La sanción del proyecto de ley para que las tierras de Marina Cué, ubicadas en Canindeyú y declaradas reserva forestal, sean parte de un asentamiento genera una ola de críticas. Desde diferentes sectores políticos así como gremios de la producción piden el veto presidencial.
En este sentido, el conocido dirigente político Luis Aníbal Schupp incluso hizo referencia a otros casos similares en los que la invasión de tierras también se vuelve una constante. En este sentido, denunció varias acciones ilegales y de abuso que se realizan.
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Schupp respondió al senador Fidel Zavala en el Twitter una publicación sobre el tema, haciendo alusión a que “no es el único caso, el Canindeyú tierra liberada; estás invitado para ver las barbaridades que están haciendo en la estancia Americana, Principado y Laguna SA; donde brasileños sinvergüenzas utilizan a indígenas para atropellar la propiedad y destruyeron yerbales”, lamentó.
Incluso, denunció que “mataron 100 vacas y atropellan cultivando o sembrando en tierra ajena los brasileños. Y lo peor que los indígenas tienen 5.000 Há. al lado que alquilan a brasileños por 20% del valor del alquiler”, indicó. Hace referencia a los atropellos con violencia a productores en complicidad de jueces, fiscales y policías.
Violación de la ley
Desde la WWF Paraguay afirmaron que la regularización de la tenencia de las tierras de Marina Cué, actualmente reserva Yberá, a favor de los campesinos víctimas de la masacre de Curuguaty violará la reciente ley promulgada conocida como Deforestación Cero, atentando contra el hábitat de diversas especies de animales y plantas únicas en el mundo.
También la Asociación Rural del Paraguay (ARP) exige el veto presidencial para salvar tales tierras que hoy se buscan expropiar, por ser la única posibilidad de recuperar la conexión entre las reservas Mbaracayú y Morombí. Alegan que las áreas silvestres protegidas a perpetuidad son una de las pocas herramientas que tiene el Estado para resguardar los espacios verdes, la biodiversidad y los pulmones del planeta.
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Peña destaca revolucionaria descentralización social con la titulación de tierras
El presidente de la República, Santiago Peña, resaltó que no existe antecedente en la historia del Paraguay sobre una política pública con un enorme contenido social para ayudarle a la gente más humilde como la que están llevando hoy adelante con el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert). El Ejecutivo entregó en la fecha más de 400 títulos de propiedad en el departamento de Itapúa, durante un acto en la colonia Naranjito, distrito de San Rafael del Paraná.
Esta entrega de documentos de propiedad se suma a los más de 5.000 titulaciones que se tienen previstas solo en esta zona sur del país.
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El mandatario destacó la gestión que viene impulsando el ente agrario en favor de las familias campesinas. Precisó que en 20 meses entregaron más de 9.000 títulos a nivel país, de los cuales, el 60 % de las beneficiarias son mujeres jefas de hogar.
“No hay antecedente en la historia del Paraguay de una política pública con un enorme contenido social para ayudarle a la gente más humilde como la que estamos haciendo hoy con el Indert”, remarcó Peña.
Agregó que además de los resultados positivos, también hay muchas “barbaridades” que se deben corregir y que fueron perpetradas durante administraciones pasadas.
“En nombre de la reforma agraria mucha gente se benefició indebidamente a costa de la gente que debía ser beneficiada; hoy estamos trabajando para cambiar eso. Esta es la política que más satisfacción me genera, la entrega de títulos, porque es lo que finalmente le da valor a la tierra en el Paraguay”, expresó el mandatario.
En ese orden, aseguró que el Paraguay está cambiando de la mano de mujeres jefas de hogar, que día a día trabajan por un futuro mejor, haciendo alusión a Deisy, una de las beneficiadas con la regularización de su propiedad, tras años de lucha.
En la localidad de Naranjito, familias campesinas de las colonias 8 de Diciembre, del distrito de Tomás Romero Pereira; Ñemityrâ, distrito de San Pedro del Paraná, y Amistad, del distrito de Alto Verá, departamento de Itapúa, recibieron sus títulos de propiedad, de manos del jefe de Estado, el vicepresidente Pedro Alliana, y el titular del Indert, Francisco Ruiz Díaz.
