• Por Sara Valenzuela.

Casi al alba, aproximadamente a las 05:00, el 6 de marzo del año 2000, quedaría marcado para siempre el Paraguay porque se registró uno de los peores percances ruteros del país. El kilómetro 142 de la que en aquel momento era conocida como la Ruta 7, actualmente Ruta PY02, a aproximadamente 10 kilómetros del centro urbano de la ciudad de Coronel Oviedo, se convirtió en el escenario de la peor tragedia rutera hasta estos tiempos.

Aquel lunes, que sería un inicio de semana cualquiera en la zona conocida como Santa María Ñu, se vio teñida por el polvo de ladrillos y sangre, entre los cuales la escena del choque frontal entre un camión de pasajeros de larga distancia de la empresa Rápido Yguazú y un camión trasportador de materiales de construcción que llevaba 10 toneladas de ladrillos y tejuelones dejaba una estela de destrucción y muerte.

Debido al fuerte impacto entre ambos vehículos, el ómnibus perdió prácticamente toda la parte izquierda de su estructura, mientras que el camión transportador terminó destruido a un costado de la calzada con lo que quedaba de la carga de ladrillos y hierros que en su momento fuera la carrocería del mismo.

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Hasta la fecha no se sabe con exactitud qué provocó el percance; se presume que el conductor del colectivo se habría dormido. Los conductores de ambos camiones fallecieron en el acto, al igual que otras 27 personas que se encontraban sentadas del lado izquierdo del colectivo. Semanas más tarde, se confirmó que el saldo total de fallecidos debido al percance fue de 30, ya que un hombre malherido murió luego de días de lucha en el hospital.

Los sobrevivientes fueron 20, en aquel entonces trasladados con heridas graves, de las cuales muchas terminaron en amputaciones de miembros o imposibilidad para utilizarlos de manera normal, debido al impacto. De cualquier manera, su supervivencia fue tomada como un milagro debido a la magnitud del choque y por el estado en el que fueron rescatados.

Primeros en llegar

En aquel momento el ahora capitán mayor Rodrigo Chávez, presidente del cuerpo de bomberos voluntarios ovetenses K91 del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay, solo llevaba dos años de servicio, y al recibir el pedido de asistencia, él, junto con otros tres voluntarios, llegó a la zona presenciando el terrible accidente en el cual irremediablemente no darían abasto.

“Realmente ese accidente fue terrible; te daba una sensación de terror porque el polvo de los ladrillos se mezclaba con las víctimas. Recuerdo bien a una joven pasajera a la que el hierro se le lio por la cintura y primero había que sacar los ladrillos de encima y después los hierros para poder extraerle”, relató el capitán Chávez en conversación exclusiva con La Nación/Nación Media.

El ahora capitán mayor Rodrigo Chávez, presidente del cuerpo de bomberos voluntarios ovetenses K91 del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Paraguay, realizando un reconocimiento de los daños. Foto: Gentileza

El voluntario recordó que a falta de las herramientas adecuadas para este tipo de rescates improvisaron con cadenas, barretas, hierros e inclusive utilizaron parte del camión de bomberos para acceder a zonas más aisladas del colectivo, ingeniándose para rescatar a quienes seguían vivos y pedían ayuda.

“Nosotros lo primero que tratamos de hacer fue sacarle a todos los que tenían signos de vida, o sea los que se manifestaban, porque no había tiempo de verificar uno a uno. A eso hay que sumarle que en aquel tiempo no había muchas ambulancias; la mayor parte de las víctimas fueron trasladadas en patrulleras, vehículos particulares o taxis”, recordó el capitán Rodrigo Chávez.

Hasta la fecha no se sabe con exactitud qué provocó el percance; se presume que el conductor del colectivo se habría dormido. Los conductores de ambos camiones fallecieron en el acto. Foto: Gentileza

Sin contar nunca con un precedente como aquel, ni a nivel nacional ni a nivel local, la respuesta se vio saturada, al punto que no solo los bomberos, policías y transeúntes debieron darse a la tarea de rescate, sino que se sumaron a ellos los periodistas que en un principio llegaban para reportar un accidente de tránsito sin pensar que sería una tragedia que marcaría para siempre sus vidas y la de su comunidad.

Ese fue el caso de Juan Pastor González, periodista ovetense con más de 40 años de trayectoria, que, como era habitual, tomaba la posta de la programación radial en horas de la madrugada, siendo el reporte de aquel accidente el primero de la jornada, y como se encontraba distante a unos 10 kilómetros de su lugar de trabajo, llegó en cuestión de minutos.

“Cuando llegué al lugar eso parecía una zona de guerra, como en las películas, los vehículos estaban destrozados, como éramos pocos los que estábamos ahí, nos subimos al vehículo para buscar a la gente que seguía viva, y en un momento, cuando con otro colega movimos dos asientos que quedaron pegados por el impacto, cae en mis brazos un pequeño que ya estaba muerto y que viajaba con su padre, jamás me voy a olvidar de eso,” relató Juan Pastor González en conversación con La Nación/Nación Media.

Desbordados

El mismo explicó que debido a la cantidad de fallecidos, los mismos fueron trasladados hasta el hospital de la ciudad y ubicados hasta en el patio, ya que la zona de la morgue estaba abarrotada, al igual que el resto del hospital donde fueron derivados los sobrevivientes que se encontraban gravemente heridos y necesitaban asistencia de urgencias.

El comunicador comentó que si bien esta fue la tragedia más importante en la historia de la comunidad, los accidentes de tránsito en la misma zona se siguen registrando y ya se ha registrado una considerable cantidad de muertos a raíz de los mismos a pesar de las señales de precaución y seguridad que a lo largo de los años se han instalado.

Debido al fuerte impacto entre ambos vehículos, el ómnibus perdió prácticamente toda la parte izquierda de su estructura, mientras que el camión transportador terminó destruido. Foto: Gentileza

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