Durante la Misa Crismal celebrada este Jueves Santo en la Catedral Metropolitana, el arzobispo de Asunción, el monseñor Adalberto Martínez, expresó durante su homilía, en sintonía con el mensaje del papa Francisco, el repudio de la Iglesia a las fuerzas del mal como el terrorismo que genera muertes, secuestros y guerras.

“Repudiamos y denunciamos esas fuerzas del mal, terroristas, que en la oscuridad maquinan heridos, muertes y secuestros, guerras”, mencionó el arzobispo durante la celebración religiosa realizada en la Catedral Metropolitana, durante la que se consagró el Santo Crisma y fueron bendecidos los Santos Óleos.

“Hay manos que negocian y trafican personas, drogas y otros ilícitos que causan mayores heridas sociales e inequidades. Manos que hacen trueque de dinero corrupto por sangre inocente. Manos que maldicen”, aseveró el religioso, al momento de destacar que, en contrapartida y ante esos flagelos, Dios quiere que las manos ungidas de los sacerdotes sean portadoras de bien, de solidaridad con el que sufre, sean como las manos humanas y divinas de Jesús.

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El arzobispo de Asunción, monseñor Adalberto Martínez. Foto: Emilio Bazán.

De esa manera hizo alusión a la oración realizada por el sumo pontífice de la Iglesia Católica durante el rezo del Ángelus el pasado Domingo de Ramos. “Dejemos las armas, iniciemos una tregua pascual, pero no para recargar las armas y reanudar la lucha, sino una tregua para lograr la paz, a través de una verdadera negociación, dispuestos incluso a hacer algunos sacrificios por el bien del pueblo”, expresó el Papa en esa ocasión, según destacó el monseñor Adalberto Martínez.

También emitió recomendaciones para los consagrados a la vida cristiana. “Al revestirnos con nuestra humilde casulla, como cuándo en las ordenaciones el sacerdote se reviste, solemnemente, nos hace sentir sobre los hombros y en el corazón el peso del compromiso asumido con nuestro pueblo fiel, de nuestros santos y de nuestros mártires”, señaló.

Dijo que al buen sacerdote se lo reconoce por cómo anda ungido su pueblo. “Cuando la gente nuestra anda ungida con óleo de alegría se le nota: por ejemplo, cuando sale de la misa con cara de haber recibido una buena noticia. Nuestra gente agradece el evangelio predicado con unción, agradece cuando el evangelio que predicamos llega a su vida cotidiana”, observó.

Foto: Emilio Bazán.

Recordó a los sacerdotes que su función no es la de simples gestores o funcionarios, sino la de mediadores entre Dios y los hombres que deben reavivar la gracia en los feligreses. “Recordemos, asimismo, que nuestras manos han sido ungidas con el óleo, que es el signo del Espíritu Santo y de su fuerza. ¿Por qué las manos? Las manos del hombre son instrumentos de su acción, son símbolos de su capacidad de afrontar el mundo, de ‘dominarlo’. El Señor nos impuso las manos y ahora quiere nuestras manos para que, en el mundo, se transformen en las suyas”, subrayó.

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