Por Juan Carlos dos Santos

En una entrevista concedida por Santiago Peña a la prestigiosa radio Jai de Buenos Aires, la más importante de la comunidad judía de habla hispana, reveló que, de llegar a la Presidencia de la República, una de sus primeras acciones de gobierno será trasladar la embajada paraguaya a la ciudad de Jerusalén, tal como sucediera en julio del 2018 y de la misma manera en que lo hicieron Estados Unidos y Guatemala el mismo año, aunque esos dos países mantuvieron sus posturas a pesar del cambio de signo de sus respectivos gobiernos, muy a diferencia de lo sucedido con Paraguay.

El acuerdo de paz entre los Emiratos Árabes Unidos e Israel, al que llaman Acuerdos de Abraham, fue concretado en la Casa Blanca el 13 de agosto del 2020. Esta histórica asociación en el Medio Oriente llevó a ambos países a normalizar sus relaciones diplomáticas y a desarrollar un fabuloso intercambio comercial, pero también a estrechar la cooperación técnica y cultural poniendo las bases para que otros países de una región siempre convulsionada se sumen a la propuesta de paz y desarrollo conjunto por encima de las diferencias y de los antagonismos históricos, siempre sustentados por radicales violentos.

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Santiago Peña, el precandidato presidencial de la ANR, hizo un anuncio que, para quienes conocen la dinámica geopolítica de la región del Medio Oriente, es un paso demasiado importante por lo estratégico y que, de concretarse en todos sus aspectos (su triunfo electoral y el cumplimiento de una promesa), haría que el Paraguay se pudiera conectar de manera directa al nuevo eje económico, financiero, tecnológico, científico y cultural que ha comenzado a desarrollarse de manera vertiginosa entre Israel y los países árabes a partir de la firma del acuerdo en la Casa Blanca.

Aunque haya quedado en el pasado y las heridas en parte cerraron, el actual gobierno de Abdo tuvo una errónea lectura geopolítica al tomar algunas decisiones en su política exterior al comienzo de su administración, pero hablar de lo que todos sabemos y recordamos sería una gran pérdida de tiempo.

El anuncio de reconocer a Jerusalén como capital del Estado de Israel y, por ende, dando cumplimiento a los acuerdos internacionales, trasladar luego la embajada paraguaya a la capital del país, se debe tomar como un impulso que nos va a posicionar muy favorablemente en la consideración de un pequeño país con casi 10 millones de habitantes, pero que es una potencia mundial militar, científica, financiera y tecnológica, como efectivamente lo es Israel.

Pero además nos abrirá aún más las puertas a un planeta diferente como Emiratos Árabes Unidos (encasillarlo dentro del primer mundo sería un despropósito) y que increíblemente tiene las mismas virtudes que nuestro Paraguay, pero jamás tendrá sus mismos recursos.

Emiratos Árabes Unidos es un país dividido en siete emiratos, dos de los cuales son los predominantes, Abu Dhabi y Dubái. En el primero, la riqueza y los recursos económicos provienen del petróleo y no obstante Dubái también cuenta con ese recurso, las proporciones son de hasta 90 veces menos que el rico emirato vecino.

Este emirato ha generado mayor riqueza para sus casi 9 millones de habitantes sacando provecho de su ubicación geográfica más que de sus recursos naturales. Si hablamos de Paraguay podríamos comparar la generación de energía hidroeléctrica con el petróleo, pero no aprovechamos la ubicación estratégica en la que estamos, tal cual lo viene haciendo Dubái a partir de una visión futurista de sus gobernantes, algo que los llevó a pensar en Israel como un socio y ya nunca más como un enemigo.

Sus líderes se visitaron mutuamente y, hace dos semanas, el canciller de los Emiratos, su alteza el Jeque Abdullah bin Zayed Al Nahyan, visitó el Museo del Holocausto Yad Vashem en Jerusalén, dejando en ella una ofrenda de flores y un mensaje de paz y del “nunca más” a una situación como esa.

La Exposición Universal 2020 Dubái, postergada un año por la pandemia del covid-19, concluyó hace unos meses y en ella estuvo presente Israel, por primera vez dentro de un evento mundial organizado en un país árabe islámico y que fue preparado para competir con el Mundial de Fútbol Qatar 2022 en grandeza y capacidad organizativa.

En ese evento, al que asistió Peña en calidad de disertante, el corazón económico de Dubái, la empresa DP World, montó un impresionante pabellón y mostró al mundo el verdadero poder del emirato, gestión de logística basada en su estratégico posicionamiento en parte de la península arábiga, rodeado de dos gigantes, Irán y Arabia Saudita, algo tan similar a la situación paraguaya.

Puertos, líneas navieras, aeropuertos y líneas aéreas conforman el secreto del éxito de Dubái, algo que en Israel vieron como una oportunidad y lo están aprovechando para beneficio de todos.

El comercio solo a nivel de empresas privadas entre Emiratos Árabes Unidos e Israel superó los US$ 2.500 millones apenas en el primer año de la firma del acuerdo de normalización. También Emiratos Árabes Unidos se ha beneficiado con la llegada de más de 200.000 turistas procedentes de Israel y se han instalado decenas de empresas de alta tecnología, utilizando mano de obra local generando recursos humanos altamente calificados.

Israel es el país con la mayor cantidad de premios nobel y empresas startups per cápita en el mundo, lo que demuestra la gran preparación de sus científicos y profesionales. Hoy empresas israelíes están copando el predio que quedó de la Expo Dubái para instalar sus empresas de alta tecnología, atraídos por los beneficios y de paso ayudar a consolidar un vínculo demasiado provechoso para ambos países y que estuvo apagado por centurias de radicalismo absurdo.

La Expo Universal 2030 posiblemente se haga en Arabia Saudita, que por “debajo de la mesa” va atando los hilos para normalizar también su relación con Israel, y a decir de algunos analistas que conocen el escenario, eso se producirá cuando asuma el príncipe heredero Mohamed bin Salman (MBS), situación que arrastrará sin dudas a los demás países sunitas de la región, incluyendo a Siria.

También Turquía ha descongelado la relación con Israel, de manera tal a no quedar fuera de la corriente que comienza a mover los cimientos de un antiguo Medio Oriente conocido como zona de conflictos e imperios que tomaban el control hasta ser desplazados por otros y otros, sucesivamente, hasta ahora.

Si mantenemos la mirada comercial tradicional de ver a esta región como un posible mercado para nuestros productos primarios, solo sería un beneficio plus que podríamos asegurar para los productores paraguayos, pero si la mirada apunta a algo más que eso tomaríamos un camino del que posiblemente ya no desearemos nunca más retornar, pero eso es un proceso al menos a mediano plazo.

Mudarnos a Jerusalén sería reinsertarnos a un camino del que nunca debimos haber salido y estaremos dando el primer paso para colarnos al eje que en menos de dos décadas marcará clara y abiertamente el rumbo de la economía mundial.

En la política actual ya no basta con solo parecer, también hay que ser. No basta con ir a mirar trenes.

Paraguay podría conectarse de manera directa al nuevo eje económico, financiero, tecnológico, científico y cultural que ha comenzado a desarrollarse de manera vertiginosa entre Israel y los países árabes.

Israel es el país con la mayor cantidad de premios nobel y empresas startups per cápita en el mundo, lo que demuestra la gran preparación de sus científicos y profesionales.



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