ha vivido”, afirma.

“Atención sostenida”

Desde el inicio de RAINN hace casi 30 años, “ha habido una mejora constante en la forma en que se cubre el tema”, dice Berkowitz a la AFP. “Los medios de comunicación en su conjunto son ahora mucho, mucho más conscientes de que hay un sobreviviente detrás de la historia” y, por lo tanto, cubren esto “con empatía y comprensión”, asegura.

Además, explica Farrow, en los últimos años los periodistas han llegado a considerar que la violencia sexual merece ser investigada como, por ejemplo, los delitos corporativos o los relacionados con la seguridad nacional. “Creo que parte del problema que surgió en torno a este tema en particular es que hubo una especie de silenciamiento de la violencia sexual, que era visto como un tema menos refinado que otro tipo de reportajes sobre delincuencia”, apunta.

Pero, aunque la prensa aumentó claramente la visibilidad del #MeToo y amplificó el debate sobre la violencia sexual, sigue habiendo factores limitantes. Así, la conversación sigue centrada en las experiencias de las celebridades y las mujeres blancas, según un estudio de 2019 que analiza la cobertura de #MeToo en la prensa británica, realizado por Sara De Benedictis, Shani Orgad y Catherine Rottenberg.

Su análisis de los primeros seis meses de cobertura del #MeToo las llevó a concluir que el movimiento había ayudado a reforzar una versión del feminismo que “pone en primer plano a las mujeres blancas, y muy a menudo a las mujeres blancas con una cantidad sustancial de capital económico, social y cultural”.

Aun así, Berkowitz dice que el movimiento presionó a las empresas a tomar un papel más proactivo, “en términos de educar y asegurarse de que responden mejor a las acusaciones de conducta sexual inapropiada” y esa es “una forma tangible” de ayudar a la gente común.

El director de RAINN también sostiene que si bien “las actitudes y la comprensión han mejorado (...), no está claro si eso ya se ha traducido en una reducción real de la violencia sexual”. Por eso, insta a seguir prestando “atención sostenida” a la información sobre abusos: “La cobertura constante de esto tendrá un impacto en la gente y les recordará lo común que es, y lo que pueden hacer para contribuir a detenerlo”.

Cómo cambió vidas

El movimiento #MeToo llevó a numerosas mujeres en el mundo a reaccionar ante la violencia sexista o las agresiones sexuales. Estos son algunos testimonios recogidos por la AFP.

“Revelar mi secreto”

“No pensé nunca que un día iba a explicar mi historia y a revelar mi secreto, pero después de haber leído numerosos testimonios de mujeres víctimas de agresiones sexuales, me animé a dar el paso” explicó a la AFP “L”, tunecina de 26 años, víctima de una agresión sexual cuando era pequeña.

“Es como si algo se hubiera desbloqueado en mi interior. Me dio animos para cambiar mi vida, para ser feliz. Me volví más fuerte, ya no quiero ser la persona pasiva que tiene miedo de todo”, añadió.

Sus padres se oponían tenazmente a que presentara una denuncia por la agresión que sufrió por el temor a que su hija fuera rechazada “en una sociedad que es desgraciadamente muy conservadora”.

“L.” decidió hablar en voz alta de lo que le sucedió a su alrededor. “Empecé por mis padres, mis hermanas, mis tías, mis primas. Intenté hacerles comprender que tener una víctima de violación (en la familia) no es ninguna vergüenza”.

“Reevaluar mis años de juventud”

“Hice una pasantía con un congresista en los años 2000″, explica a la AFP Louise (su nombre fue cambiado a su demanda), una estadounidense de 36 años. Rápidamente un miembro del equipo la invitó a cenar, ella rechazó. Durante años mantuvieron una relación de amistad, pero el hombre solía “hacer comentarios inoportunos”.

“No le daba importancia, siempre le encontraba excusas”, explicó esta ex asistente. Ese responsable acabó siendo denunciado públicamente al estallar el movimiento #MeToo. “No me sorprendió realmente”, señala esta estadounidense, que el episodio le dio la oportunidad de “reevaluar mis años de juventud”.

