El empresario británico Robert Edmiston visitó el Club de Ejecutivos del Paraguay, donde compartió su historia de vida y trayectoria empresarial con una mirada cristiana, promoviendo una visión del éxito basada no solo en saber generar riqueza, sino en saber compartirla con propósito y compromiso social.
Lord Robert Edmiston nació en la India poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, en una familia británica. Se trasladó con sus padres al continente africano en busca de un mejor clima y oportunidades.
“En aquel tiempo había muchas rotondas donde crecían unos arbustos alrededor. Iba junto a los vecinos y les ofrecía estos ramos de flores para que apoyen la iniciativa del hospital. Me resultó muy bien, había una ganancia del 100 %, pero luego toqué la puerta del doctor de ese hospital, en cuyo nombre vendía estas flores. Y ahí el negocio se me fue de una. Cuando volví a casa y mi papá escuchó lo que yo hice, aprendí a una edad temprana que una empresa atrae dolor”, ironizó.
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Inicios
Fue al Reino Unido siendo aún joven, luego de haber vivido su infancia en África. Se formó como contador y comenzó rápidamente su carrera en una empresa automotriz. Sin embargo, en 1973, la crisis del petróleo sacudió la economía mundial. La compañía para la que trabajaba quebró y él, recién incorporado como jefe financiero, quedó con su reputación profesional en entredicho.
Lejos de rendirse, Edmiston aprovechó esto como oportunidad. Con el dinero de su indemnización, unas 6.000 libras, compró el 15 % de la misma compañía. Luego fue comprando en partes hasta convertirse en único dueño. Con visión estratégica, transformó un pequeño negocio en un grupo empresarial con intereses en importación de vehículos, bienes raíces y servicios financieros.
De esta manera se convirtió en el pionero en la importación y venta de autos japoneses en el Reino Unido. Su empresa, International Motors, se encargó de adquirir la franquicia para la importación y venta de vehículos Subaru e Isuzu en el Reino Unido, convirtiéndose en uno de los primeros en introducir estas marcas japonesas en el mercado británico.
Con el dinero de su indemnización, unas 6.000 libras, compró el 15 % de la misma compañía. Luego fue comprando en partes hasta convertirse en único dueño. Con visión estratégica, transformó un pequeño negocio en un grupo empresarial con intereses en importación de vehículos, bienes raíces y servicios financieros.
Organización de caridad
Hoy, su holding supera el valor de mil millones de dólares. Pero Edmiston no define su éxito solo en cifras. Fiel a sus convicciones, desde los años 80 creó una organización de caridad que actualmente opera en más de 35 países y a la que ya destinó más de USD 600 millones.
“Desde 1976, donde inició la empresa hasta 1988, le fui comprando su parte. Él tenía 30 años más que yo. Le había devuelto a él nueve veces más de lo que él había perdido originalmente en la empresa que creó. Compramos esta empresa y ese mismo año yo establecí en la organización de caridad que hasta hoy lo manejamos a nivel mundial”, contó.
Consideró que parte esencial de su prosperidad empresarial provino de su compromiso con el dar. Incluso en tiempos de crisis, como en 2020, cuando la pandemia redujo sus ventas en un 97 %, el mismo mantuvo su promesa de donar el total de sus utilidades, que terminaron siendo sorprendentemente altas ese año, cuando las proyecciones habían marcado un panorama desalentador.
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Reflexión
Ya en una etapa más reflexiva de su vida, Edmiston invitó a los empresarios a no enfocarse únicamente en el éxito económico, sino en el propósito y el legado. El mismo está convencido de que el dinero no tiene moral, sino que depende del uso que se le dé. Su mensaje gira en torno a una idea simple y poderosa: lo que importa no es cuánto se acumula, sino cuánto bien se puede hacer con lo que se tiene.
Hoy, retirado parcialmente del día a día de sus empresas, Edmiston dedica su tiempo a inspirar a otros emprendedores desde una mirada cristiana, convencido de que el verdadero liderazgo se construye con integridad, generosidad y fe.