Salvo los excepcionales talentos goleadores de Dani Alves o Roberto Carlos da Silva, los laterales están condenados a ceder el fuego eterno de la gloria a los que fueron elegidos para enredar la pelota con los piolines. Estos laterales driblean, gustan, divierten, defienden y atacan hasta el borde de las áreas para el centro preciso o el pase milimétrico (como dirían los expertos en fútbol), pero su fama será limitada. A pesar de que autografiarán goles extraordinarios, vivirán a la sombra de los que definen los partidos. Estos suelen clasificarse en alegres, apasionados y algunos hasta adustos. Sin emoción alguna. Todos ellos, profesionales.

En la política ocurre lo mismo, haciendo la distinción de que no se produce de manera literalmente gráfica. El talento o la capacidad no siempre define el lugar de los jugadores. El que se ubica de centrodelantero tradicional o centrocampista ofensivo muchas veces se autoasigna el puesto. Se preocupa en armar previamente una estructura que lo convierta prácticamente en dueño del equipo. Presidente indiscutido por varios períodos, técnico intransferible y seleccionador exclusivo. Tira el centro, cabecea, anota y sube a las graderías a celebrar su propio gol. Y, quizás, lo más importante: por lo general es dueño de la pelota. Los tiros libres, penales y esa famosa “especie de córner corto” son de su exclusiva competencia. Como un cíborg puede patear con “pierna cambiada”. No le molesta el silbido de la turba. No se inmuta ante las denuncias de manejo arbitrario y discrecional de la institución. El término medio no es una posición aceptada en su vocabulario: o son sus fanáticos o sus enemigos.

Dentro del estadio esquematizado de la política criolla contamos con laterales que quieren ubicarse en medio del área grande esperanzados de avanzar hacia el punto penal. El arco quedaría al alcance de las manos. Se expresan bien, algunos, verborreicos, otros; no son pocos o pocas los que solo quieren llamar la atención, aunque más no sea simulando lesiones o protestando airadamente contra las decisiones arbitrales sin importar que tengan que subirse sobre el larguero si necesario fuere. Están ahí, intentando disputar el puesto a los dueños de estructuras, esperando que se les entregue una cancha llena de público por creer que pueden garantizar el campeonato.

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La diputada por el Partido Encuentro Nacional Kattya González es una lateral que juega en un conjunto pequeño o llamado chico. Sus seguidores ambicionan aglutinar a su alrededor equipos con mayores potenciales, girando alrededor de ella como satélites de un planeta. Ese es un lugar que nadie le va a regalar alegremente. Menos aún Efraín o el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA). La parlamentaria se ganó espacios en los medios con los que se manijea mutuamente. La política del espectáculo o del escándalo fue su vía preferida para hacerse notar. Con sus admiradores y detractores logró insertar su nombre entre los presidenciables dentro de la oposición. Observando el partido desde las gradas, como en nuestro caso, es prácticamente imposible que pueda ser candidata de consenso de una de las concertaciones. Si van a unas internas, sus chances tampoco serán mejores. Lo más seguro es que, finalmente, siga como lateral en la Cámara de Diputados. O intentar ascender hasta el Senado.

El otro lateral habilidoso es Euclides Acevedo. Puede ser alternativa de algún proyecto que no sea la Concertación Nacional 2023. Mucho menos de la Concertación Frente Guasu. Por si acaso –a diferencia de la diputada Kattya González– ya adelantó que si aparecen jugadores más calificados no tendrá problemas en renunciar a sus aspiraciones. Un buen lateral puede ser un buen senador. Falta su renuncia al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores y la oficialización de su precandidatura a la primera magistratura de la nación. Por de pronto, ya no será la “niña de mis ojos” de los medios de comunicación. La fuerte crítica al nombramiento de la abogada Zoraya Rossana Alas Candia (hasta ese momento secretaria privada del canciller) como ministra de la misión permanente de la República del Paraguay ante la Organización de los Estados Americanos (OEA) mostró la faceta oculta de Acevedo: su fácil irritación ante los cuestionamientos. Y eso que recién empieza. Algunos dicen que es apenas la cresta del gallo. Vaya uno a saber. Lo concreto es que nuestro festivo vocero durante la pandemia demostró que se sulfura de verdad, sin los simulados y divertidos enojos del pasado. Y eso que tiene cancha. Del Partido Revolucionario Febrerista (PRF) llevó su pase al Partido Encuentro Nacional (PEN) y ahora mismo fundó el movimiento Nueva República, con todas las atribuciones del jefe supremo.

Hay otros laterales que, por el momento, optaron por su prudente silencio. Son conscientes de que sus posibilidades son estrechas, aunque alguna vez hayan “anidado la pelota ahí donde las arañas tejen sus redes”. Total, el estadio del Ejecutivo no está muy lejos de la cancha del Legislativo. Dentro de cinco años se jugará un nuevo torneo.

El otro lateral habilidoso es Euclides Acevedo. Puede ser alternativa de algún proyecto que no sea la Concertación Nacional 2023.

Kattya, con sus admiradores y detractores, logró insertar su nombre entre los presidenciables dentro de la oposición.

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