Al respecto, Ruiz Díaz explicó que se puso en marcha en la fecha el revolucionario sistema de descentralización en titulación masiva de tierras, con la creación de una División Sur que unirá a los departamentos de Itapúa, Ñeembucú y Misiones.
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Invaden predio de alto valor inmobiliario en Ciervo Cuá
Un hecho irregular del cual el Ministerio Público tiene que tomar una acción firme y decidida se produjo hace unas semanas en una zona de enorme potencial inmobiliario: la invasión a una propiedad de casi 9 mil metros cuadrados en la zona de Ciervo Cuá, en San Bernardino.
El caso es el siguiente: la señora Nelly Barboza, ocupante con derecho desde hace más de una década de una propiedad ubicada en la compañía Ybú de la villa veraniega, denuncia una grave violación de sus derechos. La tenencia de dicha propiedad cuenta con documentación respaldada por el Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert), incluyendo un expediente aprobado oficialmente en el año 2016.
Sin embargo, recientemente la propiedad fue invadida de manera violenta e irregular por el señor Eladio Espínola, quien ingresó al inmueble sin ser ocupante previo y presentando un dudoso “certificado de ocupación”, expedido supuestamente por el director regional del departamento de Cordillera del Indert, Aldo Fabián Flecha Sánchez.
Esta acción se habría realizado al margen de los procesos establecidos por el propio ente estatal, ignorando los antecedentes legales existentes y vulnerando los derechos adquiridos de la señora Barboza.
El acceso al terreno fue realizado en forma prepotente, con la presencia de varios hombres acompañados de maquinaria pesada, quienes procedieron a talar árboles nativos, destruir alambrados y desalojar bajo amenazas a los cuidadores del terreno. Además, se reporta la demolición de una vivienda, en cuyo interior había herramientas y objetos de trabajo pertenecientes al personal encargado del mantenimiento del lugar.
DENUNCIA
La señora Nelly Barboza ya ha presentado la denuncia correspondiente ante la Fiscalía Penal de Turno en San Bernardino y en la Unidad de Transparencia y Anticorrupción del Indert, solicitando la restitución de sus derechos y la investigación urgente de los hechos.
La institución estatal, el Indert, ya anuló la carpeta de esta persona, pero Eladio Espínola sigue dentro de la propiedad de manera prepotente y tirando abajo todo lo que se había plantado y edificado en ese lugar por la señora Barboza.
En tanto, sobre el director regional en el tercer departamento, Flecha Sánchez, el Indert ya abrió un sumario para determinar la responsabilidad de este funcionario en este hecho irregular.
La Fiscalía jurisdiccional debe actuar con firmeza y celeridad en casos de invasión de propiedad, especialmente en zonas de alto valor inmobiliario como lo es Ciervo Cuá, San Bernardino.
El ministerio debe abrir una investigación de manera inmediata para confirmar el hecho irregular, quiénes son los ocupantes y si hay indicios de organización criminal, además de recabar pruebas
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Flechas contra tractores: guardia indígena vigila el bosque amazónico
- Masisea, Perú. AFP.
Cuando los indígenas irrumpieron con arcos y machetes, Daniel Braun y otros menonitas huyeron. Se escabulleron por entre cultivos de arroz antes de que su granero terminara en llamas en la devastada Amazonía peruana. En Masisea, una localidad limítrofe con Brasil a la que se llega después de horas de navegación por el río Ucayali o por caminos agrestes que destroza la lluvia, este grupo ultrarreligioso protestante no sólo enfrenta la ira de los nativos.
También aquí encara un proceso penal que puede llevar a la cárcel a decenas de sus miembros acusados de destruir el bosque en su expansión agrícola por Sudamérica. Una de las comunidades implicadas en el pleito es la de Caimito. A orillas de la laguna Imiría, en este caserío viven 780 shipibos-konibo en casas de madera con techos de zinc o de shapaja (palmera amazónica).
“Los menonitas están haciendo chacras dentro del territorio comunal (...) Siempre deforestan. Es un crimen ambiental lo que ellos hacen”, sostiene el dirigente shipibo Abner Ancón, de 54 años, en diálogo con AFP. En Caimito los llaman “las termitas del bosque”.