“Esta experiencia me abrió los ojos. Estaba tan acostumbrada a que los hombres hagan comentarios inapropiados que los suyos me parecían normales”. “Actualmente trabajo en Washington, me cuesta entender la manera cómo se trata a las mujeres aquí”, explica. “Me da la impresión de que la gente piensa que podrá salir bien librada porque ostentan poder”.

“Me dio fuerzas para denunciarlo”

Gabriela Ortiz, de 26 años, fue agredida sexualmente el año pasado por un amigo de su compañero, con la complicidad de éste, durante una velada en México. El movimiento #MeToo le dio fuerzas para denunciarlo. “Empezaron a producirse muchas denuncias y ahí comprendí, aunque pueda parecer un cliché, que no estamos solas”, dijo a la AFP. Empleada en una empresa de servicios financieros, Gabriela decidió también denunciar a sus agresores en las redes sociales.

“Demostrar que podemos hablar de ello”

“Antes de #MeToo no era posible hablar de violaciones”, explica a la AFP Nazreen Ally, de 43 años, residente en Durban, Sudáfrica. Responsable de una empresa de seguridad, Ally sufrió una violación a los 13 años de edad, y ofreció su testimonio al inicio del movimiento.

“Cuando empecé a hablar, muchas mujeres me confiaron sus historias y me di cuenta que había otras mujeres que también sufrían en silencio”, describe. “Empecé a abrirme progresivamente sobre tema, para demostrar a las mujeres que también pueden lograrlo”.

“Aplicar los principios feministas”

“En mi interior me sentía feminista, pero no me atrevía a aplicar” esa ideología, explicó a la AFP Karine Zerbola, de 49 años, responsable de un bar en Annecy, Francia. Zerbola asegura que ahora ya no consiente los chistes sexistas.

El movimiento #MeToo “me confirmó que los comportamientos de algunos hombres han sido durante mucho tiempo irrespetuoso, y que eso no era normal”, explica. Esa reflexión la ha conducido por ejemplo a “prestar mucha atención” a “la paridad”, añade. “Contrato tantos hombres como mujeres, y todo el mundo hace el mismo trabajo”, explicó.

Una explosión planetaria

El surgimiento de #MeToo en Estados Unidos desencadenó un movimiento mundial que ha inspirado a muchas mujeres a perder el temor de hablar en público sobre la violencia sexual en sus respectivos países. He aquí algunos ejemplos de cómo MeToo se extendió por todo el mundo con diversas repercusiones:

Suecia

En este país, a la vanguardia de la igualdad entre mujeres y hombres, #MeToo estremeció hasta la prestigiosa academia sueca que concede los premios Nobel. El Nobel de Literatura fue pospuesto un año después de la acusación en 2017 de violación y agresión sexual por 18 mujeres del francés Jean Claude Arnault, esposo de una académica.

Desde julio de 2018, una ley sobre el consentimiento sexual considera violación todo acto sexual sin consentimiento expreso. Esta ley pionera dio lugar a un importante aumento de las acusaciones y condenas por violación, según las estadísticas nacionales.

España

En 2018, la condena por simple “abuso sexual” de cinco autores de una violación colectiva en Pamplona, que se habían filmado y vanagloriado en línea, hizo salir a la calle a decenas de miles de españolas, gritando “Yo te creo hermana”.

Los testimonios con la etiqueta #Cuéntalo proliferan desde entonces en las redes sociales. En 2019, el tribunal supremo reclasificó los hechos a “violación en grupo” y aumentó las penas a 15 años de prisión. En agosto de 2022, España incorporó a su Código Penal la obligación del consentimiento sexual explícito.

Sudáfrica

En el verano de 2019, una ola de indignación #AmINext “¿Soy la próxima?” agitó las redes después de la violación y asesinato de una estudiante en una oficina de correos de Ciudad del Cabo. La lucha contra la violencia sexual fue declarada prioridad nacional en ese país, donde una mujer es asesinada cada tres horas y se registran diariamente 110 denuncias de violación.

