Pobladores del distrito Teniente Manuel Irala Fernández y de Villa Choferes del Chaco siguen enfrentando complicados momentos ante la falta de agua dulce en la zona. Con gran esfuerzo y a través de reservorios, aljibes o canillas, ubicadas a kilómetros de las viviendas, es la única forma de acceder al líquido vital.

“En el Chaco el agua es oro”, dijo Idalina Machuca mientras llena sus bidones a través de una canilla ubicada en la sede de la Essap en Villa Choferes del Chaco, una pequeña comunidad del kilómetro 450 de la Ruta Transchaco. Tanto ella como su familia realizan este rito todas las semanas para poder hidratarse con un poco de agua dulce que no se encuentra en ninguna de las casas.

La falta de agua potable en el Chaco es una realidad con la que sus pobladores aprendieron a vivir, pero poco a poco se fue volviendo más insoportable debido a la sequía, que ya lleva tres años golpeando a esta región del país. En esta zona del territorio nacional, la última y efímera lluvia se registró hace dos meses, dejando esperanzas abiertas y mucha sed.

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Los reservorios instalados por la Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) son considerados como la salida más rápida a la falta de agua. Foto: Christian Meza.

En las casas de Villa Choferes del Chaco existen pozos artesiano o aljibes, pero que ante la falta de precipitaciones deben ser recargados de forma quincenal, lo que además de tener un costo un poco alto se convierte en una desventaja debido a que no está apta para el consumo por su alto contenido en sal.

Machuca explicó que un bidón de 20 litros de agua tiene un valor de G. 16.000 que puede llegar hasta G. 20.000 en la zona, mientras que recargar un aljibe tiene un precio de G. 320.000, con agua que sólo puede destinarse a la limpieza. “Ni un mes nos dura, debemos cargar sí o sí más de una vez al mes, porque se usa el agua. Esa agua no es rica”, añadió.

La situación se complica cada vez más llegando a extremos en donde las personas se ven obligadas a consumir el agua tras practicar algún que otro proceso para tratar de purificarla, pese a estar salada a fin de saciar la sed de los pobladores.

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Ambas comunidades cuentan con desalinizadoras, pero ninguna funciona por lo que los pobladores consideran importante ponerlas a punto. Foto: Christian Meza.

Sin desalinizadoras

Realizar limpiezas, regar las plantas o hasta lavar uno que otro utensilio puede llegar a considerarse todo un lujo en esta zona del país, en donde la necesidad del líquido nunca termina. Carolina Echeverría, es docente de una escuela en Tte. Manuel Irala Fernández y aparte tiene un pequeño local gastronómico en donde provee mayormente a funcionarios municipales de desayuno, almuerzo, entre otros.

Aseguró que actualmente se volvió una misión imposible poder realizar limpiezas en cualquier espacio ante la falta de agua. Tanto ella, como los demás lugareños, se proveen de agua a través de unos tanques reservorios recargados por la Secretaría de Emergencia Nacional, pero que sólo pueden destinar al consumo a fin de salvaguardar esa necesidad.

Contar con agua, de igual manera que muchas zonas del país había sido una realidad para todos ellos, pero lamentablemente desde hace dos meses todo se terminó ante fallas que se registraron en el acueducto. “Estuvimos como cuatro meses contando con el acueducto, pero hace rato dejó de funcionar, creo que por el tema de Casado”, señaló.

Además, en estas dos comunidades se encuentran dos desalinizadoras que no funcionan, siendo las mismas posibles soluciones a la necesidad de agua que existe en el lugar. Los pobladores aseguran que la sequía de este año empeoró la situación por lo que esperan asistencia continua para que no vuelvan a quedar sin agua.

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