La empresa Almacena­mientos y Distribu­ción de Asfaltos SA (Aldia) aumentó en un 450% sus valores de importación en años de una de las peo­res crisis económicas, con­secuencia de la pandemia del covid-19, generando millo­narias utilidades. La firma figura en las declaraciones juradas de bienes y rentas del presidente de la Repú­blica, Mario Abdo Benítez, presentadas hasta asumir el cargo y las que debe volver a presentar al entregar su mandato en agosto del año que viene.

En el año 2017 la empresa contaba con una utilidad neta de ese ejercicio de G. 6.665 millones. En el año 2021 generó utilidades netas de G. 92.647 millo­nes. La diferencia entre las utilidades del 2017 de Aldia, antes que Abdo asuma la Presidencia, y las del 2021, es de G. 85.982 millones; es decir, en un solo período facturó 13 veces más en relación con el año de su llegada como inquilino del Palacio de López, y desde que su administración prio­rizara por sobre cualquier cosa la construcción de rutas de la mano de Arnoldo Wiens, hombre de extrema confianza al punto de que siempre fue el candidato de Abdo para intentar la suce­sión (de su administración, no del negocio, no sea mal pensado).

Según denuncias, el esquema es una versión moderna del viejo negocio de la triangulación. Llegar al Gobierno, hacer de la construcción de rutas asfal­tadas la principal bandera al punto de ser uno de los pocos rubros que no paró en pandemia (consta en sendos y reiterados decre­tos firmados por el pro­pio Ejecutivo). Todo podía y debía parar o cerrarse, menos el asfaltado. Como no paraban las licitaciones, solo que en este caso siem­pre era más conveniente o una especie de reaseguro si quien proveía a las empre­sas que concursaban había sido Aldia SA. La maquinita de la triangulación.

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El artículo 237 de la Cons­titución Nacional menciona las incompatibilidades del presidente y vicepresi­dente, y cita que no pue­den ejercer cargos públicos o privados, remunerados o no, mientras duren en sus funciones. Tampoco pue­den ejercer el comercio, la industria o actividad pro­fesional alguna, debiendo dedicarse en exclusividad a sus funciones; sin embargo, el Presidente encontró un atajo, puso a su hijo en la empresa que vende asfalto a contratistas del Estado.

Durante muchos meses, los grupos de medios de comu­nicación de Natalia y don Antonio, diputados, sena­dores, oenegés, ocuparon su tiempo en tratar de impo­ner en la agenda el proyecto de ley de puertas giratorias. El proyecto pretendía que todos quienes ocupen altos cargos en un gobierno no puedan trabajar en el sector privado, una vez concluida su gestión en el ámbito público. Una especie de eunucos laborales. Durante toda la jornada de ayer, que el equipo de investigación del Grupo Nación Media publicó el tema, todos los grupos más arriba mencionados optaron por un sepul­cral silencio. Y lo hacen sin siquiera ponerse colorados. O tal vez sí.

El Presidente nos había dicho que él tenía como para comer milanesas el resto de su vida. El kilo de lomo para milanesa está aproxima­damente 50 mil guaraníes, ¿Cuántas milanesas será que se pueden hacer con 93 mil millones? Unas cuantas, creería uno. Eso sí, siempre está el riesgo de atragan­tarse por comer demasiado.

Llegar al Gobierno, hacer de la construcción de rutas asfaltadas la principal bandera al punto de ser uno de los pocos rubros que no paró en pandemia. Todo podía y debía parar o cerrarse, menos el asfaltado.

Durante muchos meses, los grupos de medios de comunicación de Natalia y don Antonio, diputados, senadores, oenegés, ocuparon su tiempo en tratar de imponer en la agenda el proyecto de ley de puertas giratorias.

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