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“Falta de terreno”
Los menonitas -cuyo origen se remonta a la Europa del siglo XVI- han levantado cinco prósperas colonias desde su llegada a la Amazonía peruana hace casi una década. En 2016 salieron de Bolivia hacia Masisea, donde adquirieron grandes extensiones de tierra para la cría de ganado y el cultivo y comercio de arroz y soja.
La “falta de terreno” y la “izquierda radical” nos empujaron a migrar, resume David Klassen, de 45 años, uno de los jefes de la colonia, mientras alimenta los cerdos de su granja. Hoy conforman un enclave de 63 familias que viven a sus anchas en 3.200 hectáreas; en viviendas del mismo corte y color gris claro. Emplean tractores tanto para la faena diaria, como para transportarse.
Son autosuficientes, se oponen al mestizaje, no usan energía eléctrica y se surten de generadores a combustible. Apenas hablan español y entre ellos se comunican en alemán bajo una lengua germánica de sus ancestros. También conservan el atuendo tradicional: vestidos largos y velos las mujeres, y ellos, camisa a cuadros, tirantes y gorra o sombrero de ala ancha.
En América Latina los menonitas han formado poco más de 200 colonias agrícolas desde comienzos del siglo XX. Se han asentado en Argentina, Belice, Bolivia, Colombia, México y ahora Perú, según una investigación del académico belga Yann le Polain. En varios de estos países afrontan denuncias por deforestación.
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“Meten fuego”
En Perú, el pleito saltó a los campos. El 19 de julio de 2024, Daniel Braun estaba sentado a la entrada de un granero junto con otros hombres de la colonia, cuando irrumpieron los shipibos-konibo de Caimito. “Entraron con flechas, machetes (...) Y dicen: una o dos horas tienen para salir”, recuerda. “Metieron fuego”, agrega este menonita de 39 años, manos gruesas y sonrisa fácil. Finalmente, huyeron.
Todavía hoy se pueden ver techos de zinc oxidados tirados en la hierba y los esqueletos carbonizados de un galpón y un granero. El dirigente Ancón asegura que la guardia indígena sacó a los menonitas de su territorio “sin violencia”.
Jefes imputados
En 2024, la fiscalía ambiental imputó a 44 jefes de familia menonitas por la destrucción de 894 hectáreas de bosque primario, y pide entre ocho y diez años de cárcel para cada uno, según el auto de acusación. Ellos compraron legalmente tierras “ya deforestadas en la selva”, que están fuera del territorio indígena, alega su abogado Carlos Sifuentes.
Nos “gusta el campo” y no “queremos destruir todo”, remarca Klassen. Pero la defensa de los Shipibos-Konibo asegura que los extranjeros contratan a otros que quitan las malezas para luego entrar “con sus tractores a aplanar todo”, señala la abogada Linda Vigo.
El programa independiente de Monitoreo de la Amazonía Andina asegura que los menonitas han destruido al menos 8.660 hectáreas desde 2017. Apenas una mínima parte de los tres millones de hectáreas de bosque amazónico que perdió Perú en las últimas tres décadas, principalmente por incendios, deforestación y minería ilegal, según autoridades.
Contraste
Lejos de la colonia menonita, un oasis de prosperidad en la empobrecida Amazonía peruana, la comunidad de Caimito, de mayoría evangélica, sobrevive de la pesca y la agricultura. No cuentan con electricidad ni agua potable. Solo hay un comercio de víveres con paneles solares e internet. Su territorio abarca 4.824 hectáreas y poco menos de 600 fueron “invadidas” por los menonitas, calcula Ancón.
El modelo de producción agrícola de los menonitas riñe “con las expectativas ecologistas”. Pero lo cierto es que en Masisea compraron a colonos mestizos tierras que “ya estaban depredadas”, observa el experto en pueblos indígenas Pedro Favaron, de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Por lo pronto, en la colonia aguardan el que sería su primer juicio ambiental en América Latina.
Territorio amenazado
Apenas oyen el ruido de la motosierra, apuran el paso para sorprender a los que tumban la selva. La guardia ambiental indígena de Masisea, en Perú, es una pequeña fuerza con arcos y flechas y una tarea colosal: proteger de “invasores” el bosque amazónico. Comandados por un profesor de escuela de 54 años, una decena de shipibos-konibo con chalecos y gorras verdes rodean a un hombre que sierra un tronco caído. Una mujer con su sobrino lo observan.
