• Por Felipe Goroso S.

Las atalayas eran torres construidas en un territorio alto para vigilar una gran extensión de terreno o de mar y poder avisar con tiempo de un peligro o amenaza. En la Biblia, los atalayas eran guardias encargados de proteger las ciudades y las instalaciones militares de los ataques sorpresivos del enemigo y otros peligros potenciales. Las antiguas ciudades israelitas usualmente colocaban atalayas en los muros altos o en las fortalezas. Su trabajo consistía en vigilar y advertir a los habitantes de la ciudad de posibles amenazas. La palabra hebrea traducida como “atalaya” significa “el que mira”, “el que espía” o “el que vigila”. En ocasiones, los atalayas eran exploradores que vigilaban tanto a los amigos como a los enemigos que se acercaban. Los atalayas protegían los campos y los viñedos durante la época de la cosecha y actuaban como centinelas que anunciaban el comienzo de un nuevo día.

La Biblia también se refiere a los atalayas en un sentido espiritual. Dios designó a los profetas como atalayas espirituales de las almas. El trabajo de los profetas como atalayas era instar al pueblo de Dios a vivir con fidelidad y advertirle de los peligros que implicaba alejarse del Señor y hacer el mal. Como atalayas, los profetas también estaban llamados a advertir a los malvados del juicio y la destrucción que les sobrevendría si no se apartaban de sus malos caminos. Los atalayas espirituales de Israel tenían una gran responsabilidad ante el Señor. Si un profeta no advertía a los demás como Dios le había encomendado, su propia vida corría peligro. Un atalaya distraído dejaba al pueblo que estaba llamado a proteger expuesto al peligro y al sufrimiento. El papel del atalaya espiritual continúa en el Nuevo Testamento con los líderes de la iglesia. Por otra parte, Dios llama no solo a los líderes, sino a todos los cristianos a ser atalayas.

El domingo pasado, los paraguayos votamos por tres pilares que son fundamentales en nuestro día a día: la soberanía nacional por sobre los intereses y agendas de las potencias extranjeras y vecinas, la libertad en sus múltiples formatos (de expresión, de opinión, de prensa, culto, entre otras) y por nuestras tradiciones. Los tres elementos tienen raíces profundamente arraigadas en la emotividad del sentimiento de paraguayidad, la campaña de Peña lo entendió así y obró en consecuencia desde todos los ángulos posibles. En gran medida esto se explica en los guarismos obtenidos, está por un lado el famoso techo de un millón doscientos mil votos que tienen los candidatos colorados, la misma cifra ya alcanzada en sus primarias que de por sí rondan entre un 42 % y 43 % en las generales. Pero no conformes con eso, la chapa de la Asociación Nacional Republicana logró un crecimiento de cerca de cien mil votos más. El resto del padrón nacional son aproximadamente un millón quinientos mil electorales (aproximadamente 60 %) que las demás candidaturas se repartieron. En este punto es oportuno mencionar que la cantidad de votos obtenidos en total por todos los candidatos que integraron la lista para la Cámara de Senadores es prácticamente idéntica que la de los que optaron por Peña-Alliana, lo cual nos habla de un universo de electores que vio en el Partido Colorado la mejor alternativa para liderar tanto en el Ejecutivo como el Congreso Nacional, además de un alto nivel de concentración del bolsón electoral. Uno de esos segmentos es el elector conservador, sin duda alguna. Se apuntó a ellos y el mensaje caló con profundidad. Esos cerca de cien mil electores más allá de las internas son quienes vieron con preocupación las constantes injerencias de potencias extranjeras y países vecinos en la política local, las injerencias tenían un correlato que se supo desgranar argumentando que venían acompañados de agendas que nada tienen que ver con la de los paraguayos. Tampoco le ayudó a la Concertación y sus candidatos sus expresiones vertidas que buscaban socavar o cortar derechos republicanos como la libertad de opinión y de prensa. Y el punto de las tradiciones paraguayas está muy vinculado a la enorme comunidad de laicos y creyentes muchos de ellos invisibles y silenciosos a los efectos de tomar posición política en una campaña electoral, pero con una organización, militancia y disciplina admirables y envidiables para cualquiera. Son ellos quienes decidieron que Paraguay sea la atalaya del conservadurismo en América Latina.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Mientras que candidatos, medios de comunicación, pseudoanalistas, periodistas, ñembo sociólogos y el tuitero promedio usen los conceptos de conservador, colorado o cartista al que no los vota o sencillamente piensa distinto y sigan creyendo que esas palabras son una ofensa, seguirán dándose de bruces contra la realidad: un Partido Colorado unido, organizado, entrenado y capacitado, pero sobre todo con el partido que mejor interpreta y decodifica los sentimientos de los paraguayos. Y al final del día, votar es sobre todo y ante todo una cuestión emotiva.

Tampoco le ayudó a la Concertación y sus candidatos sus expresiones vertidas que buscaban socavar o cortar derechos republicanos como la libertad de opinión y de prensa.

El domingo pasado, los paraguayos votamos por tres pilares que son fundamentales en nuestro día a día.

Déjanos tus comentarios en Voiz