Desde los 8 años Abelardo observaba trabajar a su abuelo paterno, quien era carpintero en la ciudad de Villarrica y aunque no le permitían acercarse a las filosas sierras con las que trabajaban la madera en el taller, él pudo construir su propio trompo, todo a escondidas.

Antes de terminar la secundaria ya formó una familia y continuó trabajando la madera como había aprendido desde pequeño, en una ebanistería que acomodó en su casa para elaborar muebles bajo pedido.

Lleva fabricado más de dos millones de piezas de madera, para juegos didácticos. Foto: Gentileza.

El destino

Abelardo hoy cuenta con 43 años y un error lo llevó a convertirse en una persona privada de su libertad, cumpliendo ya la mitad de una sentencia de 18 años, en la Unidad Penitenciaria Industrial Esperanza (UPIE). Lejos de darse por vencido, apostó por la reinserción y puso para ello toda su aptitud para trabajar la madera, oficio legado por su abuelo paterno.

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Su talento fue observado por una empresa que lo contrató en junio de este año, para convertir trozos de madera en juguetes didácticos para niños y lleva fabricado alrededor de dos millones de piezas, todas destinadas a la educación de los niños.

Después de permanecer privado de su libertad por 9 años, encontró una oportunidad por medio de esta empresa que apoya a la reinserción desarrollando competencias, no solo como una manera de subsistir, sino también como una forma de llegar a los estantes de las casas y escuelas de pequeños de 4 a 9 años, para fomentar la creatividad con productos hechos totalmente a mano.

Los juguetes didácticos son una manera de alejar a los niños de los videojuegos. Foto: Gentileza.

Juguetes para la mente y el corazón

El dinero generado le está ayudando a pagar los estudios de sus cinco hijos. “Hago juguetes para que la mente y el corazón de los niños crezcan lejos de la violencia que venden por ahí”, cuenta Abelardo, quien se toma muy en serio la estimulación temprana de niños. Anteriormente, él ya fabricaba muebles varios desde las penitenciarías regionales de Villarrica y Misiones en las que estuvo anteriormente cumpliendo su pena.

Aprovechó el tiempo, al igual que muchas otras personas privadas de su libertad, para concluir sus estudios secundarios con apoyo del programa de reinserción del Ministerio de Justicia a través del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC).

Un taller con fragancia a pino

Hoy, en el taller de UPIE montado por la cartera de Justicia, la fragancia de la madera de pino se percibe en medio del chirrido de la caladora, la lijadora de banda, la cepilladora y los martillos, donde Abelardo y sus dos aprendices pacientemente se pasan 8 a 9 horas al día para dejar listos trocitos de madera convertidos en trencitos, torres de encastre, tablas numéricas, arcoíris, perritos de arrastre, cámaras de fotos, bloques de castillo, ovejitas para enhebrar, bloques de construcción y combo de autos.

“Pienso en los niños tirados al piso creando sus mundos con mis juguetes, cómo no voy a ser feliz. Estos juegos de madera son de ayer y hoy, cuestan baratos y duran toda una vida”, declaró sonriente. Así, Abelardo finaliza su historia como un pequeño escondido detrás de un hombre trabajador, amante de su oficio, habilidoso y con planes a futuro.

Desde los 8 años, Abelardo observaba trabajar a su abuelo paterno, quien era carpintero en la ciudad de Villarrica. Foto: Gentileza.

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