• Por Felipe Goroso S.

El candidato a presidente de la República por la Asociación Nacional Republicana, Santiago Peña, anunció el lanzamiento de uno de sus proyectos emblemáticos: “Chau chespi”. Más allá del gancho que puede tener el nombre que le dio la campaña, vayamos un poco más allá. Rasquemos un poco.

La propuesta incluye al menos un par de columnas vertebrales sobre las cuales se asienta. Una de ellas es abordar una de las realidades más lacerantes que tenemos como sociedad: la casi nula inversión que tenemos en lo que hace al tratamiento de las adicciones. En el Paraguay, al día de hoy, una persona que tenga al menos la intención de salir de las drogas y que no cuente con recursos, no tiene a dónde acudir. La excepción sería el esfuerzo sobrehumano que hace el doctor Fresco y su equipo, maravillas y milagros con casi nada de presupuesto. El abordaje en Salud Pública debería ser mucho más amplio en lo que hace a las miradas y posibilidades. Los turnos no llegan nunca y, cuando llegan, el enfermo ya pudo haberse arrepentido de tratarse (eso es lo más usual en las adicciones). Para eso, el planteamiento de Peña propone centros de rehabilitación con el Ministerio de Salud Pública.

El otro punto de apoyo implica una de las principales debilidades de esta administración que está en sus últimos meses: la inseguridad que sufrimos los paraguayos en plazas, parques, en las paradas de colectivos, caminando, corriendo, en nuestras casas. En nuestro país, basta con respirar para poder ver y sentir que los niveles de inseguridad son imposibles de sostener. En ese sentido, plantea una lucha tenaz y frontal contra los distribuidores y las bocas de venta de drogas, que a estas alturas se encuentran, por lo menos, una frente a cada escuela y colegio del departamento Central. Pasa que el mal llamado “microtráfico” es cada vez más macro. Puede ser que la venta de uno de los “tocos” sea micro, pero el volumen y los números que se manejan en el global hace varios años dejaron de ser pequeños.

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Los otros dos puntos son quizás los más estratégicos de todos: la tarea de prevención debe empezar en las aulas. Contándoles a los niños y jóvenes que la decisión de probar una droga puede hacerse en un minuto, pero que salir de ellas puede durar muchísimos años o directamente hay altísimas probabilidades que el momento de salir nunca llegue. Incluso con toda la voluntad que puede ponerle el adicto. El planteamiento de Peña se cierra con otorgarle la oportunidad de capacitación, entrenamiento y de empleo a los jóvenes que se recuperan.

Pero en el fondo, y quizás lo más relevante de la propuesta, es cuando habla del padecimiento por el que pasan las familias en ambos lados de la historia. Tanto aquellas que ven cómo sus hijos, sobrinos o nietos hacen pedazos su futuro al hundirse en un mundo oscuro y sin ver una luz al final del túnel. Y las otras familias, las que no pueden sacar a sus hijos para que jueguen y disfruten del derecho que tienen del usufructo de manera segura de los espacios públicos.

En el Paraguay, al día de hoy, una persona que tenga al menos la intención de salir de las drogas y que no cuente con recursos, no tiene a dónde acudir.

En nuestro país, basta con respirar para poder ver y sentir que los niveles de inseguridad son imposibles de sostener.

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