Paraguay no solo está pasando por una tur­bulencia económica, a raíz de los vientos exter­nos que golpean a la produc­ción, sino también por una de carácter político, que no duda en jugar sucio, a costa de la estabilidad financiera. Esta vez, el Banco Central del Paraguay (BCP) está en la mira de un sector político del Senado, que convocó a su titu­lar, José Cantero, y a miem­bros del directorio, para dar explicaciones sobre informes de dos casos protegidos por el llamado secreto bancario o deber de secreto. Esto podría atentar gravemente contra la institucionalidad del BCP.

La estabilidad macroeconó­mica y financiera que se logró construir durante décadas, y a lo largo de diferentes perío­dos de gobierno, y la confianza de que se mantendrá como una política de Estado, es uno de los principales activos que tiene el país. El principio fun­damental que constituye uno de los pilares de la confianza y desarrollo del sistema finan­ciero es el deber de secreto. Los países serios que desa­rrollaron un sistema finan­ciero solvente y estable, que permita conformar ahorros de largo plazo y que sea un vehículo que canalice aho­rro a inversión, sustentaron la confianza y credibilidad en el sistema a partir del deber de secreto bancario.

La convocatoria del Senado y más específicamente de refe­rentes del Frente Guasu a las autoridades del BCP podría poner en riesgo la credibilidad de la casa matriz, e incluso, podría considerarse el hecho como una amenaza a su insti­tucionalidad, atendiendo al deber de secreto. Ese princi­pio no es más que la obliga­ción que tienen tanto las ins­tituciones financieras como los bancos centrales de pro­teger la información perso­nal de sus clientes y ciuda­danos, respectivamente, y en especial acerca del dinero que depositan en aquellos y la información recabada por la banca matriz en el marco de sus funciones sobre dichos ciudadanos.

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