Cuestionan el plan de vigilancia; antes de eso, es preferible siempre la prevención.

Ante los últimos hechos de violen­cia y el temor que estos causan en las institu­ciones educativas que invo­lucran a niños y adolescen­tes, y principalmente tras el crimen de una maestra en un aula de Independen­cia (Guairá), se habla de un plan de mochilas seguras o transparentes, que consiste en la revisión de mochilas de los alumnos y con ello vigilar el contenido de las mismas. Sin embargo, el profesional Agustín Barúa afirma que esta no es la solución.

El citado antropólogo social y psiquiatra citó como uno de los casos extremos la imple­mentación de un detector de metales en una institu­ción educativa en la ciudad de Limpio, cuestionando que ni siquiera se cumplen con las necesidades básicas y se coloca este tipo de dispositi­vos de seguridad. “Si vamos a vigilar sus mochilas, ellos van a encontrar la manera de ocultar. Ya fue muy gráfica la situación con la escuela de Limpio, que pusieron detec­tores de metales y se formó una cola gigante. Ni leche no hay en las escuelas y vamos a usar detector de metales”, sentenció en entrevista con La Nación/Nación Media.

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Ante esta situación, explicó que la primera acción debe ser aprender a escuchar a la nueva generación y aten­der las problemáticas que se dan en torno a esta. “Necesi­tamos aprender a escuchar a las generaciones jóvenes, somos analfabetos de la escu­cha, no la escuchamos, no la comprendemos y, por ende, la juzgamos y la castigamos, y cada vez nos devuelve más alta la parada”, señaló.

ESCUCHAR ANTE TODO

El profesional opina que existen dos aspectos que se contraponen a este plan, lo primero es la urgencia de escuchar y tener una aper­tura hacia los jóvenes, y no el control y, en segundo lugar, la violación de derechos de la intimidad de los mismos. “Tiene por lo menos dos aristas muy grandes. Uno es que yo creo que esta es una urgencia que pide escucha y apertura, no control. Redu­cirlo a una actitud policíaca de la mochila me parece que es una gran incomprensión de lo que se está juzgando como demanda psicosocial en la situación”, explicó Barúa.

Agustín Barúa, antropólogo social, cuestiona el plan de mochilas transparentes y considera que ante todo se debería atender y escuchar más a los estudiantes.FOTO:GENTILEZA

DERECHO A LA PRIVACIDAD

En relación con lo que tiene que ver con la intimidad, el profesional apuntó que los niños, niñas y adolescentes, alumnos en este caso, tienen el derecho a sus pertenen­cias, que son las mochilas y lo que llevan dentro. “La otra es el abuso de la intimidad del estudiante, en este caso del adolescente. Ellos tienen derecho a tener su mochila, a tener su privacidad, ellos no son propiedad de nadie. Ahí hay dos grandes cuestio­nes, dos grandes nudos que el abordaje reducido a trans­parentar la mochila oscu­rece la comprensión de lo que pasa”, apuntó.

Barúa dijo que el abordaje que se quiere dar a esta problemá­tica se da en torno solo a un control estricto, no así a las políticas de prevención. “Se toma demasiado desde la vigi­lancia la problemática, nos ponemos demasiado como guardias de seguridad, y esto pide lo contrario. Voy a com­parar con otra cosa, el abor­daje de los conflictos de bull­ying solamente con cámaras habla también en que todo es reducido a que tenemos que ser policíacos”, aseveró.

MODELO DE VIGILANCIA

El profesional señaló que con este plan lo que se busca es un modelo de vigilancia antes de trabajar en la prevención a través de la acción de escu­char y comprender a los jóve­nes. “Queremos reprodu­cir el modelo de vigilancia, cuando lo que me parece que está de fondo es la dificultad que tenemos para escuchar a las generaciones jóvenes, sus problemáticas, sus pre­guntas, en una sociedad que está en un Estado de derecho catastrófico en muchos cam­pos”, indicó.

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