Túnez

#EnaZeda (“Yo también”) aparece en 2019 después del video de una joven que muestra al exdiputado Zuhair Makhluf masturbándose en su coche. El diputado fue sentenciado a un año en prisión. La palabra clave #EnaZeda provocó una oleada inédita de testimonios de víctimas de acoso y agresiones sexuales.

La oenegé Aswat Nissa (“La Voz de las Mujeres”) difundió en Facebook historias anónimas y a cara descubierta. El ritmo de los testimonios se acelera con cada agresión denunciada públicamente. El movimiento “impulsó a las mujeres a atreverse a hablar y defenderse y redujo la tolerancia hacia el acoso sexual”, afirmó la ONG en 2021. Pero “no cambió realmente la mirada de los hombres sobre el acoso y mucho menos la mirada social sobre la sexualidad”, indicó.

Israel

La revolución #MeToo afectó a la comunidad cerrada de los ultraortodoxos, donde asociaciones como “Lo Tishtok” (“No te callarás”) llevan la voz de las víctimas. A finales de diciembre de 2021, Chaim Walder, autor de éxito e “ícono” ultraortodoxo, se suicidó tras acusaciones -que rechazó- de crímenes sexuales contra una veintena de personas, entre ellas niños. Anteriormente, otra figura del mundo ortodoxo, Yehuda Meshi Zahav, fue acusado de agresión sexual y violación de adultos y menores. Falleció en junio tras haber pasado un año en coma luego de un intento de suicidio.

Irán

En 2020, al menos 20 mujeres acusaron a un librero de Teherán de drogarlas y violarlas, lo que desencadenó una ola de testimonios bajo la palabra clave #tadjavoz (“violación”). La vicepresidenta de Asuntos de la Mujer y la Familia alentó a las mujeres a denunciar esos delitos. Nuevas acusaciones están apareciendo en Twitter que afectan a académicos y artistas. En julio de 2022, el librero fue condenado a muerte por delito de “corrupción en la Tierra”.

Chile

El colectivo LasTesis, creado por cuatro mujeres de 34 años, se dio a conocer durante las manifestaciones sociales de octubre de 2019, gracias a una canción y una coreografía que se volvieron virales. Su himno, que proclama: “No fue culpa mía, ni dónde estuve ni cómo me vestí... el violador eres tú”, recorrió el mundo, siendo cantado por miles de mujeres en París, Barcelona, Bogotá, México, Nueva York y otras ciudades. En 2020, la revista Time colocó a LasTesis en una lista de las 100 personas más influyentes del mundo.

India

En el marco de #MeToo, J.J Akbar, un exjefe de redación convertido en ministro, fue acusado de acoso sexual por una periodista, Priya Ramani, a la que pronto se le unieron otras colegas en Twitter. Obligado a dimitir, Akbar perdió su demanda por difamación en 2021.

Decenas de hombres fueron presionados a dimitir en el periodismo, la política, el teatro, el cine e incluso el cricket. Desde entonces, el movimiento se estancó sin lograr cambiar las reglas de un país conocido por sus violencias sexuales y la rareza de las condenas.

Corea del Sur

En enero de 2018, la fiscal Seo Ji Hyeon relató en la televisión las trabas profesionales que encontró al denunciar el acoso sexual infligido por un superior. Esta entrevista abrió las compuertas a numerosos testimonios dirigidos a políticos, realizadores y escritores.

Ese mismo año, las mujeres protestaron todos los meses contra el “molka”, una moda voyerista que consiste en filmar a mujeres sin su conocimiento en la calle, baños públicos u oficina y difundir estas imágenes robadas. Pero si el anterior presidente Moon Jae In era sensible a las reivindicaciones feministas, su sucesor Yoon Suk Yeol fue elegido en mayo de 2022, sobre todo por la promesa de cerrar el ministerio de Igualdad de Género.

Fuente: AFP.

Déjanos tus comentarios en Voiz