• Por Felipe Goroso S.

Históricamente, el Paraguay ha sido “coloradocéntrico”. Toda la política paraguaya sucede alrededor de lo que acontece en la ANR. Todo el universo político gira en torno a él. Estos son factos, no una cuestión de gustos ni tan siquiera subjetivo. Los momentos en los que nues­tro país ha salido adelante fueron aquellos en los que la ANR supo tener estabilidad, unidad y paz interna. Así tam­bién, es indudable que se ha dado a la inversa cuando tuvo convulsiones intestinas. Por eso la responsabilidad del par­tido oficialista tiene doble vía.

La Junta de Gobierno de la ANR recibió en su sesión al presidente de la República, Santiago Peña. Fue el mismo mandatario quien solicitó realizar un informe de gestión (de hecho, es la segunda vez que lo hace) y fue hilvanando conceptos íntimamente liga­dos a los documentos funda­cionales del partido y expo­niendo acciones concretas de su administración.

Si uno lee la historia del Par­tido Colorado, los documen­tos que lo vieron nacer como su Acta Fundacional y su Declaración de Principios, si lee a sus padres fundadores y a quienes posteriormente fueron delineando su pensa­miento para entender (si es que se quiere entender, obvia­mente) el contexto y la rele­vancia de Peña presentando los ejes a nueve meses de su gestión ante el que es, además de la plataforma partidaria a la que pertenece y la que lo llevó al poder, el partido polí­tico más importante e insti­tucionalizado del Paraguay.

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Ejes como la economía social de mercado, justicia social, agrarismo, defensa nacional y seguridad, ética pública, patriotismo, nacionalismo y soberanía fueron los expuestos por Peña, presentando accio­nes concretas que están siendo llevadas por su gobierno. Puede parecer una odiosa obvie­dad, pero como estamos en Paraguay, hay que decirlo: un gobierno colorado que tiene como hoja de ruta y agenda los principios de su partido.

A algunos grupos de medios esto les disgusta, pues ellos preferirían un Poder Ejecu­tivo entregado a los intereses empresariales que defienden, encerrado en sí mismo, arro­dillado a un par de tapas de diarios o de zócalos en los noticieros, dando la espalda y traicionando a su partido gobernando con la oposición. Y en alguna medida es hasta entendible, se han acostum­brado a ello con el gobierno anterior. Aún no caen en la cuenta de que entre un estilo de liderazgo y otro hay abis­males diferencias.

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