• POR JOSÍAS ENCISO ROMERO

Si escribir bien fuera tan fácil, todos seríamos brillantes novelistas, dramaturgos o poetas, aspirantes al Premio Nobel de Literatura. No digo periodistas porque ahí somos bastante surtidos. Si fuera tan sencillo persuadir por medio de la palabra, todos seríamos Demóstenes o Cicerón. Si el cociente intelectual fuera de 155 para todos, nadie se aplazaría en los exámenes o en las pruebas para conseguir empleo. O todos ingresarían a la carrera de su preferencia o mayor prestigio en las universidades. Demostrado está que no todos desarrollamos las mismas competencias. Nos diferenciamos en cuanto a talentos, creatividad, imaginación y originalidad. Aceptar nuestras limitaciones es el primer indicador de que queremos superarnos, progresar, avanzar hacia el destino elegido y soñado. O, en última instancia, explorar otras alternativas. Algunos o muchos, con la ley del menor sacrificio y sudor cero, buscan cubrir sus vacíos intelectuales cortando y pegando, copiando, plagiando, apoderándose de ideas ajenas sin un gesto de pudor ni conciencia. Y quieren llegar, a como dé lugar, a la Presidencia de la República. Ya por el trayecto, y con la “Constitución” en la mano, intentarán revivir la dictadura perpetua. Efraín Alegre es el alumno más sobresaliente en la materia. Intolerante con los críticos a sus propuestas delirantes. Pero discrimina a la hora de disparar. Se olvida de los cuestionadores de su propio corral. Ya les pasará la correspondiente factura si llegara a ganar las elecciones generales del próximo 30 de abril. Aunque el tiempo se presenta nublado y con pronóstico de empeorar para sus ambiciones de primer mandatario.

Por la pésima redacción, estamos en condiciones de asegurar que el propio Efraín es el que escribe en las redes sociales. Preferentemente, Twitter. Escribe como habla. Lo que no podemos garantizar es si lee o no las respuestas. O, simplemente, sigue en el error por asnal terquedad. Por falta de delicadeza y honestidad “intelectual”. No le interesó que miles de navegantes de las autopistas de la información y la comunicación le advirtieran que su “programa de gobierno vivo y participativo: escuchar para gobernar” es un burdo plagio de uno similar que instaló en el 2018 la Gobernación de Caldas, Colombia, como formato para rendición de cuentas. Su actitud, no obstante, sirve para confirmar que es coherente en su trayectoria: de saquear el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones con la “ruta de la mentira”, ahora pasó a robar ideas. En el primer caso, fue su sucesor y correligionario del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Enrique Salyn Buzarquis, el que perifoneó los más gruesos epítetos en su contra. En el segundo, tenemos los materiales a la vista. El presidenciable por la Concertación Nacional opositora todavía, juzgamos por sus actos, no comprendió que lo que sucede en el mundo está al alcance de una tecla de computadora o una aplicación del teléfono móvil.

Los “asesores” que le vendieron el buzón a Efraín Alegre son iguales a casi todos los “expertos” extranjeros que pisan tierra guaraní. Nos miran como a una aldea aislada, culturalmente en la época del Paleolítico, económicamente como recolectores y pescadores, descendiendo del frondoso follaje con la última moda del chiripá, descargando sus necesidades fisiológicas en los yuyales, con el heroico avati ygue en mano. Una visión que corrobora la mediocridad y la ignorancia de quienes, creyéndose Rodrigo de Triana, empiezan a gritar “¡tierra!” desde el avión que los descenderá en el Silvio Pettirossi. Ni siquiera guglearon para saber quiénes somos y cómo somos. Llegan con las mochilas rebosantes de espejitos, y de espejismos, y que volverán repletas de dólares, sin siquiera pagar impuestos al Tesoro paraguayo. Los nuevos conquistadores de este país de infortunios. Pero el mayor responsable es el que compra la mercadería falsificada. Peor, cuando se le demuestra que no es original y decide aferrarse a ella y presentarla como auténtica. Será por aquello de que “estafa con gusto no pica”. Doble deshonestidad. Antes que encapricharse por un material plagiado, le hubiera reclamado a su equipo estratégico por esta tomadura de pelo. Y exigido su inmediato cambio, porque justamente el “cambio” es la consigna de la Concertación. Puro gatopardismo. Tampoco le hubiera venido mal leer algún folleto –un libro sería pedir demasiado– sobre “Ética para gobernar” o “Marketing político y ética”.

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En esta cuestión de lemas políticos existen varias adaptaciones. Incluyendo el “Sí se puede” de Barack Obama. Pero una copia tan textual en que no añadieron artículos ni excluyeron preposiciones es premeditado, alevoso y desvergonzado. Inmoral, cuando menos. Es una burla y menosprecio a la inteligencia de los paraguayos y paraguayas. Una desfachatez de quien vendió la “idea”. Y una inescrupulosidad asumida de quien la compró, repito, sabiendo que es una copia. Efraín Alegre no puede hablar de originalidad, de cambio, de propuestas novedosas ni de genialidad, cuando que se agarró de un programa cuyo título es una burda imitación. Lo que sorprende todavía más es que los guardianes de la intelectualidad paraguaya, celosos custodios de la moral (ajena), privilegiados maestros y tutores del periodismo nacional, hayan preferido ignorar, ningunear, pasar por alto tamaña deshonestidad, asumiendo (ellos), de paso, que somos un país de morondanga. Donde nadie pierde ni gana reputación, en célebre expresión atribuida al liberal don Cecilio Báez. Mientras, Efraín, “alegre” y distraídamente, ya empieza robando. Por ahora, ideas y lemas políticos. Y eso que todavía ni ganó. Por fortuna para el país y el pueblo se viene la tercera.

Algunos o muchos, con la ley del menor sacrificio y sudor cero, buscan cubrir sus vacíos intelectuales cortando y pegando, copiando, plagiando, apoderándose de ideas ajenas sin un gesto de pudor ni conciencia.

Es una burla y menosprecio a la inteligencia de los paraguayos y paraguayas. Una desfachatez de quien vendió la “idea”.

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