Los mensajes, por lo general, suelen tener dos niveles: un significado superficial o aparente y otro profundo o latente. En el primer caso podríamos explicarlo como el que se lee, se escucha o se ve de manera literal. La impresión rápida o primera. En el segundo, implica un ejercicio más exigido. Ubicarlo el mensaje en un contexto socio político cultural para su mejor decodificación. El significado, entonces, trasciende hacia un vínculo con situaciones específicas o con determinadas personas emisoras de contenidos. De ahí la siempre necesaria recomendación del contexto para la clarificación de los hechos.

La campaña para destituir a la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, por la vía del juicio político, “por mal desempeño de sus funciones”, es el mensaje que quieren vender e instalar los pro- motores de este proceso que se resuelve en el ámbito del Congreso de la Nación. Pero el significado profundo es otro: parlamentarios oficia- listas progubernamentales– y sus aliados de la oposición están incordiados contra la primera mujer electa para este alto cargo jurisdiccional porque no fue servil a sus pro- pósitos de iniciar una cacería

de brujas contra sus adversarios. Adversarios –recalcamos– de ese conglomerado variopinto y multicolor que se cebaron contra los líderes del movimiento Honor Colorado. El teatralizado y grandilocuente discurso de que la línea está marcada por la trasparencia, el deseo de justicia y el rechazo a la impunidad queda subordinado –o enterrado– por sus intereses connotativos. No existe más razón que destruir a los candidatos del mencionado movimiento interno de la Asociación Nacional Republicana.

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En las últimas elecciones municipales, Asunción se constituyó en la madre de todas las batallas. La alianza Juntos por Asunción, inicialmente conformada por el Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) y el Partido Democrático Progresista (PDP), candidató a Eduardo Nakayama, representante del primer partido político creado en nuestro país. Se sumaron, luego, con la pretensión de derrotar al candidato del Partido Colorado, el Partido Patria Querida (PPQ) y el Partido Encuentro Nacional (PEN). El PEN, de la mano de la diputada Kattya González –quien próximamente lanzará su precandidatura a la Presidencia de la República–, convenció a su candi- dato para que descabalgue a favor de Nakayama.

Pero llegó el 10 de octubre del 2021 y sonó la campana. Y los pingos pararon las orejas. El jinete del Partido Colorado llegó a la meta sin necesidad de espolear a su parejero. Toda la oposición unida y derrotada. Valga, quizás, una aclaración: la candidata de la alianza Asunción para Todos, Johanna Ortega, llegó hasta el final con sus convicciones. Aun así, la sumatoria de todos los votos no alcazaba

para una victoria opositora. A partir de ese día, por elevación, empezó el vía crucis de la fiscala general del Estado. Porque el nuevo intendente de Asunción había tenido el respaldo del líder del movimiento Honor Colorado. Primero, en las internas, para vencer al candidato del oficialismo y, luego, para las generales. Entonces, empezaron a elucubrar para sacar de la cancha a los candidatos de Honor Colorado.

El show mayor armó Arnaldo Giuzzio en un escenario preparado por el vicepresidente de la República y lanzado para la Presidencia, Hugo Velázquez. La directora de orquesta fue la senadora y presidenta de la Comisión Permanente del Congreso, Lilian Samaniego González. Sin prever lo que se avecinaba, el que fuera ministro del Interior empezó a escupir de cara al viento. Hoy destituido por sus presuntos vínculos con el narcotraficante Marcus Vinicius Espíndola Marques de Padua. Detrás de él, y por iguales lazos, aun- que diferentes protagonistas, también cayó el ministro de la Secretaría de Emergencia Nacional, Joaquín Roa.

El que mejor expuso los verdaderos intereses, las rea- les intenciones y los men- sajes latentes de la alianza

colorados oficialistas oposición multicolor fue el diario aliado de esta campaña de desprestigio contra la señora Sandra Quiñónez. Al día siguiente de la separación de Giuzzio de su cargo, publicó en cabecera de tapa, a seis columnas: “Destituyen a Giuzzio, ahora debe irse la fiscala general”. Ante tamaña confesión, las evidencias se dan por satisfechas.

El vicepresidente de la República ya ha extraviado todos los instrumentos de su desafinada orquesta. Solo le queda una matraca para convocar a sus seguidores con su desapacible sonido. Un ruido que, por lo visto, le sigue gustando a la oposición enredada con el oficialismo. Porque ahora anunciaron que dentro de dos semanas seguirán bailando al son de sus chirridos.

El 10 de octubre del 2021, el jinete del Partido Colorado llegó a la meta sin necesidad de espolear a su parejero. Toda la oposición unida y derrotada.

El show mayor armó Arnaldo Giuzzio en un escenario preparado por el vicepresidente de la República y lanzado para la Presidencia, Hugo Velázquez.

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