La lluvia dio tregua y el calor es intenso. Abner Ancón, el jefe del grupo, ordena apagar la motosierra. “Estás en territorio caimito. Vas a tener problema con nosotros”, le espeta al aserrador, al que luego dejan ir con su herramienta. Ancón dirige la guardia indígena de Caimito, una comunidad de 780 nativos a orillas del lago Imiría, en la localidad de Masisea.
Lo que “conservamos no es solamente para nosotros, sino para toda la humanidad”, señala este hombre de mediana estatura que lleva una gorra con la inscripción CIA. Su territorio de casi 4.900 hectáreas, asegura, “está amenazado”. Primero irrumpieron los traficantes de madera, luego los cocaleros, que “envenenan” el agua con los químicos con los que procesan la planta de la que extraen la cocaína. Y más recientemente los menonitas con sus tractores.
A los tres los trata de “invasores” y “depredadores”. Hace dos años que los shipibos-konibo de Caimito cuentan con su propia fuerza de vigilancia. Según Ancón, debieron organizarse ante la desprotección del Estado. La guardia de Caimito fue la primera de 19 que han conformado los shipibos-konibo de 176 comunidades amazónicas.
La que dirige Ancón llegó a tener 80 miembros, pero hoy están activos 30, la gran mayoría hombres. El resto migró, algunos por trabajo. Antes de salir a patrullar en grupos se forman en el centro del caserío al grito de “guardia, guardia, fuerza, fuerza”. Llevan machetes y algunos arcos y flechas que, según Ancón, jamás han disparado en sus choques con los deforestadores. No cuentan con armas de fuego ni con radios para comunicarse. Tampoco tienen apoyo de autoridades.
Únicamente disponen de un vehículo y unas lanchas. “Enfrentamos a los pescadores que sacan en toneladas nuestro pescado”, sostiene Hermógenes Fernández, un shipibo-konibo de 59 años. En esos enfrentamientos, dicen los guardabosques, varias veces los han golpeado o amenazado con escopetas.
Cuando la guardia indígena “interviene” lo hace de manera pacífica y para pedir que desalojen su territorio, pero algunas veces han “quitado motosierras”, sostiene Ancón. En julio pasado el jefe de la guardia indígena recibió amenazas de muerte. Asegura que le llegó el recado de que ya habían contratado a tres sicarios. Sus propios guardias lo protegieron. Interpuso la denuncia, pero las autoridades no han identificado a los responsables. “Todavía me pregunto por qué el medio ambiente tiene enemigos”, reflexiona Ancón, quien teme por su vida.
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Envían 34.000 kilos de alimentos para las comunidades indígenas de Presidente Hayes e Itapúa
Desde la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) preparan el envío de 34 mil kilos de alimentos no perecederos para 686 familias de diferentes comunidades indígenas apostadas en los departamentos de Presidente Hayes e Itapúa, cumpliendo así con la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Estas asistencias humanitarias se vienen llevando a cabo desde hace varios meses con envíos de alimentos de cantidad similar para las comunidades indígenas más desprotegidas y aisladas, brindándoles así un respaldo alimenticio.
“Enviamos ayuda a siete comunidades indígenas, seis de las cuales se encuentran en la región occidental y una en la oriental. Son comunidades indígenas que han obtenido una sentencia favorable de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, donde el Estado paraguayo debe asistirles en diferentes ámbitos”, explicó el ministro de la SEN, Arsenio Zárate, en conversación con la 1020 AM.
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El mismo explicó que regularmente realizan el envío de los alimentos durante la primera semana de cada mes, momento en que los equipos se trasladan hasta las diferentes comunidades para que, tras previa aprobación de los líderes de cada comunidad sobre la calidad y cantidad de alimentos, se proceda a la entrega de los kits.
“Tratamos de hacer las entregas de la manera más transparente posible, demostrando que la calidad de los productos es buena, así también garantizamos que se encuentran satisfechos con los envíos realizados”, remarcó el ministro Zárate.
En el marco de la mencionada sentencia de asistencia a las comunidades indígenas, está establecida la construcción de caminos, la provisión de agua potable y el acceso a los servicios básicos, áreas donde el Estado paraguayo está trabajando de manera continua.
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